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Las escritoras árabes se destapan

Las poetas Fatena al-Gurra y Maram al-Masri muestran un nuevo perfil de mujer que se enfrenta al fundamentalismo. La temática sexual y los textos reivindicativos sortean la censura gracias a internet

PAULA CORROTO

La poeta Fatena al-Gurra, nacida en Gaza hace 36 años, no utiliza velo para hacer esta entrevista. Viste vaqueros y deja suelta su melena negra, aunque a la hora de hacerse fotos no duda en colocarse el pañuelo. 'Es un símbolo de respeto a mi familia', aclara. Maram al-Masri (Siria, 1962), también escritora, va más allá: maquillada, sonríe seductora a la cámara mientras juega con su largo pelo. Y en ningún momento se le ocurre cubrirse la cabeza.

Al-Gurra y Al-Masri son amigas. Como mujeres árabes, musulmanas y escritoras ambas participaron hace unos días en el Festival Cosmopoética de Córdoba, las dos tienen un pasado común: huyeron de sus respectivos países y de sus familias, muy conservadoras, sobre todo en el caso de la escritora palestina, y ahora viven en Europa. Al-Masri en París y Al-Gurra en Amberes, donde consiguió un apartamento después de pasar seis meses en un centro de refugiados, tal y como contó a este periódico en febrero de 2010. Las dos se dedicaron también a los versos como forma de supervivencia. 'La poesía es el aire que me sirve para respirar', comenta Al-Gurra, que en España ya ha publicado el poemario Excepto yo (El Gaviero). 'Es mi lucha contra la violencia, porque la poesía siempre es compasión. Y, si empecé a escribir, fue porque quería recobrar mi identidad. Estaba muy enfadada con la cultura de mi país', matiza Al-Masri, autora de Cereza roja sobre losas blancas (Lancelot), un poemario que lleva ya cuatro ediciones en nuestro país.

'La interpretación del Corán está hoy equivocada', dice Al-Gurra

Estudiantes universitarias (Al-Gurra es licenciada en Literatura árabe y Al-Masri en Literatura inglesa), ejemplifican lo que se está viviendo en estos momentos en el mundo árabe: la rebelión por parte de la mujer educada y formada con respecto a la interpretación más fundamentalista y machista de los textos religiosos, y que del mismo modo conservan ciertas tradiciones como símbolo cultural. Sus nombres se unen al de otras escritoras árabes jóvenes musulmanas y cristianas recientemente traducidas al español como Saphia Azzedine (Confesiones de Alá, en Demipage) y Joumana Haddad (Espejos de las fugaces, Vaso Roto), que con sus textos y declaraciones muestran que algo importante se está moviendo en la otra orilla del Mediterráneo en el ámbito de las mujeres.

'El velo es como cualquier otra prenda. Nadie debe decir lo que otro debe llevar. Sé que es un símbolo islámico, pero para mí tiene un significado más cultural y en público quiero llevarlo por respeto a mi madre. Delante de ti no lo uso, porque me ofreces confianza', explica Al-Gurra, que reconoce ser creyente. En el caso de Al-Masri, a pesar de profesar la religión musulmana, procede de una familia donde las mujeres nunca llevaron pañuelo, por lo que no se ve obligada a utilizarlo. Tampoco critica a aquellas que se cubren su rostro con él: 'Si toman esa decisión, ¿por qué se lo tienen que prohibir?', señala.

Al-Masri: 'La poesía es mi lucha contra la violencia, es siempre compasión'

Las dos escritoras saben también que las palabras pueden manosearse y cambiar su significado. Las lecturas de los textos siempre son múltiples. Desde sus pequeñas atalayas, luchan por mostrar la otra cara del Corán, la que no está teñida por proclamas fundamentalistas, que 'son las que están atacando cada vez más a la mujer en nuestros países', señala Al-Masri. Para Al-Gurra, el gran problema del texto coránico es que ha sido interpretado por hombres, los cuales han tergiversado los significados. 'Ahora mismo la interpretación del Corán está totalmente equivocada. Si lo hubieran traducido las mujeres, sería un texto diferente. Por ejemplo, en ningún momento dice que la mujer no pueda hablar con un hombre desconocido, que es algo a lo que mí me obligaron en mi adolescencia', añade.

Afortunadamente, como Al-Gurra y Al-Masri confirman, cada vez hay más mujeres en sus países que se lanzan a la escritura, que leen y que no están dispuestas a pasar por el aro que mutiló a sus madres y abuelas. Muchas ni siquiera pretenden emigrar a Europa, como les sucedió a las dos poetas, sino que desean desarrollar su talento en sus países y soltarse de las amarras. Uno de los campos en los que se están conociendo las nuevas voces es internet. La red está abriendo el camino para que las escritoras cuelguen sus poemas amorosos, incluso eróticos, y textos reivindicativos.

La presencia de la temática sexual escrita por mujeres es uno de los cambios más importantes de los últimos años. Mientras por la calle las mujeres cada vez van más tapadas, el destape ha llegado a internet. 'En el mundo árabe sí es un motivo transgresor, y hay muchas revistas, artículos, escritos por mujeres en la red, en los que se aborda este tema. También aparecen cada vez más mujeres desnudas en diferentes webs de revistas', cuenta Al-Masri.

Pero la red es también el sendero para sortear la censura. Es la herramienta para evitar lo que le ocurre a los textos de Al-Gurra y de Al-Masri: que no existen en sus respectivos países. En sus versos, la poeta siria aborda las relaciones entre hombres y mujeres con una gran carga de sensualidad. No omite tampoco la violencia que sufren muchas de ellas por parte de los hombres, como muestra en su último poemario Señales del cuerpo. Cada vez que un hombre me abandona me vuelvo más hermosa / más hermosa, escribe Al-Masri en uno de los poemas. 'Siempre he querido expresar el deseo, la decepción, el dolor, pero también la felicidad de las mujeres', afirma. Y le ha salido caro. 'A los 19 años intenté publicar mi primer libro y no pude hacerlo', confiesa.

Internet también ha sido uno de los medios que ha posibilitado las revueltas en los países árabes en los últimos meses. De nuevo, ha sido el reflejo del movimiento soterrado que hay en estos países, principalmente entre los jóvenes. Tanto Al-Masri como Al-Gurra simpatizan con lo sucedido en estos países, pero no cantan victoria. 'No estoy muy segura de que las potencias occidentales les dejen conseguir sus sueños. Pueden volver a convertirse en dictaduras con otra cara', apostilla Al-Gurra. Ambas están en desacuerdo con la intervención en Libia. 'No lo están haciendo por el bien de los libios. Estoy en contra del loco de Gadafi, pero ahí hay también muchos intereses', apostilla la poeta palestina.

Desde que consiguió huir de su país (Somalia) y denunciar los excesos de su religión (el islam), Ayaan Hirsi Ali es una de las principales defensoras del choque de civilizaciones. Vivir en Occidente significa renunciar a los valores arcaicos enseñados en el mundo islámico, porque 'creer que el diálogo entre las distintas fes atraería como por arte de magia al islam al rebaño de la civilización occidental' es ingenuo. 'No ha sido así, y no lo será nunca', escribe en su biografía ‘Nómada' (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), que presentó ayer en Madrid. Su educación islámica le hizo entender que 'el islam, como teología, no es democrático' y considera que la prohibición del burka es algo 'simbólico para defender los valores occidentales'.  

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