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La triste historia de una anoréxica verbal

Viola di Grado debuta con 'Setenta acrílico, treina lana', la gran revelación literaria del año para la crítica italiana

LIDIA PENELO

Un oso que intenta suicidarse pero no lo consigue es el tema del primer cuento que escribió Viola di Grado cuando tenía 5 años. Narrar la cara amable de la vida no le interesa y, a sus 23 años, esta siciliana ha debutado en el mundo literario con Setenta acrílico, treinta lana (Alpha Decay). Una novela triste en la que la protagonista, Camelia Mega, sufre anorexia verbal tras la muerte de su padre. 'Hay una conexión personal con lo que le ocurre. De pequeña hice un pacto conmigo misma y me prometí que no volvería a hablar hasta que cumpliera los 17, pero el pacto fracasó enseguida', confiesa Viola.

Para ella, la escritura es la única forma de comunicación posible y asegura que piensa como escribe. En Setenta acrílico. Treinta lana sitúa a sus desangeladas protagonistas en un apocalíptico Leeds en el que el invierno se eterniza. 'Todo se acaba aquí, hasta las cosas que ni siquiera han empezado, como la comida que se echa a perder antes de que la abras porque la luz se corta a menudo, las flores que mueren antes de abrirse porque no hay sol y los fetos tienen el mal gusto de atragantarse con la placenta', cuenta la protagonista al inicio de la novela.

La escritora bebe del surrealismo, del cine y de la cultura japonesa

'Yo viví en Leeds y me gustó, pero quería cambiar ese lugar. Para mí, escribir es transformar las cosas, no me interesa describir cómo son. Creo que el arte debería ser siempre una invención desde cero', explica. Viola de Grado admite que su punto de vista creativo bebe del surrealismo y que admira mucho a Buñuel. No en vano, el cine es la disciplina que más ha marcado su voz narrativa, pero también su vida cotidiana. De pequeñita miró algunas películas japonesas de los años sesenta y quedó atrapada por aquella estética. Más tarde descubrió la literatura tradicional nipona y le fascinan los diarios de las cortesanas escritos en el año 1000 por ese 'ideal estético basado en la tristeza que desprenden'. La lectura de esos diarios reforzó su fijación por lo poco que dura la belleza. Una fijación presenta en el libro: 'Camelia cree en un tipo de belleza que no se puede compartir, no cree en los cánones de belleza establecidos, ni tampoco en la moda, por eso aprovecha ropa que encuentra en la basura'.

Tras leer la novela y observar el peculiar aspecto de Viola, surge una cuestión inevitable: ¿se identifica con el personaje? 'No, a Camelia le deseo todo lo mejor y me sabe mal haberle dado tan mala vida. Pero para mí vestirme significa llevar puesta mi novela'. Estas excentricidades y la desazón que trasmite su primera obra han provocado que se la compare con Amélie Nothomb, un detalle que le borra la sonrisa. 'Me molesta que digan que soy la nueva Amélie Nothomb porque somos muy distintas, me gustan sus libros pero tenemos maneras distintas de construir las historias'.

'Para mí, escribir es transformar las cosas, no me interesa describir cómo son'

Viola di Grado evita comparaciones y reivindica su singularidad, sin embargo los que quieran saber más de sobre ella tendrán que esperar su próximo libro porque no tiene blog y no piensa tenerlo y su cuenta de Facebook la gestiona su editorial italiana. A esta licenciada en lenguas orientales le gusta vivir en su mundo, tanto es así que asegura no conocer el Movimiento 15-M. No sabe quiénes son los indignados. 'No me siento una habitante del planeta Tierra', confiesa.

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