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El mejor libro de viajes para lectores que creen que pasan de viajar

El verano se erige una vez más en esa isla en la que finalmente fondear para leer por placer. Público ha ideado un menú de lecturas que garantice el desplazamiento mental entre los títulos más estimulantes de lo

ANTONIO LOZANO

Yoga para los que pasan del yoga. Geoff Dyer. Mondadori.

El título puede llamar a engaño y transmitir la idea de que estamos frente a un manual de autoayuda. Justo lo contrario.

Encontrándose en el santuario de Ko Phangan con la intención de acudir a la fiesta de la luna llena en Haad Rin, el autor bromea sobre la posibilidad de escribir algún día un libro sobre los estiramientos que ve ejecutar por doquier a occidentales ávidos de conectar físicamente con Asia. Es la mirada chispeante del trotamundos de moda en el ámbito anglosajón, un Geoff Dyer (Gloucesrteshire, 1951) que bien podría haberlo titulado Viajar para los que pasan de viajar pues su método libre y multidisciplinar de acercarse a la literatura de viajes --del que participa el apunte al natural, el psicoanálisis, el relato de aventuras (tanto reales como imaginarias) y el ensayo sin pretensiones-- es de una riqueza que, sin parecer buscarlo en ningún momento, uno lo diría perfectamente capaz de saciar la curiosidad por lo que se cuece en el ancho mundo de todos aquellos que no quieren tomarse la molestia de descubrirlo por sí mismos.

Premio WHSmith al mejor libro de viajes de 2004, Yoga para los que pasan del yoga es un compendio de once textos imbuidos del bello mensaje de los hermanos Goncourt que lo precede. 'Todo es único, nada ocurre más de una vez en al vida. El placer físico que te dio cierta mujer en cierto momento el plato exquisito que comiste un día en concreto... no volvemos a disfrutar de ninguno de los dos. Nada se repite y todo es incomparable'. De este modo acompañamos a su responsable por escenarios como Camboya Nueva Orleans, Indonesia, Ámsterdam, Roma, Libia, París... a la búsqueda incesante de esa renovación de las ofrendas, siempre distintas y siempre iguales, que brinda salir de los límites conocidos. Y aunque Dyer muestre un consumado talento para captar la personalidad de los rincones geográficos en los que fondea sin objetivo alguno, el sentido de sus piezas radica, según propia confesión, en la composición de un 'mapa rasgado y en absoluto fiable de los paisajes que conformaron una fase de mi vida'.

Y estos paisajes, principalmente interiores y cargados de dudas acerca de su verdad empírica, adquieren la forma de enamoramientos impetuosos, experiencias extrasensoriales inducidas por las drogas, momentos de frustración por proyectos nunca realizados y momentos de éxtasis al dar satisfacción al más doloroso deseo sexual, revelaciones de las que te hacen estallar la cabeza y dudas corrosivas sobre la capacidad profesional de uno.  

Capaz de saltar en la misma página de la más poética formulación de una sensación precisa a la autocrítica más feroz, o de compartir toda la trascendencia de un instante mágico a la confirmación de que vivimos en el más absurdo de los mundos posibles, Geoff Dyer ha estado ahí para contemplarlo todo con los cinco sentidos y ha vuelto para contárnoslo con el sexto, ese que consigue una narrativa en permanente estado de gracia.

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