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Música para un murciélago surrealista

La cantante y chelista vasca Mursego presenta hoy su disco Bi (2)' en el festival Tanned Tin de Castellón

 

CARLOS FUENTES

¿Es música el recitado de una receta de atún con pisto? Maite Arroitajauregi cree que sí. Es más, ya la cocinó. Hegaluzea pistoarekin forma parte de Bi (2), su segundo disco como Mursego, proyecto individual de una joven compositora de formación clásica que se ha hecho un hueco en la nueva hornada artística de Euskadi, gracias a sus colaboraciones instrumentales con la cantautora Anari y el grupo de post-rock Lisabö. Su proyecto Mursego, que significa murciélago en portugués, vuela mañana con el pop de vanguardia en el festival Tanned Tin de Castellón.

Hasta esas asociaciones en campo ajeno, Maite Arroitajauregi (Eibar, 1977) había pasado desapercibida. Apenas los más avezados lectores de créditos sabían de su existencia, pero su chelo ya era instrumento cotizado en la nueva música independiente vasca. 'Llevaba mucho tiempo acompañando a bandas, actuando con Anari y grabando en los discos de Lisabö, aunque siempre tuve ganas de hacer algo sola, no ceñirme a acompañar canciones compuestas por otros', explica. 'Necesitaba hacer algo sola, algo por mí misma. Y también es verdad que es más práctico tocar en solitario que depender de otras personas'.

Hace dos años, se aventuró a producir su primera entrega individual, el disco Bat (1). ¿Influencias? 'Tengo una formación musical clásica, que es una gran influencia, pero también canciones de Hello Cuca, Lidia Damunt, el hardcore de Fugazi y el rock de Pixies y Sonic Youth. Mi música es muy ecléctica porque contiene influencias de las músicas populares, de Atahualpa Yupanqui y Víctor Jara a Mikel Laboa. Y Matt Elliot, que es una influencia desde que lo escuché con un chelista en Tanned Tin. Son referencias que siempre están presentes', explica esta profesora de infantil de música en las escuelas de Eibar y Amorebieta.

¿Y qué papel juega la música clásica? 'Más bien tiene un no papel aclara en el sentido de que viví ese mundo con cierta rebeldía. Me costó mucho estudiar en el conservatorio, nunca me sentí a gusto. No es un acto de rebeldía, porque ya no tengo edad para rebeldías, pero Mursego va un poco a la contra: es mi forma de decir que con el chelo se puede hacer otra música que no sea culta'.

Compositora audaz, Arroitajauregui comenzó a intercalar el sonido matriz de su chelo con pespuntes de nueva tecnología como el loop e instrumentos de recorrido antiguo como el ukelele o el theremin. 'Cada canción ha nacido de formas diferentes. Puedo aprovechar una idea que venga de un ámbito no musical, como hice con la canción del atún, para retratar el comienzo del verano'.

También el cine desempeña un papel importante: 'De la gran pantalla han surgido ideas para varias canciones'. A saber: Iraganik gabeko emakumea está basada en Un hombre sin pasado, de Aki Kaurismäki; Vidas rebeldes, de John Houston, inspiró Zaldi basatiak; y Argia zara recupera una idea de Déjame entrar, de Hans Tomas Alfredson. Esta última es su preferida, porque 'habla de la soledad que siente alguien que es inmortal y ve cómo van muriendo sus seres queridos', precisa Mursego, que también bebió de la cultura del videojuego para escribir Donki Kongu.

Mursego acaba de finalizar un trabajo de encargo para el director Óscar Alegría. Junto al madrileño Abel Hernández, ha compuesto e interpretado la banda sonora de un documental inspirado en Emak Bakia, el surrealista poema visual que Man Ray rodó en 1926 junto a Kiki de Montparnasse en una casa del País Vasco francés. ¿Habrá futuro para las músicas del murciélago? 'Sí, me gustaría seguir', admite Mursego, 'pero no sé dónde me llevará este camino, prefiero seguir sin algo demasiado planificado'.

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