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"Practico una escritura peligrosa para mi salud"

Manuel Vilas habla de su última novela, 'Los inmortales'

JESÚS ROCAMORA

Si la imaginación pudiera pesarse igual que se pesan las patatas en el súper, el pobre Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) viviría con la cabeza permanentemente aplastada contra el suelo por culpa de la gravedad. Ahí dentro debe de haber toneladas y toneladas de creatividad e ingenio luchando por salir por algún lado, como un jardín desbocado. Su última novela, Los inmortales (Alfaguara), es definida por el escritor como 'un volcán de libertad donde todo salta. Yo lo que quiero es ser libre y este mundo no hace más que ponerme impedimentos. Así que busco en la literatura el estallido total, el carnaval interminable. Todo lo que escribo es muy carnavalesco'.

No hace falta que lo jure. Sólo hay que intentar poner algo de lógica a la historia de Los inmortales, una novela inspirada en... esto... la película Los inmortales, de 1986, protagonizada por Christopher Lambert. Una novela que consigue mezclar los libros de caballerías con la ciencia ficción, la Historia con la clarividencia, el progreso humano y el delirio. Una novela por cuyas páginas se pasean personajes como: una reencarnación actual de Cervantes que es fan de Joy Division y que se pone en plan Houellebecq (es decir, muy guarro) con dos prostitutas en Canarias; el papa y la madre Teresa de Calcuta convertidos casi en superhéroes (nombres clave: Ponti y Mother T); y el espíritu de Stalin, encargado de darnos a conocer algo llamado la Teoría del Reciclaje Trascendental.

'La novela recorre la idea de inmortalidad que hemos tenido durante el siglo XX'

'En la película Los Inmortales se plantea la idea de la acumulación de vida y de saber que puede haber en un ser humano que viva más de 400 años. Eso era lo que me interesaba: la idea de alguien que vive la Historia y la conoce en cada momento. No como nosotros, que la leemos', cuenta Vilas. En realidad, lo que quería el escritor era 'reflejar lo que el siglo XX ha pensado que era ser inmortal desde la cultura, desde el arte, desde la literatura, la religión o la política. Qué hemos codificado como permanencia en el siglo XX y la historia de estos personajes'.

Para ello, Vilas arranca su historia en el año 22011, tras el descubrimiento en la Galaxia Shakespeare de un manuscrito titulado Los inmortales, en el que los futuros humanos descubren, con espanto, cómo han vivido esos personajes elegidos para la vida eterna. Vilas avisa de que 'no es un libro sobre libros, sino un libro sobre la vida. Su tema fundamental es dar forma narrativa a las alienaciones del poscapitalismo. Por eso hay un sentimiento dominante, que es el amor. Todos los personajes están exaltados, se enamoran de todo, porque la novela sostiene que el único sentimiento capaz de luchar contra la alienación es el amor'.

'Hay algo de locura en mi literatura, una pulsión de demencia, de delirio'

El humor vuelve a ser fundamental para leer a Vilas ('el humor es amor también, una forma de crítica contra la autoridad, algo que nos hace más libres y que nos quita la solemnidad propia de la tragedia humana', dice), pero sin olvidar que Los inmortales ofrece varias capas donde caben las críticas al capitalismo, a la política y a la misma Historia. 'Para mí, la Historia es una ficción muy elaborada', dice Vilas, un vitalista y optimista sin remedio, que cree sin embargo en el progreso 'porque somos perfeccionables' y que se considera marxista porque 'el marxismo, como filosofía, no está superado. Como teoría política, evidentemente, sí lo está, pero como crítica del capitalismo sigue vigente'.

Vilas se considera un punk que practica literatura, 'algo que no deja de ser un ocio pequeñoburgués'. Y por ello busca sus límites. A costa de lo que sea. 'Hay algo de locura en mi literatura, una pulsión de demencia, de delirio. Y psicológicamente me deteriora. En ese sentido, practico una escritura peligrosa porque me meto en berenjenales que son límites propios de la ficción'. Si traspasas esa frontera de lo pequeñoburgués, dice, 'a lo mejor la literatura puede servir a alguien, sobre todo si le quita alienación de encima'.

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