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La Berlinale se vuelca en Asia y da el Oso de Oro al thriller de Diao

GEMMA CASADEVALL (EFE)

La Berlinale 2014 se volcó en Asia y repartió sus máximos premios entre Bai Ri Yan Huo (Black Coal, Thin Ice), un thriller profuso en sangre del chino Diao Yinan, una pulcra historia de amor japonesa y un esperanzador filme sobre una casa de masajes poblada por invidentes, asimismo china.

El gran ganador fue Diao, con una película de intriga y matones que discurre entre brutales asesinatos en serie y personajes aparentemente normales, y que además de ganar el Oso de Oro dio la Plata al mejor actor a Liao Fan, el policía que sobrevive a las más diversas circunstancias.

La Plata a la mejor actriz fue para la japonesa Haru Kuroki, por su papel de sumisa y romántica muchacha de servicio en Chiisai Ouchi, una película dirigida por Yoji Yamada, un habitual de la Berlinale y exponente del perfeccionismo estilista japonés.

Completó el palmarés asiático la Plata a la mejor contribución artística para Tui Na (Blind Massage), de Ye Lou, una cinta sobre un grupo de ciegos e interpretada parcialmente por invidentes, que indaga en la ceguera y en la que se alterna lo experimental, lo poético y alguna escena de gran crudeza.

Del jurado presidido por el productor y guionista estadounidense James Schamus, un gurú del cine independiente, se esperaban sorpresas y, en ese sentido, no decepcionó.

Sin embargo, tras el abultado reparto favorable a Asia se percibía un aire de 'recomendación' del director de la Berlinale, Dieter Kosslick, quien había convertido la presencia del cine asiático en punto fuerte de esta 64 edición del festival.

El Oso de Oro al thriller de Diao sorprendió, lo mismo que el Oso de Plata y el Premio Especial del Jurado a The Grand Budapest Hotel de Wes Anderson, la entretenida parodia poblada de seres estrafalarios que abrió el festival y no se encontraba entre los favoritos.

Al gran preferido por la crítica y el público, Boyhood, del estadounidense Richard Linklater, un retrato del american way of life rodado a lo largo de 12 años, le fue otorgado el Oso de Plata a la mejor dirección.

América Latina, otra cinematografía bien representada en ese festival —competían los argentinos Benjamin Naishtat y Celina Murga, el brasileño Karim Aïnouz y la peruana Claudia Llosa— se llevó su galardón a través de una película que no iba a concurso, Güeros.

Esta cinta, del mexicano Alonso Ruizpalacios, se exhibía en Panorama y obtuvo el premio a la mejor ópera prima entre los cineastas debutantes del festival.

El Oso de Oro al thriller de Diao sorprendió

Filmada en blanco y negro, cámara al hombro, con formato de road movie y sobre el trasfondo de las protestas universitarias de 1999 por el derecho a la educación, la cinta de Ruizpalacios se ganó el aprecio del público, la crítica y también el jurado de ese galardón.

El cine anfitrión, con cuatro películas a competición y un total de diez coproducciones entre los 20 aspirantes a los Osos —entre ellas, la de Anderson—, se tuvo que conformar con un Oso de Plata al mejor guión para Kreuzweg, dirigida por Dietrich Brüggemann.

Este filme, centrado en el via crucis de una muchacha sometida al fundamentalismo católico de la Hermandad de Pío XII, se había situado asimismo entre los favoritos.

Completó el palmarés el premio Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador del festival, que obtuvo Aimer, boire et chanter, del veterano Alain Resnais y asimismo galardonado con el premio de la Asociación de la Crítica Internacional, FIPRESCI.

A las sorprendentes decisiones del jurado de Schamus seguirá, mañana, una jornada adicional denominada Día del Espectador, sin pases de prensa ni estrellas, con la que la Berlinale recuerda cada año lo que es su señal de identidad: el público de a pie.

Se trata de una costumbre de este festival, considerado el más popular del mundo entre los de su categoría, y con el que se marcan las diferencias respecto a su directo rival europeo, el elitista festival de Cannes.

En esta ocasión, el Día del Espectador viene arropado en un récord histórico de entradas vendidas al público: un total de 330.000 —en las secciones oficial o a exhibición, retrospectivas, etc.— lo que revalida su título de festival más volcado al ciudadano que al estrellato, además de sanear sus arcas.

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