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Coldplay proyecta su perfecta película de pop-rock de estadio

La banda británica saca su arsenal de efectos especiales y canciones para rubricar un espectáculo tan previsible como emocionante en el Vicente Calderón

YERAY CALVO

Parecía que el guión estaba escrito. En la película que ayer protagonizó Coldplay en el estadio Vicente Calderón había suspense. La lluvia, como sucedió en el anterior concierto del grupo en Las Ventas el pasado octubre, amenazaba con estropear la noche. Justo antes de comenzar el concierto, como vino, se fue. Salió el sol. Además, un bulo en Twitter anunciaba la cancelación del evento y  se propagaba como la pólvora. Sólo unos minutos harían falta para que la mentira cayera por su propio peso.

La banda británica tenía preparada la película perfecta del rock de estadio. Una montaña rusa de emociones cargada de efectos especiales. Fuegos artificiales, pulseras de colores, láseres, balones gigantes, mariposas de papel... Un buen puñado de añadidos que cargarían de argumentos a cualquier crítico del grupo que se precie: Recargado, ñoño, banal, dirían algunos. Entre tanto actor secundario en escena se corre el peligro de vaciar de argumento la trama de la película y convertirla en una sucesión de escenas de acción impactante pero fugaz. Un peligro que se puede convertir en virtud si detrás de todo esa luz de bengala asoman grandes canciones.

El malo de la pélicula, por cierto, fue la organización, que obligó a los presentes a tirar a la basura sus paraguas para poder entrar al recinto.

-¿Y si llueve?
-Te mojas
-¿Pago 56 euros y tengo que tirar mi paraguas?
- [Silencio]

Ya saben, los paraguas los carga el diablo.

Entre tanto barullo, la protagonista no tardó en aparecer. La Música, con mayúsculas, entraba en escena.

Los inicios de las películas son vitales para enganchar al espectador o darlo por perdido. En los conciertos son quizás los instantes más impactantes. Esos primeros acordes pueden quedarse grabados en el tímpano durante horas, incluso días. Si no los recuerdas es que, quizás, no fueron lo suficientemente buenos. Sonaron los primeros acordes de Mylo Xyloto, ese instrumental a modo de introducción. Xylofono vibrante y luces de colores en la grada que enlazaban con Hurts like Heaven. Su poderoso riff de guitarra funciona como declaración de intenciones: en la gradas ya nadie se iba sentar durante toda la noche.

La película, para bien o para mal, era muy previsible. Milimétricamente parecida a cualquiera del resto de la gira mundial del grupo, que inició su actividad en escena en festivales desde el verano pasado -meses antes de sacar su último disco Mylo Xyloto, no muy bien recibido por la crítica pero que no ha bajado a la banda del trono de los elegidos- y desde entonces ha seguido el mismo patrón, las mismas canciones y los mismos arreglos. Ningún espacio para la improvisación. Una rutina, eso sí, exquisita. Sonaban en el tramo inicial del concierto canciones como In my place, Lovers in Japan, The Scientist, Violet Hill, God put a smile upon your face. Destaca sobremanera Yellow, con una introducción en piano en la que Chris Martin, vocalista del grupo, mostraba su registro de voz más grave, para llevarla luego a su extremo más eléctrico con uno de los más impactantes riffs de guitarra que se recuerdan, obra del guitarrista Jonny Buckland.


Coldplay, durante el concierto. EFE/ Víctor Lerena

Para entonces, el otro actor protagonista del film, Chris Martin, ya andaba revoloteando a lo largo y ancho del escenario. Bailando, saltando y contonéandose de una forma tan aparentemente descoordinada como efectiva. Una faceta que el frontman del grupo ha ido adquiriendo a base de concierto de estadio tras concierto de estadio. Un Chris Martin 2.0 y evolucionado, menos centrado en los instrumentos y más en la escena. Más versátil y dinámico. Menos intimista.

Como en una montaña rusa, el concierto iba subiendo y bajando de forma constante. Ya saben, el ritmo de la película es fundamental: Up in flames y sobre todo Warning sign bajaban el número de decibelios en su primer set acústico de la noche. Una vez abajo, vuelta de nuevo hacia arriba: Don't let it break your heart, Charlie Brown, Paradise. A destacar, el himno de estadio que supone hoy en nuestra vidas Viva la Vida, con un coro que los asistentes ya andaban cantando antes incluso de entrar al recinto. Y al salir, como si de una tradición se tratase, otra vez para despedirse. El grupo se tira de nuevo por un tobogán sonoro hacia el segundo set acústico- realizado en un pequeño escenario en el fondo opuesto al principal-, donde suenan Us against the world y Speed of sound.

Faltaba el desenlace. Para Chris Martin, existen cuatro grandes canciones en la discografía de la banda: Yellow, Viva la vida. ¿Las otras dos? Clocks y Fix You sonaban en el bis, junto a la festivalera Every teardrop is a waterfall. La película, a juzgar por las caras de los allí presentes al finalizar el concierto, tenía final feliz.

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