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'Wrecking Ball': El cabreo más atinado de Bruce Springsteen

El cantante estadounidense lanza este martes su decimoséptimo disco de estudio y su mejor trabajo en varios años

GUILLERMO RODRÍGUEZ

Sin rodeos: Bruce Springsteen ha facturado su mejor álbum de los últimos años. Con sinceridad: el desafío no era en realidad tan mayúsculo, teniendo como obras precedentes el insulso Magic y el muy prescindible Working On a Dream. Reconforta comprobar que, cuando parecía que el coche pedía a gritos una visita eterna al desguace más cercano, el problema era tan sencillo como echar más gasolina. Con el depósito lleno, el Cadillac rosa vuelve a rodar por la carreteras que dirigen hacia la tierra prometida.

Wrecking Ball, el decimoséptimo disco de estudio de Springsteen —que sale hoy a la venta— es, como ya avanzó el propio cantante, un trabajo 'cabreado'. Enrabietado. Enojado. Malhumorado. 11 temas en las que arraiga el descreimiento que definió a Devil & Dust —lo que le encolerizó entonces fue la guerra de Irak— y que obvió en Magic y Working On a Dream. La crisis económica, la desesperanza por las injusticias contra las que clama el movimiento Ocuppy Wall Street y el sempiterno amor son los ejes básicos sobre las que pivotan las canciones, contundentes, rudas y eficaces.

'Los codiciosos ladrones que aparecieron / Y devoraron la carne de todo lo que hallaron /cuyos crímenes han quedado ahora impunes / Y recorren las calles como hombres libres / Trajeron la muerte a nuestra ciudad, chicos / La muerte a nuestra ciudad, chicos', canta Springsteen en la soberbia Death To My Hometown. 'No se preocupe, señor, no escuchará ni un sonido / Cuando el mundo entero se esté derrumbando / Y todos esos peces gordos crean que es divertido / Me voy a la ciudad ahora, en busca de dinero fácil', narra con voz desgarrada en Easy Money.

Springsteen ondea la bandera del rock y recupera los sonidos que marcaron el divertimento de 'We Shall Overcome' 

Dinero corriendo a raudales siempre por las manos equivocadas. Injusticias. Y esperanza. Gotas de esperanza depositadas en un tren cuyo destino se ignora y que se toma con la única certeza de que no hay vuelta atrás: una vez que te subes no regresarás: 'Deja atrás tus tristezas / Que este día sea el último / Mañana saldrá la luz del sol / Y toda esta oscuridad habrá pasado', se escucha en la vibrante Land of Hopes and Dreams, cuya versión en directo ya estaba incluida en el doble disco Live in NYC de hace once años. Ahora Springsteen le ha pasado una pátina de frescura que, en un primer momento, desconcierta —caja de ritmos basiquísima— y que en una segunda escucha entusiasma. Hubiera sido ilógico limitarse a trasladar la versión ya conocida al estudio. Hubiera supuesto cobardía, dejadez. Lacras de las que carece este Wrecking Ball.

Springsteen ha sabido jugar sus cartas con maestría. Ondea sin reparos la bandera del rock, de la que nunca se desprenderá, y recupera los sonidos que marcaron el divertimento de We Shall Overcome, su particular homenaje a Peter Seeger. Por ejemplo en Shackled And Drawn, donde se escuchan ecos de Woody Guthrie y del propio Seeger.

Y experimenta con valentía, aunque sin acierto: Rocky Ground es el primer tema de toda su trayectoria musical que incluye un rap (afortunadamente no lo canta él) y en el que se hace un uso descarado de la caja de ritmos. Un tema que se sale de los parámetros habituales y que será olvidado sin demasiado esfuerzo.

La mayor parte de los temas del nuevo disco tienen enjundia como para defenderse en directo

Springsteen ha jugado con maestría porque incorpora una canción poderosa, que calla bocas y que no va a disgustar a ninguno de los que veneran Born To Run o Darkness... Wrecking Ball no admite dudas: es un tema soberbio de punto alocado, como se comprobó en las escasas ocasiones que sonó en directo durante  la última gira. Es, en definitiva, el as bajo la manga que esgrimir ante cualquier intento de cuestionar la calidad del disco: 'Ya, pero está Wrecking Ball', podrá argüirse. Y Land of Hope and Dreams.

En la vertiente más rockera se sitúa el primer single del disco, We Take Care of Our Own, que hubiera encajado sin demasiados problemas en Human Touch. No es necesario decir más.

Lo más relevante del disco que lanza ahora el de New Jersey, aquello que le aporta un valor cualitativo, es que la mayor parte de los temas pueden defenderse en directo. No pasó en sus trabajos precedentes: la gira de Working On a Dream derivó en su tramo final en un cúmulo de actuaciones donde se repasaban los grandes éxitos del artista. Decepcionante. Ahora no: Wrecking Ball posee material con la suficiente enjundia como para ser disfrutado, ay, en grandes estadios.

Contiene, es cierto, temas que no superan una mínima criba de calidad, como This Depression, que al escucharla provoca precisamente eso: depresión. Un corte para despreciar en disco y en directo y digno de figurar en la lista de canciones con la rima más perezosa de la historia: 'Necesito tu corazón/ En esta depresión'.

Con todo, el resultado final de su nuevo trabajo es esperanzador: Bruce está cabreado y así lo canta. Siempre mejor la indignación que la mansedumbre. Siempre mejor el peor disco de Springsteen que cualquier de los diez que hoy ocupan la lista de los más vendidos. Hay esperanza:  en la segunda década del siglo XXI todavía hay artistas que lo apuestan todo al rock. Y ganan.

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