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París despide a Semprún con versos y el recuerdo de su "integridad intelectual"

Sus amigos y las autoridades recuerdan al escritor en el instituto Henri IV, vivero de intelectuales donde él estudió en los años treinta

ÁLEX VICENTE

No es extraño que sus allegados le dijeran adiós en la Plaza del Panteón. Jorge Semprún la consideraba 'el centro del mundo'. O, por lo menos, del mundo en el que trans-currió su adolescencia, delimitado por las calles tortuosas de un Barrio Latino que entonces todavía no parecía un parque temático para turistas. Algunas mañanas, Semprún era capaz de volver a sentir 'el olor misterioso, volátil y caramelizado' de su infancia madrileña, tal como relató en Adiós, luz de veranos.

París se despidió del escritor y político con una emotiva ceremonia celebrada en el Instituto Henri IV, vivero de las élites francesas por él pasaron Maupassant, Sartre, Foucault, Deleuze y Rohmer, donde Semprún estudió a su llegada al París de los años treinta. En esa ciudad de entreguerras, en la que las boulangères se reían de su acento de exiliado español, el adolescente Semprún terminaría descubriendo la anatomía femenina, la pasión por el saber y la lengua francesa, que adoptó para siempre como propia. Pero también el compromiso político. A finales de 1940, participó en la primera manifestación contra el invasor nazi en los Campos Elíseos.

El actor Michel Piccoli recitó Las flores del mal', de Baudelaire

En ese paisaje de su pasado se celebró, bajo un sol intermitente, el último homenaje público a Semprún, antesde su entierro en la más estricta intimidad, que tendrá lugar hoy en Garentreville, al sur de París. Por el escenario instalado en el patio del instituto pasaron políticos, como el expresidente del Gobierno Felipe González, la ministra de Cultura Ángeles González-Sinde, su homólogo francés, FrédéricMitterrand, y el ex primer ministro Dominique de Villepin,así como la plana mayor de la intelectualidad parisiense, como el filósofo Bernard Henri-Lévy y los cineastasCosta-Gavras y Danièle Thompson, figura central de las tertulias del Café de Flore,que Semprún frecuentó hasta hace pocos meses.

El actor Michel Piccoli recitó El viaje de Baudelaire, el últi-mo poema de Las flores del mal, que Semprún había leído al intelectual francés Marcel Halbwachs mientras agonizaba, rodeado de excrementos, en el campo de Buchenwald. Los versos de Baudelaire, en pie contra 'el enemigo funesto', lograron restituir la serenidad en la mirada de Halbwachs antes de que su vida se extinguiera. A Semprún no le hizo falta poesía. Hacía meses que se preparaba para la muerte.

'Hablamos de lo que estaba pasando en los países árabes'

Pese a la fragilidad física, Semprún conservaba toda su lucidez. 'Hablamos de lo que estaba pasando en los países árabes', contaba Felipe González. El expresidente recordó el paso de Semprún por su ejecutivo, en el que fue ministro de Cultura entre 1988 y 1991. 'Lo recuperé por su carácter simbólico, para que Federico Sánchez, el hombre más perseguido por la dictadura, fuera saludado como representante del Gobierno por la Guardia Civil', dijo González. Pese a todo, reconoció que Semprún fue 'una pieza difícil de encajar' en una España que 'todavía hoy no quiere reconocer que la dictadura fue una dictadura'.

A su lado, Ángeles González-Sinde recitaba un poema de Antonio Machado. 'El poeta no murió por azar en Colliure, sino como exiliado político. Me gustaría recordar que Semprún tampoco ha muerto en París por azar. No vino para hacer turismo', expresó la ministra. González-Sinde entregó a la familia del escritor la Orden de las Artes y las Letras, que el Consejo de Ministros le ha concedido a título póstumo. Su homólogo en el ejecutivofrancés, Frédéric Mitterrand, destacaba poco después la 'integridad intelectual' de Semprún. 'Representaba a la más hermosa de las figuras,al intelectual cosmopolita y novelesco', dijo Mitterrand.

'Me gustaría recordar que Semprún tampoco ha muerto en París por azar'

El influyente economista Alain Minc, consejero de Nicolas Sarkozy y de reputación conservadora, prefirió evocar al amigo que conoció en los pasillos de la universidad. Le definió como 'un ovni francoespañol de un paradójico filogermanismo, europeísta hasta el paroxismo y apasionado conversador, que mezclaba a Marx con el Barça y el Real Madrid', con quien disputó 'muchas partidas de tenis intelectual'.

Otro íntimo de Semprún, el director Costa-Gavras, recordó sus largas jornadas de trabajo para escribir el guión de Z. 'Sólo hacíamos una pausa para jugar alguna partida al millón, que a Jorge se le daba muy bien', dijo. Uno contaba historias acerca de coroneles griegos, mientras el otro le respondía con atrocidades protagonizadas por militares españoles.

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