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Woody Allen alegra el día a Cannes

La película ‘Midnight in Paris' inaugura el festival de cine entre aplausos

 

 

 

 

SARA BRITO

Querer lo que no se tiene y pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor es, además de humano, digamos alleniano. Midnight in Paris, la nueva y encantadora película de Woody Allen, con la que la 64 edición del Festival de Cannes echó ayer a andar, quiere mostrar las contradicciones de la nostalgia en una comedia romántica con forma de cuento y gusto a ensoñación. Allen (Nueva York, 1935) homenajea sin complejos a la ciudad de París con su película más imaginativa en años, después del periodo más realista de sus últimas entregas. A la salida del pase del filme hubo aplausos y risas en la primera película del Festival, producida por Mediapro (algunos de cuyos accionistas son editores del diario Público), que se presentó ayer en sección oficial fuera de competición. De hecho, Allen nunca compite con su cine. Ha ido a festivales por todo el mundo, muchas veces a Cannes, aunque nunca ha estado en competición. 'Eso lo fastidiaría', reconoce Allen.

Midnight in Paris narra los días parisinos de una pareja americana a punto de casarse (Rachel McAdams y Owen Wilson). Gil, un guionista que aspira a ser escritor de novelas y que cree a pies juntillas en todos los tópicos del París romántico, sobre todo el de la ciudad de la luz con lluvia incluida. E Inez, una pija californiana enamorada de Malibú y cuyos padres son republicanos y simpatizantes del Tea Party.

Las cosas empezarán a torcerse cuando la pareja se tope con dos amigos (Michael Sheen y Nina Arianda), bien entrenados en aquello de la arrogancia cultureta. Con ellos visitarán Versalles, el Louvre y también el Museo Rodin, donde tiene lugar la aparición más anunciada de la película, Carla Bruni, que interpreta a una guía de museo. No pasa del cameo discreto en tres secuencias que suman unos pocos minutos.

Como antídoto a tanto tedio snob y a su galopante neurosis, el protagonista, Gil, emprenderá largos paseos nocturnos que acabarán desembocando en viajes soñadores y lisérgicos al pasado a bordo de una máquina del tiempo en forma de coche de época. Cada noche, un Owen Wilson estupendo -como nuevo y refrescante álter ego de Allen- se encontrará en medio del barullo y el swing de las vanguardias del París de los años veinte, donde se convertirá en compañero de juergas e inquietudes artísticas de una variada y excéntrica tropa: Hemingway, Dalí, Gertrude Stein, Zelda y Scott Fitzgerald o Luis Buñuel, al que acabará sugiriendo la idea para El ángel exterminador en una de las muchas secuencias hilarantes del filme. Repleto de referencias culturales, lanzadas sin pedantería y con generosas dosis de humor, Allen entrega una galería de personajes entre caricaturescos y tiernos, a la vez que emprende un alegato por el amor y el presente.

Ocurrente y desternillante, sarcástico a la vez que tierno, Allen muestra en Midnight in Paris una de sus obsesivas fantasías: poder saltar a la ficción, imaginar que un personaje es capaz de huir de la realidad y entrar en las fronteras del arte. Así lo hizo en La rosa púrpura de El Cairo, y así también en El episodio Kuglemass, un cuento que el cineasta y también escritor (igual que el protagonista de Midnight in Paris) publicó en The New Yorker en 1977, en una de las referencias más evidentes de esta película. En él, un hombre en plena crisis de madurez, se cuela en Madame Bovary, de Flaubert, y acaba enamorándose de la protagonista, Emma. Si bien los flashbacks de Midnight in Paris se hacen hacia el pasado y no hacia una ficción literaria o cinematográfica, son producto de la mirada idealizada de Allen al pasado: un París venerado, una época imaginada y glorificada en sus años de juventud y formación.

Midnight in Paris es un cuento con sus campanadas a medianoche y su hechizo, también con un amor imposible pero auténtico, que el protagonista encuentra en el personaje que interpreta Marion Cotillard, encarnación de la musa, satirizada en el filme como una suerte de fan del artisteo de vanguardia.

Todo ello bajo las luces de un dorado París, fotografiado por Darius Khondji, que trasciende las postales turísticas con las que se abre el filme y que dibuja una ciudad que es en realidad el territorio de los sueños de todos.

Woody Allen ha demostrado estar en un momento de frescura y fabulación capaz de entregar giros narrativos geniales (el doble viaje en el tiempo, por ejemplo). El autor de Manhattan dejó otra vez claro que es uno de los mejores cineastas a la hora de hablar de lo que imaginamos de las ciudades y de lo que estas cuentan sobre los seres humanos. 'Este no es un París cualquiera, es mi París, una visión totalmente subjetiva', decía ayer al recordar que hace 46 años ya trabajó en la ciudad en su debut cinematográfico cuando rodó ¿Qué pasa Pussycat? Y mucho después cuando filmó otras tantas secuencias para Todos dicen I love you. Sin embargo, Midnight in Paris es la primera película que ha rodado íntegramente en su ciudad soñada.

Los giros, las situaciones hilarantes y el ritmo rápido y ágil son puntos fuertes del quinto filme de Woody Allen que es seleccionado para inaugurar el Festival de

Cannes. La primera película del certamen deja ya una secuencia inolvidable: aquella en la que el protagonista encuentra a Dalí, caricaturizado magistralmente por Adrien Brody, que le habla, como buen histriónico surrealista, de su obsesión por los rinocerontes. Junto a Buñuel y Man Ray, entenderemos que viajar a través del tiempo puede ser todo menos extraño.

Owen Wilson es Gil

Guionista de Hollywood enamorado de París, donde aspira a acabar su primera novela, Gil es un tipo romántico y soñador, que piensa que todo tiempo pasado fue mejor. Viajará a los años veinte parisinos, donde se irá de juerga con los miembros de la Generación Perdida.

Rachel McAdams interpreta a Inez

Hija de fervientes republicanos, simpatizantes del Tea Party, Inez es una niña pija californiana cuyo mayor sueño es vivir en Malibú. La prometida de Gil es 'manipuladora y seductora a partes iguales', tal y como la define Allen.

Kathy Bates es Gertrude Stein

Estupenda Kathy Bates en el papel de la escritora, mecenas y coleccionista americana Gertrude Stein, cuya casa en París fue lugar de encuentro de los artistas de las vanguardias. Stein es en ‘Midnight in Paris' la consejera literaria de Gil.

Carla Bruni es guía de museo

Era el papel más esperado y breve. El cameo de Carla Bruni se resume en tres apariciones en el papel de la guía del Museo Rodin con la que el protagonista acaba simpatizando. Bruni está tensa en las dos primeras secuencias y mejor en la tercera (en la que lee y traduce un diario para Gil).

Marion Cotillard es Adriana

Es la musa o, como la llaman en la película, 'la ‘groupie' de los artistas'. Cotillard interpreta a una bella mujer de los años veinte de la que se enamorará el protagonista y que había sido amante de Braque Modigliani y Picasso.

Adrien Brody es Salvador Dalí

Su magistral aparición se concreta en una secuencia en la que Gil se topa con Buñuel, Man Ray y el propio Dalí, pero Adrien Brody (el genio de Cadaqués) reparte risas e histrionismo a dos manos.Una ocurrencia hilarante y disparatada y caricatura genial del surrealismo. Buñuel, Ray y Dalí son, por supuesto, los únicos que toman con naturalidad que Gil sea un ciudadano del futuro.

Corey Stoll es Hemingway

Garrulo y alcohólico, mujeriego y sentencioso, la caricatura de Hemingway es la más conseguida de los personajes históricos que imagina Allen.  

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