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Maupassant rematado en corto

Páginas de Espuma publica en dos volúmenes la edición completa y definitiva de los 301 cuentos del escritor naturalista más destacado del género breve

PEIO H. RIAÑO

“El pensamiento enfermo devora la carne del cuerpo más que la fiebre o la tisis”, escribe Guy de Maupassant (1850-1893) en El Horla (1886), uno de sus relatos de cabecera, algunos años antes de ser internado en un hospital psiquiátrico tras intentar quitarse la vida, presa de la inquietud y los frecuentes accesos de violencia. Esa enfermedad le atrapó intensamente, sobre todo, en blanco sobre negro: escribió 301 cuentos y siete novelas, desde el momento en que su maestro Gustave Flaubert (1821-1880) le autorizase a poner su nombre al pie del relato que le hizo célebre en un instante: Bola de sebo (1880).

Esa firma, su firma, su obra, será de tal ímpetu que, como le explica uno de sus médicos por carta, “habría matado a diez hombres normales”. Por si fuera poco, el doctor le asegura que es evidente que esa vida dedicada a la ficción le ha “enloquecido y roído su cuerpo”. Esa trayectoria es la que recoge en dos magistrales volúmenes la editorial Páginas de Espuma, que publica sus 301 cuentos, gracias al trabajo de traducción y edición de Mauro Armiño. El propio Armiño ordena cronológicamente cada uno de ellos y realiza una reunión temática en las notas introductorias: desde el adulterio, ahogamiento, amor, animales, balnearios, bastardía, cadáveres, campesinado, hasta la violación, pasando por la locura. Un repertorio variado.

Los relatos recorren con crueldad y sutileza la condición humanaBola de sebo es una de las cimas del cuento naturalista y el relato que Flaubert calificó de obra maestra desde el mismo instante en que lo leyó. “Una obra maestra de composición, de humor y de observación”, insistió por carta a una sobrina suya. “¡Este pequeño cuento quedará, puede estar seguro!”, le escribe al propio Maupassant, con algunas sugerencias para mejorarlo. Inspirado en una anécdota real que le contó su tío, la acción transcurre en 1870, seis meses después de que Alemania le haya declarado la guerra a Francia, con la descripción de un ejército hecho jirones, espectros que cruzan la ciudad, tras la derrota frente a las tropas prusianas.

En Bola de sebo, como en casi todos los cuentos, predomina la mirada irónica manejada con maestría, así como las descripciones minuciosas y dramáticas de los escenarios. Émile Zola (1840-1902) incluyó el cuento en el volumen Las veladas de Médan. Cuentos sobre la guerra franco-prusiana de 1870, con autores que vistieron la bandera del naturalismo. El propio Maupassant volverá a esta guerra en otros cuentos como Mademoiselle Fifí, Dos amigos o La aventura de Walter Schnaffs.

El pensamiento enfermo de Maupassant tocó cima en El Horla, donde un burgués con la vida perfecta y todas las comodidades envidiables, cae en “una inquietud nerviosa”, que le mantiene las noches en vela. “Mi humor se agrió”, dice el protagonista. Un ser nuevo e invisible acaba de aparecer en la Tierra para devorar al ser humano y adueñarse del planeta. Si bien la malvada figura del ser no es más que una ingenua presencia, lo verdaderamente angustioso de la primera versión del cuento es el sanedrín de médicos que siguen su historia con atención para confirmar la cordura o locura del enfermo hospitalizado.

El espanto es autobiográfico y la prensa aprovecharía en 1892 para relacionar el estado alucinatorio del autor encerrado con este cuento. “Nuestro desventurado colega Guy de Maupassant, internado hoy en una casa de salud, era víctima desde hacía tiempo de alucinaciones. Tenía la alucinación del miedo, que es el tema de varios de sus relatos. Cuando publicó El Horla [en 1886], los médicos vieron en él el pronóstico seguro de su futura alienación mental”, publica en L’Écho de la semaine.

En otros cuentos, el autor llega a jugar con elementos escatológicosEn alguno de los cuentos que dedica al horror, con crímenes y delirios, lanza la idea de Dios como supremo malvado (Moiron), como principal exterminador. Con un estilo conciso y expresivo cuida especialmente la construcción de la atmósfera (La casa de Tellier o La madre de los monstruos) y se lamenta, en la crónica Lo fantástico incluida en esta colección, de que “dentro de 20 años el miedo a lo irreal no existirá ni siquiera entre la gente de los campos”. “El resultado de todo esto será, evidentemente, el fin de la literatura fantástica”, mucho confiaba en la seguridad del ser humano Maupassant al creer que perdería sus miedos en dos décadas, cuando ha pasado siglo y medio y sigue igual.

Esta exhaustiva compilación muestra cómo el escritor francés recorre con crueldad y sutileza la condición humana, de la que florecen el crimen y la ternura. Desde las notas más ordinarias, para desvelar los aspectos más horribles y admirables del comportamiento de sus personajes. Desde el adulterio a las herencias, para hacer referencia a la avaricia, los engaños, la codicia, sin lanzar una feroz crítica contra esa ruina moral, siempre de manera imperceptible a primera vista.

El énfasis picante nutre muchos de los cuentos, tocando la irrisión escatológica en alguno de ellos como La tos. “Cuando se trata de una nueva relación que podemos suponer sentimental, hay que tomar evidentemente algunas precauciones para no molestar al vecino de cama, y para conservar cierto prestigio, poesía y autoridad”. Ya se puede imaginar el lector hacia dónde camina Maupassant: desde el silencio de la noche a “un discreto ruido de trueno intestinal”... llámelo “tos” para guardar las formas.

“Ella se hallaba en el mismo caso, atormentada, torturada por unas ganas locas de toser (cuando digo toser, entiendo que usted hace la transposición)”, escribe Maupassant al amigo que dirige el relato. Por supuesto, cuando ella “tose”, él está despierto. La discusión que sigue es hilarante: “¿Quieres acabar con esta murga? Sabes de sobra que has sido tú”. La noche acaba con un concierto de “toses” y la felicidad.

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