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El falsificador que reconstruyó Rusia

Francesc Serés traduce al castellano Cuentos rusos', una falsa antología de cinco autores de los últimos cien años

PEIO H. RIAÑO

Francesc Serés se pega a la realidad todo lo que la verdad le permite. Y donde la verdad no llega, la ficción hace estragos. Si en su anterior libro, Materia Prima (Caballo de Troya), montó lo que parecían entrevistas con trabajadores que contaban las miserias de la voracidad del sistema, ahora ha inventado una falsa antología del cuento ruso durante el siglo XX y su transición al XXI, que funciona como una ilusión de los problemas y preocupaciones de España en cien años.

La antóloga Anastasia Maxímovna se presenta para hablarnos de cuentos que forman parte de un ciclo que 'funde antiguas historias y viejos argumentos para conformarlos de nuevo'. Ella nos dice en el prefacio de Cuentos rusos (publicado por Mondadori) que en estas fábulas se encuentran las raíces de su pueblo: 'Nada se pierde si se sabe encontrar de nuevo, nada se olvida para siempre', escribe Francesc Serés travestido en Maxímovna. Ella dará a conocer a cinco autores que 'forman parte de una de las muchas corrientes subterráneas de la ficción rusa de los últimos cien años': Ola Yevguéneiva, Vera-Margarita Abansérev, Vitali Kroptkin, Aleksandr Vólkov, Iósif Bergchenko. Por supuesto, todos nacidos de los manuscritos encontrados en la imaginación de Serés.

El libro es un acto contra la verdad comunista y capitalista

El autor catalán ni siquiera sabe qué ropa debe llevar en invierno a San Petersburgo, donde participará en tres semanas con motivo de su libro y de las actividades del Año Dual Rusia-España. Como todos los que se acercan por primera vez a las frías temperaturas rusas, tendrá que proveerse de abrigo y botas; como todos los que conocen Rusia desde la lejanía, este libro destila recuerdos de Antón Chéjov, Nikolái Gógol y Mijaíl Bulgakov, aunque también Salinger, Maupassanty Monterroso. 'No me muestro como un experto en Rusia. Esto es una ironía sobre la autoría, entre otras muchas cosas', reconoce el autor a este periódico.

Pero Cuentos rusos es mucho más: un acto contra la verdad comunista y capitalista de un país que se transformó en lo contrario, un reflejo de una identidad cultural plural sin anclajes, una transición política sin resolver y un futuro incierto. Rusia pero también España. Francesc Serés, el autor más ruso en catalán y en castellano, insiste en la actitud humanista, como ya hiciera en Una lengua de plomo o La fuerza de la gravedad (ambos en Alpha Decay), para entrar en el tiempo de sus abuelos.

'No sé exactamente qué es lo ruso, ni lo catalán, ni lo español', dice Serés

Tan lejos, tan cerca: 'Los jornaleros de Valencia pasaron por cosas similares a los campesinos rusos', dice. Él mismo trabajó el campo hasta los 23 años y todavía pueden verse en su narrativa los surcos de las mulas con las que labró. 'Lo que une a todos estos autores rusos es la pervivencia de la preocupación por el humanismo. Es una mirada profundamente piadosa', asegura de sus personajes y de sí mismo.

La falsificación de Serés posee suficiente imaginación como para devenir en reales a sus criaturas, tratadas desde la ironía a la crueldad, desde el apego a la sátira, recompensado en 2010 con el Premio de la crítica en narrativa catalana y el Premi Ciutat de Barcelona, cuando apareció publicado en Quaderns Crema. A pesar de ello, reconoce que la única nacionalidad de esta gran ilusión es la del lector: 'No sé exactamente qué es lo ruso, ni sé qué es lo catalán ni qué lo español. No es literatura catalana o rusa, es un relato que te tiene que gustar'.

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