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Un canto a la vida para sobrevivir a la muerte

Michel Rostain narra su tragedia personal en El hijo', premio Goncourt 2011

PAULA CORROTO

En 2002, el hijo de Michel Rostain (1942), un chaval de 21 años sano y con las mismas inquietudes que cualquier chico de su edad, moría de una meningitis fulminante. De un día para otro. Una fiebre alta, un microbio maligno y se acabó. Rostain, director de ópera, escribía por aquel entonces una novela. Tuvo que dejarla. Las lágrimas anegaron cualquier proyecto. Pero seis años y seis óperas después, 'que me ayudaron mucho', una frase comenzó a martillear su cabeza: '¿Por qué lloras, papá?'. Empujado por ella, 'no por el duelo ni por la muerte', ni siquiera por la pena, comenzó a escribir.

El resultado fue la novela El hijo (La esfera de los libros), la historia de aquella tragedia (desde el fallecimiento hasta que los padres depositan las cenizas en Islandia) contada desde el punto de vista del joven fallecido con tanto ingenio que, a los pocos meses de ser publicada en Francia, ya tenía el Premio Goncourty más de 100.000 lectores.

'No quería que el lector sintiera pena. Uno siempre sigue viviendo'

'Una muerte es una catástrofe, pero una catástrofe no tiene nada de malo ni de bueno. Simplemente, es una catástrofe', explica Rostain a Público sobre el canto a la vida que supone esta novela sobre la muerte. Desde que tecleó las primeras líneas sabía que no quería transmitir dolor ni lástima. Eran sentimientos que él ya había vivido, 'y no me gustaron, por lo que no quería que nadie los sintiera. Mi forma de ver la vida es que, a pesar de que exista la tragedia, uno tiene que seguir viviendo', señala con un brillo en sus ojos. Tampoco utilizó el libro como terapia: 'Necesitaba encontrarme mejor para escribirlo, aunque es verdad que mucha gente cuando siente dolor escribe. Escribir te cambia', concede.

Martine, su mujer y la madre del chico, apenas tuvo noticia del libro hasta que no estu-vo escrito. 'No se lo enseñé.Quería ser libre y no estarcondicionado', apostilla Rostain. Cuando lo terminó, sí le pidió permiso para publicarlo. 'Se lo leí en voz alta y estuvimos dos días llorando. Después, me dijo, adelante, publícalo', confiesa el escritor emocionado. En el libro, el padre pasa por todas las sensaciones que provoca la muerte. La culpa suma muchas páginas. Rostain quería laminarla, buscar su cara contraria en esta novela. 'Los momentos de felicidad que tienes en esta vida, si son compartidos, se convierten en momentos eternos. Por eso, para combatir esa culpa, hay que buscar con todas nuestras fuerzas esa felicidad compartida', aconseja Rostain.

'Una catástrofe no es ni buena ni mala, simplemente es una catástrofe'

La lectura de El hijo provoca, además de la sonrisa, la sensación de que el ser humano no anda muy agudo en cuestiones de sentimientos. Las tragedias anulan siempre la luz al final del túnel. 'Por eso, en estos tiempos, los artistas tenemos una gran responsabilidad para cantar a las emociones. Tenemos que aceptarlas y compartirlas', insiste.

En este sentido, Rostain se muestra en desacuerdo con el mito de que las desgracias nos hacen mejores personas. '¡También las alegrías nos hacen evolucionar! Cambiamos, pero es algo positivo y no nos damos cuenta', concluye.

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