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Laura Castañón: "El éxito está en las emociones que me participan mis lectores"

La escritora asturiana debuta con 'Dejar las cosas en sus días' (Alfaguara)

FÉLIX POBLACIÓN

Cuando Laura Castañón (Mieres, 1961) ejercía como jefe de prensa de unos grandes almacenes, estaba lejos de imaginar que un día le tocaría a ella firmar ejemplares en la sección de librería, sin llegar -desde luego- a contabilizar las rúbricas, como cuenta que vio hacer al escritor Juan Manuel de Prada cuando le dieron el Planeta. Laura, sin embargo, relacionó desde muy niña la diversión con la literatura, y como profesora durante un tiempo de talleres de escritura en Gijón, hubiera parecido previsible que la excelente novela (Dejar las cosas en sus días, editorial Alfaguara) que presentó el pasado mes de julio en esa ciudad, llegara mucho antes a las librerías. Más que nada porque, siendo la autora una enamorada y una teórica de la literatura, lo lógico es que hubiera apetecido la publicación de sus trabajos mucho antes de rebasados los cincuenta:

'No solo nunca tuve prisa para publicar -me confiesa mientras tomamos unos refrescos al pie de su domicilio, junto al Cantábrico-, sino que tampoco tuve excesivo interés en publicar. Aunque la verdad es que hasta hace unos años en que me diagnosticaron una fibromialgia y la enfermedad me obligó a dejar de trabajar, estuve vampirizada por mis clases en los talleres de escritura y que escribir, lo que se dice escribir de una forma sistemática y por extenso fue una actividad que apenas cultivé o si la hice nunca tuvo una continuidad y unos resultados'.

Estamos, por lo tanto, ante la primera novela de una autora que no cuenta con precedentes que nos dieran posibles pistas del valor de su libro. Salvo los muy próximos, que sabían de las aptitudes de Laura Castañón y habían leído capítulos o fragmentos de la historia, no había ninguna referencia de la que echar mano para asegurar que la novela iba a ser acogida tan favorablemente -en el mes y pico que lleva circulando por las librerías-, y a falta de las campañas mediáticas que se esperan para las próximas semanas con la entrada del nuevo curso.

'Una vez terminado el libro, cuya escritura me llevó dos años y medio, mi marido siempre insistía en que se lo mandara a un amigo que es crítico en Barcelona, hasta que fue él mismo quien lo hizo. Al cabo de una semana recibí no solo una respuesta entusiasta por su parte, sino la noticia de que había enviado el original a Alfaguara. La editorial se puso en contacto conmigo en un par de meses para firmar el contrato, con el compromiso de publicar la obra en 2013 y la agradable sorpresa, también, de que hasta la directora de Alfaguara se conocía al detalle fragmentos de la historia'.

La historia discurre en la localidad asturiana de Bustiello, situada en  la cuenca minera del Caudal, durante el primer tercio del siglo XX. Una periodista decide investigar en el pasado familiar, a la par que busca los restos de su abuelo, asesinado durante la Guerra de España.  Se conjugan en la novela dos tiempos, el de pasado de la familia Montañés, afincada en el citado pueblo donde el marqués de Comillas hizo frente al sindicalismo de clase con la instauración del sindicato católico, y el de Aida, la periodista, y sus relación sentimental con un actor y el padre de éste, al que el riesgo del Alzheimer sitúa en el compromiso de dar testimonio de su memoria antes de que se nuble para siempre. 'Es vergonzoso para un país que no se exhumen los restos de tantas víctimas enterradas sin sepultura por el franquismo', sostiene la escritora la mañana de la entrevista, coincidente con el Día Internacional de las Víctimas por Desapariciones Forzosas.

Aunque la novela todavía no parece haber llegado a los grandes críticos del país -solo apareció una desdibujada y neutra reseña en Babelia-, la repercusión que está teniendo, tanto por su calidad  literaria  como por sus resultados comerciales, está siendo sorprendente, y quizá lo sea aún más en los próximos meses. 'Figura entre los libros de ficción más vendidos en las Casas del Libro del país -asegura la autora-, y en Asturias está teniendo sobre todo una gran acogida. Eso y la respuesta que me están dando personalmente los lectores es algo que me desborda. Sus cartas y sus mensajes me conmueven y puedo asegurar, por si alguien pensara que el éxito de mi novela podría envanecerme a mi edad, que para mí el éxito está en las reacciones, reflexiones y sentimientos que los lectores del libro me están participando y advertir que lo han leído con detenimiento y emoción'.

La magnífica prosa  que Laura Castañón emplea en Dejar las cosas en sus días ha llevado a algunos críticos de los medios de comunicación asturianos a compararla con Clarín, Flaubert o Galdós, sin que esto sea para quien la haya disfrutado un despropósito. Hay pasajes que merecen releerse por su belleza estilística, diálogos convincentes -algunos en un asturiano entendible-, personajes de carne y hueso excelentemente perfilados, episodios de una hondura y una fuerza ciertamente loables, y una sabia y bien modulada  expresividad narrativa para que esta novela de sentimientos no caiga nunca en el sentimentalismo, aunque a veces parezca que pueda ir abocada a ello.

'Soy una escritora que disfruta  escribiendo -afirma Castañón-, y hasta diría que escribo con un sorprendente fluidez, como si no me costara contar lo que cuento y cómo lo cuento. Esto pudiera parecer vanidad, pero es así y me parece obligado decirlo. Disfruto con los personajes que creo, los dejo libres y les doy más o menos protagonismo según se comporten en el proceso de creación, que es algo que me maravilla. No escribo de modo sistemático todos los días, sino cuando me apetece. Ahora estoy un poco preocupada porque, a raíz de la repercusión que está teniendo mi primer libro, llevo una semanas sin escribir nada del segundo, como si me atenazara en exceso la responsabilidad de no defraudar a los muchos lectores que me abruman con sus parabienes'.

Aunque Dejar las cosas en sus días es una novela auto-conclusiva, Laura Castañón piensa escribir una trilogía con algunos personajes de ese primer libro y otros nuevos, en nuevos escenarios y distintas épocas. Así, el próximo libro, del que ya tiene escritos algunos capítulos, discurrirá en París, con el personaje de Paloma en primer término y durante ese mismo primer tercio del siglo XX, y también en Gijón durante las décadas de los sesenta y setenta. La tercera parte se centrará en el período de la segunda República y la Guerra Civil, dando continuidad a la novela ya publicada, que concluye después de la revolución de octubre de 1934 en Asturias.

No hay trampas ni rellenos en este primer libro de más de 500 páginas de la escritora mierense. Tampoco un exceso de documentación para suplir carencias creadoras, ni reclamos fáciles -eróticos o violentos- que ceben de modo harto explícito las querencias  de un público que los pueda echar en falta. Estamos ante una autora con una notable capacidad de fabular y una no menos admirable calidad literaria, cuya frescura sorprende por no ser rebuscada y ser asimismo precisa, expresiva y seductora en todo momento.

El día de la presentación de la novela en Gijón el pasado 17 de julio, quiso la autora que, en lugar de figuras mediáticas de prestigio, diversas generaciones de mujeres sin nombradía alguna hablaran de su trabajo. Solo una era especialista en literatura y excelente filóloga. Todas, presentadoras y público, formaban parte del grupo de lectoras que la apoyaron mientras el libro fue creciendo. Es posible que ahora crezca mucho más de lo que incluso esperaba ese crítico de Barcelona que decidió buscarle editor. Estamos ante una buena escritora, a la que ni la pedantería ni el éxito perderán, porque no acaba de creerse lo que le está pasando y sabe que para repetir la repercusión que está teniendo su obra hay que seguir siendo como ella es y seguir entendiendo la literatura tal como ella la entiende y la concibe.

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