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Trazos de amor, ironía y autismo

El ilustrador Miguel Gallardo publica un cuaderno de viajes en formato digital con el que acorta la distancia entre la enfermedad de su hija y la sociedad

THAÏS MUÑOZ

Miguel Gallardo ya era ilustrador cuando nació su hija María. Sin embargo, no sabía que, años más tarde, tras diferentes y fallidos informes médicos, un neurólogo les daría el diagnóstico que iba a cambiar su relación con las imágenes, su estilo e incluso su escala de valores. María tenía ocho años y era una niña con trastorno autista, una enfermedad de amplio espectro, que abarca desde gente que está ingresada en instituciones clínicas, hasta personas que trabajan en un banco, casados y con hijos, o incluso en Silicon Valley, el centro neurálgico de las empresas tecnológicas, sólo apto para las cabezas privilegiadas.

'Muchas de las personas con trastorno autista tienen alguna habilidad memorística y en el caso de María son los nombres de las personas. Recuerda el nombre de todas las personas que ha conocido en su vida', cuenta el ilustrador, que desde que reparó en ello puso su don al servicio del de su hija, que tiene un 80% de discapacidad. Ella vive en Canarias con su madre, por eso, en cuanto tienen la oportunidad de verse, Gallardo se pone 'al tajo'.

'Compro una libreta, ella va diciendo sus listas de nombres de compañeros de clase, de profesores... y yo voy dibujando los personajes. A veces sin conocerlos, porque son compañeros que no he visto nunca', explica uno de los dibujantes clave del cómic underground de la transición española, quien ha publicado sus creaciones en periódicos internacionales como The New York Times y actualmente trabaja como ilustrador para Público y La Vanguardia. 'Ella disfruta un montón viéndome dibujar, es completamente mágico que de pronto yo pueda retratar o interpretar a las personas que le gustan', continúa.

Cuando está con ella, empieza de nuevo una y otra vez

Además, María, a fuerza de cariño, ha dirigido los trazos de su padre hasta rediseñar su estilo. 'Es mi jefe más exigente. Está a mi lado haciéndome trabajar todo el rato y son figuras en dos líneas que tengo que dibujar muy rápido, mientras ella recita sus nombres'. Después, desvela el secreto con el que la hija también ha modificado la escala de valores del padre: 'Cuando terminamos el cuaderno, María comienza a imprimirle su propio orden. Desaparecen las tapas, separa las hojas una por una y las distribuye por las habitaciones'. 

Luego esos papeles son troceados en porciones mínimas que sólo ella sabe reconocer. 'Juega con ellos y de repente coge uno en el que se ve un trozo de nariz de alguien y ella sabe perfectamente de quién es'. Cuando está con ella, empieza de nuevo una y otra vez. 'Los dibujos son para verlos y romperlos. Está bien porque pone todas las cosas en su nivel, para ti es una cosa importante y para ella es una libreta', comenta antes de asegurar que María ha cambiado muchas cosas en su vida y casi todas para bien. 

Para Gallardo, que también dibuja los pictogramas con los que su hija aprende a asimilar las rutinas de una vida que se mueve a demasiada velocidad, las imágenes se han convertido en la oportunidad de comunicarse de algún modo con ella. Pero también en el medio a través del cual acerca sus vivencias como padre a la gente que nunca ha tenido trato con una persona con trastorno autista. 'No estamos adaptados a la discapacidad. Todavía pasear por la calle con María es complicado y la gente te mira y todo eso', dice el catalán, que en 2007 decidió publicar María y yo, un cuaderno de viajes en el que cuenta sus vacaciones en un resort canario y con el que pretende reducir la distancia que separa al autismo del resto de la sociedad. 

Para Gallardo las imágenes son una oportunidad de comunicarse con María

Sin embargo, insiste, 'no es un libro sobre la enfermedad, sino sobre la relación padre e hija'. Y tiene razón. Narrado con mucho amor, humor e ironía, Gallardo desmitifica el trastorno autista haciéndonos dudar de quiénes son los 'extraños' en su viaje. Ahora se va a sacar la sexta edición y se ha imprimido en italiano, francés, aleman y portugués. De esas notas con las que explota todos los recursos en que se pueden estirar un par de hojas y tres bolígrafos de colores, nació el documental con el mismo nombre, finalista en los Goya y en los Gaudí y dirigido por el realizador publicitario Félix Fernández de Castro, que aglutina varios Leones de Oro de Cannes y Soles de Oro de San Sebastián.

Ahora Gallardo, después de haberse atrevido también con el cortometraje El viaje de María, del que es director, guionista e ilustrador,acaba de publicar Los viajes de Maria, el cuaderno con el que experimenta un último formato, el libro digital. En él, repasa las excursiones con su hija por Catalunya y describe con humor los avatares en el rodaje del documental.

Como todos los demás libretos, Gallardo lo fue escribiendo como un diario de abordo, por las noches, a su llegada al hotel y de memoria, sin desprenderse del estilo que María le ha infundido dibujo tras dibujo. Aunque estos ella los ve más tarde, una vez terminados. Después de haber estado escondidos para regalárselos luego y que ella les confiera un nuevo orden.

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