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Muere la novelista de la educación española

Josefina Aldecoa, pegadoga y escritora, falleció ayer con 85 años.

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Josefina Aldecoa, pedagoga y escritora, falleció ayer en su casa de Mazcuerras, Cantabria, con 85 años recién cumplidos, a causa de una insuficiencia respiratoria. La autora de Historia de una maestra padecía alzhéimer, enfermedad que la había apartado de la dirección del colegio Estilo de Madrid y de la vida pública. 'Nuestro país pierde una mujer valiente y lúcida, un espíritu indomable', dijeron en un comunicado los trabajadores del colegio que ella misma había fundado en 1959 y que fue, quizá, su gran obra.

A la literatura, sin embargo, había llegado antes que a la pedagogía. Muchas tardes de la posguerra las pasó en la Biblioteca Azcárate de León (había nacido en La Robla, el 8 de marzo de 1926), junto al grupo fundador de la revista poética Espadaña. El poeta Antonio Gamoneda, algo más joven que ella, lo recuerda porque él mismo iba a estudiar a esa biblioteca de la Fundación Sierra Pampley, apéndice de la Institución Libre de Enseñanza, y se los cruzaba. 'Era un poco la musa de todos ellos', cuenta Gamoneda, que subraya 'la enorme inteligencia de su obra, que arrastra elementos relacionados con su vocación didáctica'.

En Madrid, adonde llegó en 1944 para estudiar Filosofía y Letras, acabó doctorándose en Pedagogía y agrupándose con los escritores de la generación del medio siglo: Ignacio Aldecoa, con el que acabó casándose y del que tomó su apellido cuando un infarto la dejó viuda en 1969; Rafael Sánchez Ferlosio, junto al que tradujo el primer cuento de Truman Capote publicado en España, Maese miserias, en 1961; Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos y Alfonso Sastre, entre otros.

Su gran obra, sin embargo, se erigió en la colonia de El Viso. Un colegio pequeño, casi familiar, laico, quiso mantener vivo el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza en medio de un país uniformado. Su hija Susana ha heredado la dirección.

Las breves incursiones literarias durante los años sesenta se interrumpieron durante más de diez años, tras la muerte de Ignacio Aldecoa. Luego, tras reunir una antología de cuentos de su marido, seleccionó y prologó varios relatos de sus compañeros de generación en un libro con título programático: Los niños de la guerra (1983). La educación y la memoria, ejes de toda su obra, levantan su trilogía Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). 'Era un estilo claro, transparente, traspasado de pensamiento', señala el poeta Antonio Colinas.

'Paradigma perfecto de la mujer humanista', según Carmen Caffarel, fue galardonada con la Medalla de la Igualdad el pasado Día de la Mujer, que no pudo recoger. Junto al apellido (el suyo era Rodríguez), quizá asumió una labor de continuación de la obra de su marido: 'Quizá sintiese una especie de vocación, cómo diría yo, de continuidad de la obra de Ignacio', reflexiona Gamoneda. 'Una cosa un poco rara para una mujer de mi generación', según la novelista Carme Riera. Sus restos serán incinerados esta tarde en Santander y enterrados en la intimidad familiar.

 

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