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Afloran los discos de la indignación de cara al tercer aniversario del 15-M

JAVIER HERRERO (EFE)

La música española, fundamentalmente el rock, se empieza a hacer eco del clamor ciudadano del 15-M y, a un mes del tercer aniversario de la cita, son varios los artistas de primera línea que en los últimos meses han dedicado sus discos a la indignación de la ciudadanía. La muestra más reciente y sonada de que el pop-rock también quiere y puede añadir puntos a las íes del debate llegó la pasada semana tras el polémico estreno de 'Ratonera', nuevo tema de Amaral, que llegó -casualmente- un día antes de la publicación de los también comprometidos discos de Vetusta Morla y Nacho Vegas.

En el videoclip de 'Ratonera', los principales políticos del país aparecen retratados después de sufrir una paliza y afectados por situaciones que, como señalaba el dúo en su web oficial, 'en realidad no les afectan en absoluto', como la indigencia, la violencia doméstica o la inmigración ilegal. Cabe recordar que las críticas de los zaragozanos no son nuevas. Ahí está 'Revolución', uno de los himnos oficiosos que tomó prestado el 15-M. Con el campamento de Sol aún en pie, Juan Aguirre incluso le dedicó a Alfredo Pérez Rubalcaba un 'amigo, no me toques los huevos', en respuesta al uso que el dirigente socialista había hecho de otra de sus canciones en el Congreso de los Diputados.

Aunque pidieron disculpas por aquello, Amaral ha vuelto a un discurso de palabras gruesas y contundentes y en su última canción no se andan por las ramas: 'No sé cómo duermes por las noches, estúpido farsante, si mientes más que hablas', cantan. Tuvo que pasar bastante tiempo hasta que el sentimiento de desahucio de gran parte de la población trascendiese a un disco relevante. Hasta entonces, el rap parecía haber ocupado la vacante social del rock y de la canción de autor. 'El 15-M no necesita cantautores', decía Pedro Guerra en 2011.

Un año más tarde, era un embajador de la vieja guardia, Loquillo, quien en la presentación de 'La nave de los locos' recordaba que 'este es el tiempo perfecto para el rock and roll', necesario en tiempos convulsos en los que 'las calles vuelven a arder'. 'Delantera mítica', publicado por Quique González en febrero de 2013, puso por fin letras y música a algunos de aquellos sentimientos y eso, de rondón, le valió el premio Rolling Stone al disco del año. 'No puedes ignorar lo que está pasando ni puedes dejar que no te afecte', explicaba el músico madrileño, que dejó salir el 'veneno' y el vigor roquero en cortes como 'Tenía que decirlo', en el que canta: 'Ya están aquí para cubrir el expediente los presidentes de la desesperación'.

Desde Los Ángeles, alejado quizás por ello de la 'boina de pesimismo', Bunbury también se dejó impregnar por la 'necesidad de cambio' y publicó en octubre 'Palosanto', un disco 'balsámico' anticipado por el single 'Despierta', en el que expresaba el 'entusiasmo inicial' por los cambios y movimientos sociales vividos en los últimos años en el mundo. 'Veo un despertar de conciencias, no como cuando hace unos años íbamos como el burro detrás de la zanahoria. Ahora estamos cuestionando las bases, qué es sustancial de lo que nos rodea, como la monarquía, el territorio geográfico, la Constitución, el sistema de partidos... Esa reflexión ya es bastante importante', consideró.

En el afloramiento de este tipo de ejercicios comprometidos en músicos tradicionalmente más emotivos puede haber influido el hecho de que, según explicaba la pasada semana Guillermo Galván, de Vetusta Morla, 'quizá se ha dejado de tener miedo a hacer una canción social y ser tachado de político'. Para el grupo, hay que recuperar la política como parte del espacio público cotidiano, más allá del Parlamento, y en su nuevo álbum, 'La deriva', hablan del 'cambio de rumbo' social y de los sentimientos que genera la zozobra: 'ansiedad, nostalgia o esperanza, por la posibilidad de que el lugar al que vayas sea mejor'.

'La capacidad de resignación se resquebraja con el tiempo', decía Nacho Vegas, que en su sexto disco de estudio, 'Resituación', abandona el discurso en primera persona para ponerse en la piel de la gente que ve al abrir la ventana y cantar, quizás como vaticinio, 'polvo somos, ya sabemos, y en pólvora nos convertiremos'.

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