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"A Serbian Film es una película moralista, no busca excitar sino aterrar"

Vigalondo y Angulo debaten sobre un caso que atenta 'contra la libertad de expresión'

SARA BRITO

En un hotel de Madrid, cuya decoración recuerda a La naranja mecánica, película polémica en su tiempo por su escenificación de la ultraviolencia, se citan Javier Angulo y Nacho Vigalondo. El primero dirige la Semana de Cine de Valladolid (Seminci). Vigalondo es director y erudito consumidor de cine de género. Ambos conversan sobre la polémica por la imputación del director del Festival de Cine de Sitges, Ángel Sala, tras la exhibición de A Serbian Film, película gore que un juez de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) considera que podría hacer apología de la pederastia. Después de que los directores de los diez festivales más importantes de España, entre ellos Angulo, firmaran una carta donde alertaban de un posible caso de censura, el debate sobre los límites de la representación y la libertad de expresión está abierto.

Nacho Vigalondo: Yo vi A Serbian Film en el Festival de Cine Fantástico de Austin (Texas), donde la película generó la polémica que ha ido arrastrando en cada uno de los festivales por donde ha pasado, pero sin que la cosa se acerque a cuestionamientos legales. Tengo una opinión sobre la película pero creo que es irrelevante en comparación con el tema que estamos tratando. El problema real es el cortocircuito que se está produciendo entre un documento, la interpretación que se está haciendo de él, y las consecuencias legales que se hacen de esa interpretación. Hay que recordar que no es la primera película en el circuito de cine fantástico que roza ciertos límites. Hace tiempo que de Francia, de Alemania o de Japón nos llegan películas que, al margen de que sean buenas o malas, juegan con los límites de lo que se puede ver y tolerar. Películas que nos ponen a prueba y que atentan contra nuestra resistencia. Algunas son obras maestras y otras pasan sin más.

'La paradoja es que está alcanzando a un público al que no debería llegar2

Javier Angulo: Es interesante que en un país que se presupone tan conservador como EEUU no pasara nada cuando se exhibió la película. Con esto entramos en el tema de los límites de la representación y de la ficción. Esta película es una representación de una de las perversiones del ser humano y está ficcionada, sin ningún niño abusado ni maltratado. Hay que distinguir entre la representación y la realidad, y ése es el debate. Se le acusa de pornografía, pero debemos partir de que los actos sexuales son todos simulaciones.

Público: Una aclaración. El juez abre diligencias porque sospecha que puede incitar a la normalización de la pederastia y la pornografía infantil. Esa es la justificación de la que parte la Fiscalía.

Nacho Vigalondo: Para discernir si una película es pornográfica o no, no hay que fijarse en lo que se ve o no se ve, ni en los centímetros de carne, sino en la intención. Una película puede ser pornográfica sin que veamos cuerpos desnudos y otra puede no serlo aun cuando veamos desnudos. En A Serbian Film no hay ninguna intención erotizante o de excitar, es una película de terror y las dos secuencias de la polémica no son empáticas, son aterradoras. De hecho, la película es moralista respecto a estos hechos, los condena. La acusación de pornografía sólo se puede hacer si no se ha visto la película o si se ha visto bajo un visionado malicioso.

'Es inconcebible que se intente matar al mensajero, al programador'

Javier Angulo: Hay dos elementos esenciales en este debate que son dónde y para quién. La proyección se produjo en un cine y en un festival muy específico, en una sesión de madrugada, en la que se pidió el DNI, y donde se avisó que las imágenes podían dañar la sensibilidad. Además, el de Sitges es un público que está acostumbrado a este cine de género.

Nacho Vigalondo: La paradoja es que, si la película está alcanzando a un público al que no debería llegar y al que se quiere proteger, es gracias a esta denuncia y al proceso judicial que se ha abierto. Esto sí es peligroso.

Javier Angulo: Se puede llegar a un punto en que se denuncia a Te doy mis ojos porque se golpea a una mujer. O si soy un defensor de los derechos humanos prohíbo una película donde se vean torturas. Si nos ponemos pijos, puedo acabar denunciando una película donde aparezca un personaje fumando con placer. Esto puede acabar siendo demencial. El cine es ficción.

Nacho Vigalondo: Entiendo que hacer una analogía entre un crimen en una película de ficción y un crimen real es peligroso e incluso puede ser una falta de respeto a las víctimas reales. Por otra parte, esto me ha recordado un caso que no hay que olvidar: el secuestro de la portada de los príncipes en El Jueves. Recordemos que lo que desencadenó el proceso judicial por el que se retiró la tirada no fue la portada en sí, sino la reacción que suscitó un reportaje jaleándola en Aquí hay tomate. Fue el programa el que suscitó el escándalo. Aquí pasa algo parecido: el escándalo no lo ha desencadenado el pase en Sitges, sino un reportaje en El Mundo y otro en el programa de Concha García Campoy. Una vez más, la denuncia no viene del objeto sino de la lectura que hacen algunos medios. Tenemos que pedirles responsabilidad.

Público: Hay dos capítulos en el tránsito de A Serbian Film' por los festivales españoles. Por un lado, el caso de Sitges, donde se pasó sin problema en un principio. Y, después, la suspensión cautelar del pase en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. ¿Sienta un precedente a la hora de programar festivales?

Javier Angulo: Lo de San Sebastián sienta un precedente inquietante si los jueces se dedican a prohibir cautelarmente las proyecciones de películas. Entramos en un terreno resbaladizo, en el que diferentes asociaciones se dediquen a denunciar películas por diversos motivos. Por otra parte, existe la posibilidad de la autocensura para evitar problemas, pero creo que no va a pasar. Debemos practicar el sentido común. La película no está hecha para el gran público, sino para el circuito de festivales especializados en terror.

Nacho Vigalondo: Creo que el peligro es, sobre todo, para los programadores que pueden identificar peligros nuevos a la hora de decidir qué películas proyectar. Pero nos salvaguarda la proyección internacional. Este es el único país donde ha pasado.

Público: ¿Tiene alguna explicación?

Nacho Vigalondo: No cabe duda de que España está haciendo el ridículo y se ve en las reacciones que a nivel internacional está generando la situación. Habría que ser muy arrogantes para pensar que sólo nosotros hemos visto el engaño de esta película y que el resto del mundo se ha dejado seducir por su retórica. O el planeta se equivoca o estamos haciendo un ridículo enorme.

Javier Angulo: Es cierto. Me ha escrito y llamado mucha gente preguntándome qué está pasando. Por otra parte, es inconcebible que se intente matar al mensajero en vez de al productor o al director. Interpol existe, no me sirve ese argumento de que como están lejos no se ha podido iniciar el proceso contra ellos.

Nacho Vigalondo: Es tan sencillo como que, según la clasificación de películas en Serbia, la cinta no es pornográfica. Me pregunto qué pasa con Saló (Passolini), que incurre en el mismo artículo del Código Penal empleado para juzgar A Serbian Film. Como Saló es una película prestigiosa, se lo permitimos. No podemos ser tan hipócritas como para denunciar una porque es una mierda y la otra no porque es de calidad. Además, hay una imputación real contra una persona con nombre y apellidos. Se ha manchado a una persona ligándola con la pederastia. El daño está hecho.

Público: También se abre el debate de la función de los festivales.

Nacho Vigalondo: Los festivales tienen hoy una importancia mayor de la que tenían antes. Hace años iba a Sitges y sabía que lo que veía era un anticipo de lo que se estrenaría. Ahora es la única manera de ver cierta clase de cine que no va a llegar nunca a las salas. Es la oportunidad de ver el cine que plantea nuevos retos.

Javier Angulo: La Seminci está especializada en cine de autor. Los festivales empiezan a ser la última trinchera para muchas películas, a no ser que ganen premios y acaben estrenándose. Ya no se ven ni en la tele. Este año tuve películas muy fuertes, como Pico, filme alemán donde tres chavales coinciden en una celda y hacen bestialidades a uno de ellos. La programamos porque creímos que era interesante. No podemos tapar el horror.

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