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Rodrigo Fresán: "Nunca se leyó y se escribió tanta mierda como ahora"

El escritor argentino presenta su última novela 'La parte inventada', un sugerente viaje al interior de la mente de un narrador que es también una crítica a la era de las pantallas táctiles y la dictadura de los 140 caracteres

El escritor argentino Rodrigo Fresán.- JAIRO VARGAS

J. LOSA

Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) nació clínicamente muerto. Un parto bestial alumbró un niño "monstruoso" que, contra todo pronóstico y ante la perplejidad del equipo médico, volvió a respirar ya en tiempo de descuento. "Parece que empecé por el final, quizá por eso mi literatura trata de buscar razones", explica el argentino.

Al accidentado prólogo vital habría que añadir una suerte de logofrenia congénita: su inusitada capacidad para la escritura torrencial y la mezcolanza de referentes de la cultura popular con la tradición más culta. Por sus textos, siempre desquiciados y de trama difusa, desfilan personajes esquizoides, muertos vivientes, asesinos en serie y, cómo no, escritores. "Es algo que no puedo evitar, hasta el punto de que algunos amigos ya me desafían a que escriba una historia en la que no aparezca un solo escritor. Me reconozco incapaz". 

"Abundan los escritores que cuentan pero no escriben"

Esa propensión hacia la metaliteratura —afección compartida con sus queridos Bolaño y Vila-Matas— es uno de los gérmenes que está detrás de su última novela, La parte inventada (Random House). "Quería escribir sobre el proceso por el cual una determinada parte de la realidad se convierte en una historia y al revés, de cómo una historia acaba influyendo en la realidad". Para ello, Fresán disecciona la mente de un escritor en busca de respuestas. El elegido es un personaje que parece sacado de una novela de Saul Bellow, un entrañable antihéroe de esos que van centrifugando todo a su alrededor mientras discurren felizmente por la calle. "Tuve que hacer un ejercicio actoral e imaginar una especie de Rodrigo Fresán sin esposa ni hijos. Un tipo patético que habría renunciado a todo por la literatura, una idea romántica que en algún lugar sigo teniendo".

El escritor argentino Rodrigo Fresán.- JAIRO VARGAS

El escritor argentino Rodrigo Fresán.- JAIRO VARGAS

"El único recurso que le queda a la literatura en la era digital es el estilo"

Así es como descubrimos una versión desaforada del escritor argentino, que no duda en cargar contra una sociedad hipertecnologizada incapaz de apartar su mirada de la pantalla. "Se suele decir que nunca se leyó y se escribió tanto como hoy día, estoy de acuerdo, pero añadiría que nunca se leyó y se escribió tanta mierda como ahora". 

Una dictadura, la de los 140 caracteres, a la que el autor planta cara a través de su personalísimo estilo. "El único recurso que le queda a la literatura en un época completamente digital es el estilo. Creo que abundan los escritores que simplemente cuentan pero no escriben". La parte inventada, en ese sentido, es también una reflexión sobre la autoría, sobre cómo el escritor decide con qué se queda de la realidad, qué parte descarta y cuál falsifica. Las constantes digresiones del autor, su ritmo hipnótico y febril, remiten a autores como Vonnegut o Don Delillo y le confieren de paso la tan manida etiqueta de escritor pop. "La acepto, pero para mí no significa nada. Creo que ya Borges o Jane Austen eran pop. No hay mucha diferencia entre narrar al detalle una determinada danza de época y contar lo que sucede en un concierto de rock. La literatura siempre fue pop en el sentido de que su importancia social residía en dar respuesta a lo que ocurría popularmente a su alrededor".

La parte inventada pone a prueba los límites de la novela clásica, cumbre de un realismo que Fresán no tiene tan claro. "La literatura decimonónica es lo más irreal que existe. La vida no es así, la vida está llena de tiempos muertos donde no te sucede nada o te sucede pero te das cuenta seis años más tarde, es decir, la vida es más parecida a cómo la pensamos que a cómo la vemos o nos la muestran". 

Pero por encima de todo está el aspecto lúdico, la literatura como divertimento, o mejor, como tablero de juego en el que situar sus filias y fobias particulares. Un recreo perfecto en el que se da cita su idolatrado Francis Scott Fitzgerald, un disco de Pink Floyd, Dylan o Billy Pilgrim, el carismático personaje engendrado por Vonnegut. El estilo exhuberante del argentino acerca al lector a una trama desafiante y sugerente a partes iguales. "Si no es complejo no me divierto", zanja Fresán citando, cómo no,  a otro escritor, William Gaddis. 

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