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"Venimos a buscar cristianos y especias"

'Derrota de Vasco de Gama' rescata el testimonio de un tripulante del primer viaje marítimo desde Occidente a la India

BRAULIO GARCÍA JAÉN

El 8 de julio de 1497, cuatro años después de que Cristóbal Colón hubiera descubierto el nuevo continente (aunque aún nadie sabía que fuera nuevo, ni que se llamaría América), un navegante portugués emprendió una travesía con el mismo horizonte que el genovés. Vasco de Gama quería llegar a la India por mar y evitar así el férreo control que, sobre todo Venecia, ejercía sobre el comercio oriental a través del Mediterráneo. Dos años después, tras haber bordeado África, pasado el cabo de Buena Esperanza y llegado hasta la India, regresó a Lisboa con su gran empresa concluida. Por primera vez, Occidente había atracado en la India, tierra de provisiones y campo abierto para la expansión cristiana. Y Vasco de Gama, noble de mediana alcurnia a quien quizá el rey portugués había encargado la expedición con la idea de alejarlo antes que con la esperanza de que la culminara, se convirtió en mito.

Un mito que en absoluto viene a arruinar Derrota de Vasco de Gama (Acantilado), el relato de uno de los tripulantes de aquella expedición y del que ahora se publica una traducción española. El término 'derrota' del título no debe leerse en su acepción más habitual, sino en la de 'rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones'.

El portugués logró lo que intentaba Colón camino de América: llegar a la India

Porque el viaje, de hecho, fue una gran victoria tanto para su capitán mayor, Vasco de Gama, como para el rey Manuel I y su país. 'A partir de ese viaje la presencia portuguesa en oriente creció de forma rapidísima y en diez años controlaron todos los puertos importantes de Oriente', explica Isabel Soler, la traductora y autora del extenso prólogo que introduce esta versión.

Los historiadores han dado en atribuir su autoría, casi como un recurso literario, a un tal Álvaro Velho, que formó parte de la expedición pero del que no hay prueba de que fuera el verdadero autor. Anónimo, por tanto, y escrito como un registro de viaje, sin brillantez literaria, el relato aporta sin embargo una perspectiva única: la del testigo ocular. 'Lo interesante es que el autor fuera un testigo de vista y no un cronista que tuviera que explicar la versión oficial del viaje', explica Isabel Soler, profesora de filología portuguesa en la Universidad de Barcelona.

Las notas van desde los avistamientos de alcatraces en mitad del Atlántico, hasta el encuentro, no siempre cordial, con los nativos en los diferentes puntos que tomaron tierra. La bahía que cierra el actual cabo de St. Martin, en la costa surafricana, por ejemplo: 'En esta tierra hay hombres oscuros que no comen sino lobos marinos y ballenas, y carne de gacelas y raíces de hierbas. Y andan cubiertos con pieles'. Los perros, apunta de pasada, ladran como en Portugal.

Portugal buscaba ampliar mercados y continuar con las Cruzadas

Cuando por fin lograron desembarcar en Kappakadavu, junto a Calicut, habían pasado diez meses. Gracias a dos tunecinos que vivían con los nativos y hablaban 'castellano y genovés', los portugueses pudieron comunicarse. El autor reproduce el diálogo entre el enviado de Vasco de Gama, que se había quedado fondeado en su nave junto a la costa, y sus huéspedes, que preguntan por los motivos de un viaje tan largo:

La referencia a la supuesta cristiandad de la India se repite, de hecho, con insistencia. 'Esta ciudad de Calicut es de cristianos, los cuales son hombres oscuros y andan con grandes barbas y los cabellos de la cabeza largos, y otros llevan las cabezas rapadas y otros van trasquilados'. Una impresión que, obviamente, resultó falsa, aunque se mantuvo durante años, incluso tras el regreso a Lisboa, aunque quizá no infundada.

'Eso es lo que quería escuchar el rey, porque formaba parte de su proyecto expansivo', explica Isabel Soler refiriéndose al monarca Manuel I, yerno de los Reyes Católicos españoles. 'Era un rey muy mesiánico, con la idea de llegar a los mercados orientales, pero también de cristianizar al mundo entero y destruir a los infieles y la ciudad de La Meca', añade. Algo, por otra parte, que lo hermanaba con su suegro Fernando el Católico o Francisco I de Francia.

El relato se interrumpe el 25 de abril de 1499, dos meses antes de que terminara el viaje, al que sólo sobrevivieron 55 de los 148 hombres que partieron. Isabel Soler: 'No sabemos si el autor murió, si cayó por la borda o si se quedó en África'.

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