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Fallece a los 87 años el escritor y político Jorge Semprún

Figura esencial para comprender el siglo XXI, su vida estuvo marcada por su deportación al campo de concentración de Buchenwald.

GUILLERMO RODRÍGUEZ

El escritor, intelectual, luchador antifranquista en la clandestinidad y exministro de Cultura Jorge Semprún ha fallecido hoy a los 87 años en su domicilio parisino de la rue de l'Université, acompañado de sus hijos y de sus sobrinos, según ha confirmado el Ministerio de Cultura a Público.

Intelectual y, sobre todo, superviviente del campo de concentración de Buchenwald —una agonía desesperante y desesperada que se prolongó durante 15 meses y que evocó en varias de sus obras, como El largo viaje o La escritura y la vida—, Semprún será también recordado por su otro nombre, Federico Sánchez, aquel que se vio obligado a utilizar en su lucha contra el franquismo desde la clandestinidad como dirigente del PCE. En 1964 fue expulsado del partido junto con Fernando Claudín por discrepar con la línea oficial, que marcaba Santiago Carrillo.

Precisamente Federico Sánchez protagonizó dos de sus obras más reconocidas: Autobiografía de Federico Sánchez, con la que ganó el premio Planeta en 1977, y Federico Sánchez se despide de ustedes, en la que narraba su paso por el Ministerio de Cultura del Gobierno de Felipe González, entre 1988 y 1991, con palabras que en realidad eran dardos envenenados contra Alfonso Guerra.

Sus libros, sus recuerdos, sus palabras, siempre fueron el remedio más eficaz contra la amnesia

Jorge Semprún, muy enfermo en los últimos meses, nació el 10 de diciembre de 1923 en una familia de clase alta. No en vano fue nieto del político conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno durante el reinado de Alfonso XIII en cinco ocasiones. Su padre, el catedrático de Derecho José María Semprún Gurrea, llegó a París en 1936 como encargado de negocios del Gobierno republicano, antes de convertirse en ministro de la República en el exilio. En la capital francesa Semprún echó raíces hasta convertirla en su primer hogar y dominar a la perfección el francés. 

Aparte de las memorias, el ensayo o la novela, cultivó los guiones de cine para directores como Alain Resnais (La guerra ha terminado) o Costa Gavras (Z, La confesión). Fue además uno de los protagonistas de Los Caminos de la Memoria (2009), de José Luis Peñafuerte, descendiente de exiliados españoles nacido en Bruselas.

Su dilatada trayectoria le hizo merecedor de los premios Formentor (1964), Planeta (1977), Fémina (1969 y 1994), el Premio de la Paz de los libreros alemanes (1994), el Jerusalén (1997), el Premio Nonino (1999), la medalla Goethe (2003), el Fundación Lara (2003), el Annetje Fels-Kupferschmidt (2006) y el Terenci Moix (2010).

 

En un artículo publicado el año pasada en el diario francés Le Monde y titulado Mi último viaje a Buchenwald, Semprúm dejó escrito: 'Ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino irritado, extraordinariamente incómodo ante la idea de que pronto ya no estaré…'.

En una de sus últimas entrevistas, concedida al diario Público con motivo de la publicación de la biografía que recorre su intensa vida en Lealtad y traición, publicada por Tusquets, el intelectual español que vivió en París hacía balance de su vida: 'Para mí, la vida ha sido muy fácil. Si comparo mi salida con la de Fernando Claudín, es jauja. Él lo perdió todo, se quedó en la calle con mujer y dos hijas. Sin nada. Me considero un hombre con muchísima suerte. Yo lo que mejor he hecho en la vida ha sido el trabajo de clandestinidad: nadie ha sido detenido por mi culpa o por haber organizado mal un trabajo en diez años'.

Hombre cultísimo, su muerte es la de la memoria del siglo XX. Porque Semprún lo vivió todo: la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial, el franquismo, la Transición y la etapa plenamente democrática. Nunca desde un lugar en la sombra; jamás escondido. Fue una figura esencial para comprender el siglo pasado, ese que Semprún contempló siempre con sus ojos vidriosos y un espíritu crítico, nunca displicente. Sus libros, sus recuerdos, sus palabras, siempre fueron el remedio más eficaz contra la amnesia.

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