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España '2020': "Agradecemos su inexplicable falta de odio"

Javier Moreno dibuja el retrato de España dentro de siete años en su nueva novela, '2020', en la que se incluye a sí mismo como uno sin techo más en el país

BEGOÑA PIÑA

'La incultura es algo terrible',  sentencia un personaje de 2020 (Lengua de Trapo), la nueva novela de Javier Moreno, en la que el autor dibuja el retrato ‘posible' de España dentro de siete años. Ciudadanos sin hogar que viven en aviones abandonados en la T4 de Barajas, larguísimas colas a las puertas de los comedores sociales, negocios cerrados, cientos de carteles de ‘se vende' por las calles, contenedores de basuras en las aceras, billetes de pesetas con la imagen de Leticia Ortiz, manifestaciones de antisistemas y de indignados, adoradores de la diosa Inditex... Un panorama desalentador en el que él mismo, el escritor Javier Moreno, se incluye como personaje, como un sin techo más, un tipo que ha perdido trabajo y casa. 'Espero que no sea así. Soy una especie de antiprofeta. No me gustaría ver cumplidas ninguna de mis profecías'.

La historia, estructurada en capítulos breves en los que da voz a diferentes personajes, comienza en 2020, en la víspera de Navidad. Acaba de inaugurarse Eurovegas, la crisis sigue castigando al país, pero se ha extendido cierta desidia entre los ciudadanos, a los que ya no preocupan el orgullo y la dignidad. 'Estábamos llenos de fe', dice un personaje refiriéndose al pasado, a nuestro tiempo, a un momento en que los indignados prendieron fuego al edificio de la Bolsa en Madrid. El recurso a la violencia es casi el único. 'Al fin y al cabo el enemigo carece de rostro, es un monstruo que ha mutado hasta convertirse en una parte de nosotros mismos. La única posibilidad razonable de dar rienda suelta a nuestra rabia consiste en atentar contra el propio cuerpo o -puesto que todos somos culpables- el uso de la violencia indiscriminada', explica otro de los personajes. Sin embargo, en estos años se ha hecho realidad lo que asegura un ‘burgués' de esta ficción: 'La chusma se acomoda y se conforma'. Y,  finalmente, se advierte una 'inexplicable falta de odio' que el poderoso agradece.

Esta novela contiene una historia que sucede dentro de siete años, ¿ha nacido de la preocupación por el futuro inmediato?

Más bien surge de la preocupación por el presente. Sin embargo sentí la necesidad de distanciarme un poco de los hechos, y la forma de hacerlo fue proyectarlos hacia el futuro. Así la ficción pudo entremezclarse sin demasiados conflictos con la convulsa realidad que nos rodea.

En su 2020: la gente sin casa vive en aviones abandonados en Barajas, hemos vuelto a las pesetas, hay decenas de negocios cerrados, los españoles somos manos de obra barata y los ricos se aburren ya de tanto dinero... ¿Así ve usted las cosas en unos pocos años?

Espero que no sea así. En antropología hay una categoría que me interesa mucho, la del pensamiento apotropaico que, simplificando un tanto, consiste en ponerse en el peor de los casos posibles para ahuyentar un infortunio que nos amenaza. 2020 obedece de alguna manera a ese tipo de pensamiento. Creo que las distopías cumplen en general esa función. Se trata de estetizar el mal que nos acecha con el fin de exorcizarlo.

En su historia, el edificio de la Bolsa está destruido por un incendio que fue provocado por los ciudadanos cabreados. ¿Cree usted que la indignación va a pasar a ese tipo de violencia en España?

La gente anda muy cabreada pero, en general, no sabe muy bien hacia dónde dirigir la rabia que los acucia. ¿Dónde está el mal? ¿Quién es el responsable? Resulta complicado en este mundo globalizado, donde las responsabilidades parecen difuminarse hasta lo intangible, apuntar claramente a un objetivo. La impotencia que esto produce lleva a algunos a orientar ese enfado contra sí mismos.

Hay muchas más perlas en el libro, pero una de las que más provocan es: 'Agradecemos su inexplicable falta de odio'. ¿No odiaremos a quienes nos han llevado a esta situación? En su opinión ¿eso es una incapacidad o una cualidad?

Se ha educado a las últimas generaciones en una idea a ultranza de la tolerancia y en la estigmatización de todo acto de violencia, olvidándonos tal vez de que esos valores deben estar supeditados a la realización efectiva de la justicia. Cuando a una sociedad se le niega la justicia contra aquellos que abusaron y abusan de ella de nada vale esgrimir la retórica del consenso. En ese caso la tolerancia y la bonhomía pueden convertirse en algo contraproducente, como un órgano cuya función carece de sentido en un mundo que ha mutado: el apéndice o las muelas del juicio.

Usted mismo se incluye como personaje en este libro, donde ha perdido el trabajo, la casa y es un sin techo, ¿es un ejercicio de empatía, un intento por comprender...?

En un principio no pensaba incluirme a mí mismo como personaje, pero conforme avanzaba la lógica de la novela sentí la necesidad de convertirme en uno más de entre los sin techo que malviven en los aviones abandonados de la T4. Me pareció interesante proyectarme hacia el futuro. De algún modo se trataba de un ejercicio mediúmnico, invocar mi voz desde un futuro relativamente próximo.

Aprovecha la peripecia del personaje de usted mismo para retratar un país sin educación, donde la gente no lee periódicos hace años... Bradbury escribió: 'La ignorancia es fatal', y usted escribe: 'La incultura es algo terrible'. ¿Es la sentencia definitiva de la novela?

No creo que la novela esconda una tesis que la resuma. Ni siquiera dos o tres de ellas. 2020 funciona o debería funcionar como un espejo donde el lector vea reflejada una imagen coherente (dentro de la incoherencia) del mundo que le rodea. La ignorancia y la falta de educación son, desde luego, un mal en cualquier sociedad. Creo que los políticos españoles, de un signo y otro, llevan al menos veinte años perdiendo el tiempo o, más bien, usándolo en su propio beneficio en lo que a educación se refiere.

También hace una aparición Vila-Matas, quien ha dejado de escribir porque 'el mundo ha dejado de merecer la literatura'. En el panorama editorial de hoy, publicar un libro como 2020 es una hazaña, ¿qué editoriales sobrevivirán dentro de siete años?

Me gustaría decir que dentro de siete años no solo sobrevivirán todas las actuales sino que surgirán muchas más. La evolución en cuanto a la cantidad y la calidad de los lectores no me permite sin embargo lanzar las campanas al vuelo. Hay que ser realista. La literatura ha dejado de ser un modo privilegiado de simbolizar el mundo que nos rodea. No sé si la situación es reversible. El esfuerzo educativo habría de ser titánico.

El libro está estructurado en capítulos breves dedicados a diferentes personajes. La variedad y la brevedad ¿son espejo del ritmo con el que vivimos y pensamos hoy?

Eso creo, al menos del mundo tal y como yo lo vivo y lo pienso. Las temporalidades medias y largas propias de las novelas y del mundo decimonónicos tienden a desaparecer, son literalmente y en un doble sentido un anacronismo. Todo se acorta, todo se abrevia o, como mucho, se recicla. La perdurabilidad ha dado lugar a la obsolescencia programada o la metamorfosis. No hablo solo de los objetos sino también de las subjetividades, de las emociones. Creo que 2020 es en ese sentido una novela radicalmente realista.

¿De verdad cree que a nadie van a interesarle ya el orgullo y la dignidad?

Espero que no sea así. Soy una especie de antiprofeta. No me gustaría ver cumplidas ninguna de mis profecías.

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