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El sociólogo que prendió los contrafuegos

Francia celebra los diez años de la muerte de Pierre Bourdieu

ANDRÉS PÉREZ

En un mundo perfecto, no existiría la sociología y sobre todo no existiría una obra como la de Pierre Bourdieu. Pero el mundo sigue siendo imperfecto, y por eso no sólo la sociología conserva su valor, sino que además son los sociólogos más acerados los que se están ganando respeto. Francia festeja hoy el décimo aniversario de la muerte de uno de ellos, Pierre Bourdieu. El científico que fuera muy criticado por el pensamiento único parisino en su día, hoy está traducido a 34 lenguas y se ha convertido en el más citado por las revisas científicas de todo el mundo.

'La sociología es la ciencia que se pregunta por qué las cosas ocurren como ocurren en la sociedad. Es decir, por ejemplo, ¿por qué los hijos de profesores salen mejor adelante en la escuela que los hijos de obreros?', explicaba Bourdieu hacia el final de su vida, como ha quedado retratado en el documental La sociología es un deporte de combate.

«La sociología es un combate contra el orden social dominante», decía

En ese filme realizado por Pierre Carles, se ponía en escena una serie de entrevistas que dio el insigne miembro del Collège de France a la modesta radio local de una periferia deprimida. Como sabía además que en aquellas entrevistas hablaba a jóvenes a menudo desesperados por el paro y las discriminaciones, para acabar de definir la ciencia social añadió, para ellos: 'La sociología es un deporte de combate contra el orden social dominante'.

Porque Pierre Bourdieu, nacido en una muy modesta familia agrícola cerca de la frontera vasca, perteneció a esa rara especie de pensadores que, cuanto más se fue elevando en la rica jerarquía de las instituciones culturales francesas, más fue radicalizando su pensamiento y sus instrumentos de análisis social.

En sus inicios, hacia principios de los sesenta, pudo aceptar ser uno de los jóvenes asistentes del sociólogo Raymond Aron, cumbre del pensamiento liberal centrista y atlantista europeo. Pero hacia el final de su vida, y especialmente a partir de mediados de los noventa, cuando ya era una bestia sagrada con cátedra propia en el Collège de France, fue cuando empezó a agarrar el toro por los cuernos.

Publicaciones como La miseria del mundo (1993), investigación sociológica centrada exclusivamente en testimonios de personas que habían caído en la llamada 'nueva pobreza', le permitieron relanzar un pensamiento crítico adaptado al nuevo estado de la sociedad. Obra que luego le llevó a contribuir a las huelgas de 1995 en Francia, que marcaron el primer revés de la ofensiva neoliberal en el primer mundo. Fue el primer 'contrafuego' eficaz, término (fuego que se da en una plantación para que cuando llegue allí el incendio no se propague) que luego Bourdieu convertiría en estandarte al final de su vida, con dos libros así titulados.

Contribuyó a las huelgas de 1995, primer revés de la ofensiva neoliberal  El hecho que los precarios, los excluidos, los sin papeles fueran clave en aquella protesta constituye uno de los grandes triunfos de Bourdieu. Y aún hoy, en Francia, los movimientos sociales se han quedado con aquella lección y la aplican. En todas las movilizaciones clave, como el octubre de 2010 contra el recorte de las pensiones públicas, los sindicatos constituidos incluyen, al lado de los asalariados clásicos, a esos otros que solían ser tildados de lumpen.

Bourdieu era un gran conocedor de Émile Durkheim y el empirismo, y para muchos de sus análisis, especialmente en el campo de la reproducción de desigualdades en el capital cultural de los individuos, utilizaba sin complejos los métodos estadísticos clásicos de esa corriente.

Pero ponía ese positivismo al servicio de la crítica social, a menudo reservada a los pensadores de corte marxista o postsituacionista, así que ahí Bourdieu tendió un primer puente. Un puente entre la sociología positivista y la crítica, puente que, al final de su vida, alargó con un tercer pilar. Miserias del mundo reanudó el lazo con la sociología comprensiva y sus corrientes fundadoras, la de Max Weber y la de la Escuela de Chicago.

Se aplicó la máxima del no-sectarismo y ni militó ni dirigió partidos Antisectario por definición, Bourdieu recordaba a menudo que 'el propio Weber se definió como marxista'. Él mismo se aplicó la máxima del no-sectarismo y, aunque fue portavoz de movimientos sociales y de una sociología de la intervención, no militó ni dirigió partidos.

El pensamiento único parisino, que lo temía, le hizo pagar muy caro esa desfachatez de ser un cerebro superdotado y poner su cerebro y palabra al servicio de los movimientos sociales. Durante años, fue blanco de una virulenta campaña por parte de periódicos y emisoras de radio de centro izquierda y centro derecha. 'El deportista de combate' devolvió el golpe: fundó una editorial, Raisons d'Agir, muy interesada en estudios mediológicos sobre 'los nuevos perros cancerberos'.

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