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Cantante soul, espíritu 'beat'

Se pierde una autora prometedora, heredera de Kerouac y Burroughs

JESÚS MIGUEL MARCOS

La literatura beat tenía un procedimiento simple: vivir y contarlo. Algo parecido al Facebook, pero sólo en la forma. Uno de los secretos de Burroughs, Kerouac y compañía era el secreto de la música pop: que parezca que cualquiera pueda hacerlo. Pero claro, no es tan sencillo. Como dirían Faemino y Cansado muchos años después: 'Si es tan fácil lo que hacemos, ¿por qué no lo haces tú?'.

La imagen de Amy Winehouse que tiene la mayoría de la gente es la de una cantante algo tronada que solía aparecer en las revistas con cara de colgada después de causar algún estropicio. Le pueden dar las gracias a The Sun, que durante años sobrevoló de forma obsesiva sobre la cantante esperando un nuevo gesto de debilidad para arrancar de un picotazo otro trozo de carnaza.

Se pierde una autora prometedora, heredera de Kerouac y Burroughs

Para otros, un poco más cerca de la realidad, Winehouse era una excepcional cantante soul, una rutilante estrella del pop capaz de componer contagiosos estribillos e interpretarlos con una intensidad y convicción desbordantes. Son menos los que saben que Winehouse era la autora de casi todas sus canciones, más allá del estribillo de Rehab, y que con su muerte no sólo se pierde la voz del millón de dólares del siglo XXI, sino una autora prometedora, heredera directa del urgente pulso vital de los escritores beat.

Contar lo que se vive resultará una chapuza, como les ocurrió a los cineastas realistas franceses que precedieron a la nouvelle vague, si tu vida no está regida por tu voluntad, si no aporta nada nuevo, si cuesta hasta identificarla como vida. Y si los beat interesaban, más allá de sus diarios de adicciones, era porque habitaban en otro mundo en medio del mundo, individuos que se atrevían a apartarse de la corriente autómata y experimentaban todo desde una radical vivencia personal. Y eso, como todo lo único, como la vida de Winehouse, contada en sus canciones, atrae.

Su pluma dialogaba con todo lo que le afectaba y siempre decía la verdad

Podría ser la misma melodía, la misma voz, pero Rehab no sería lo mismo si ese estribillo no dijera lo que dice, si no encerrara lo que encierra: casi un epitafio. Con la cantidad de canciones pop vacías que circulan por la radiofórmula, de repente aparece alguien diciendo 'no tengo setenta días' para rehabilitarme. Esa era la velocidad a la que vivía.

Su pluma, consagrada al amor y a las drogas, era imaginativa, dialogaba con todo lo que le afectaba y siempre decía la verdad. Como si todo el esperpéntico caos del que el público disfrutaba en las putrefactas páginas tabloides, en un instante, se ordenara en el interior de la mente y el corazón de Winehouse y nos ofreciera un relato intenso, arriesgado, emocionante y, sobre todo, vivo. La verdadera información.

 

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