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Contra la privatización y la explotación: Peter Punk

El dibujante Max resucita a su personaje más anarquista y gamberro 30 años después, en plena crispación social

Peio H. Riaño

No ha vuelto a saber nada de él desde hace casi 30 años. El dibujante Max (Barcelona, 1956), Premio Nacional de Cómic de 2007, le debe la vida al personaje que le dio santo y seña: Peter Punk, rebelde sin escrúpulos dispuesto a darle una vuelta a un mundo echado a perder. Ahora, la editorial La Cúpula ha recuperado los tres álbumes, Peter Pank (1984), Likantropunk (1986) y Pankdinista (1990), en una edición integral que demuestra lo bien que ha envejecido uno de los antihéroes que dieron color y mala baba a los ochenta.

Precisamente, y aunque asegura que no lo ha vuelto a leer del tirón nunca más, reconoce que es una obra 'gamberra y de espíritu punk'. Se refiere a la improvisación con la que trabajaba y a la anarquía misma que reina en el trayecto narrativo del personaje. 'Lo hice sin plan. Cada mes lo improvisaba', las páginas fueron publicadas originalmente por la revista El Víbora. No podía ser de otra manera. 'Por entonces vivía en Barcelona y salía por las noches. Yo no era de ninguna tribu, pero visualmente era muy entretenido contemplar a jóvenes rebeldes divididos en tribus que se odiaban entre sí', recuerda.

El personaje fue muy popular y se comportó como el mejor embajador de un nuevo dibujante que alumbraba con unas formas y contenidos que variaría mucho en su evolución. O no tanto. Max comenta a este periódico su nuevo cómic, que aparecerá en un par de meses en La Cúpula también, protagonizado por un nuevo personaje: ‘Nick'. Y es inevitable trazar ciertas semejanzas entre su nueva criatura y la primera.

El libro se titulará Vapor y es la historia de un tipo que se retira de la sociedad 'porque está hasta las narices de en lo que se ha convertido todo'. Y llega al desierto. 'Es una historia paralela a los eremitas, pero Nick no cree en Dios y no le busca. Se busca a sí mismo. No son tentaciones lo que tiene, son distracciones, el gran mal del mundo contemporáneo. Pero ni en el desierto logra librarse: los tentáculos del entretenimiento llegan a todas partes', aclara.

Es un libro tan delirante y sarcástico con el mundo real como Peter Punk o como, otro de sus éxitos, Bardin el superrealista. Este punkie, enganchado al sexo y las drogas, que exagera al personaje de James Barrie, vive en una isla al margen de todo, intentando refundar la sociedad en la que los rockers, los hippies o las ninfómanas conviven como malamente pueden. Es una sociedad aislada hasta que, en el tercer volumen, es amenazada con desaparecer cuando una empresa llega a la selva para privatizar todo el terreno de la isla tan virgen como pública. ¿Suenan ya los reflejos con la actualidad?

'Es lo que ha sucedido a lo largo de la Historia cuando aprietan tanto, que todo termina por explotar. Esto necesariamente le sonará a mucha gente, pero en el momento en el que lo hice solo quería contar cosas de manera divertida. Ten en cuenta que en aquellos años todos trabajábamos sin impedimentos. Estrenábamos democracia, trabajábamos con mucha libertad y nadie se molestaba tanto como ocurre hoy. No estábamos preocupados por el futuro', Max hace referencia al talante incorrecto, a la actitud beligerante y provocadora, que prima en toda la narración, que la convierten hoy en un vestigio del atrevimiento más libre.

Sabe de la oportunidad de la resurrección de Peter Punk. 'Llevamos cinco años intentando darle vida por la falta de originales. Ha habido que 'remasterizarlo' casi entero. Pero es cierto que aparece en un momento en el que la situación social es precaria y explosiva', explica de este alegato sulfúrico contra las reglas mal pensadas. 'Los jóvenes de entonces, son los que manejan el cotarro tan mal hoy'.

Pero Max no ha empeorado tanto como sus compañeros de generación. ¿Por qué? 'Sigo cabreado con el mundo y estoy orgulloso de no haberme pasado al enemigo. He sabido quedarme en mi sitio', sin más. Además, sigue escuchando su música guitarrera 'y cuanto más ruidosa, mejor'. 'Ni siquiera me gusta el jazz, sigo poniendo a The Class'.

Pero con los años ha matizado. Se ha vuelto menos maximalista, bromas a un lado. Justamente ha sido la tónica insatisfactoria que se lee en sus obras, la que le ha impulsado a seguir probando cosas nuevas. Ese ímpetu le ha llevado a transitar por la mitología, la filosofía, etc. 'Sigo trabajando con la misma libertad de planteamientos que antes', asegura. De hecho, en Peter Punk anuncia una de sus herramientas claves que le han convertido en una digna referencia del género: el extrañamiento. En este caso, sacó a las tribus urbanas de la ciudad y se las llevó a la selva. En una perspectiva nueva. 'Al cambiar de sitio la luz, las cosas de pronto se ven claras. Eso lo he hecho desde entonces', reconoce. ¿A dónde tendremos que llevar Europa para verle los problemas?

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