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Más acción, diversión y chistes malos para el increíble Spiderman

MARÍA JOSÉ ARIAS

 

El superhéroe desgarbado que cae bien y que actúa bajo el lema 'un gran poder conlleva una gran responsabilidad' ha vuelto para seguir combatiendo el mal y demostrando cuánta sabiduría y razón escondía aquella frase que, en realidad, nunca pronunció el tío Ben en los cómics. El Hombre Araña se columpia en la cartelera con mucha más aventura, acción, amor, diversión y humor. Sobre todo humor, porque en El poder de Electro, Marc Webb -que repite como director- ha contado con Alex Kurtzman y Roberto Orci para narrar la nueva entrega de este superhéroe de Marvel que vive una época dorada tras un reboot acertado en el tono (más adulto), el contenido (de mayor recorrido) y el casting (más apropiado) en comparación con la trilogía de Tobey Maguire y Sam Raimi.

Tanto Kurtman como Orci -colaboradores habituales de los proyectos en los que se embarca J. J. Abrams- saben dotar de un aire nuevo a una saga ya conocida y cómo orquestar una película en la que acción, diversión y profundidad de los personajes vayan de la mano sin que ninguno de los aspectos quede relegado a un segundo plano en beneficio de otro. Lo hicieron con Star Trek: En la oscuridad y han repetido resultado en The Amazing Spiderman 2: El poder de Electro, película que apuesta por el entretenimiento de calado alejándose de ese tono marcadamente profundo y oscuro del que se contagió el género tras el éxito de El Caballero Oscuro en 2008. Un contagio que a veces resulta beneficioso y otras, no tanto.

Tanto Peter Parker (Andrew Garfield) como Gwen Stacy (Emma Stone), la tía May (Sally Field) y Richard Parker (Campbell Scott) ya fueron presentados en la primera entrega. Pero, aún así, hay mucha más historia que contar sobre ellos y sus complejas personalidades se siguen desgranando en esta segunda entrega de la saga. De hecho, El poder de Electro arranca con una escena protagonizada por los padres de Peter Parker que arroja algo más de luz a la historia en sí. En el presente, la tía May lucha por salir adelante tras la muerte de su esposo sin poder evitar el sentir que compite con el fantasma de unos padres idealizados por la ausencia. Gwen Stacy se enfrenta a la ardua tarea de convencer a Peter de que su destino es estar juntos mientras este se enfrenta una y otra vez con la diatriba de si ser un hombre de palabra y cumplir la promesa que hizo al padre de su chica en el lecho de muerte -dejarla para no ponerla en peligro- o dejarse llevar por unos sentimientos más fuertes que su voluntad.

No hay duda de que la vida de Peter Parker no es fácil. Y es por eso que es uno de los superhéroes que mejor suelen caer entre los lectores de cómics. Es el tipo normal, el pardillo del instituto que un buen día, por casualidades del destino, se convierte en un superhéroe. Sin embargo, pocos saben quién se esconde bajo la máscara y la de problemas a los que se enfrenta cada día. Familiares, amorosos, económicos... Como cualquiera de sus vecinos. Sin embargo, cuando se pone el traje se convierte en un tipo popular, se hace visible a los ojos de todos y tira de ese humor tan de chiste fácil y broma infantil que le caracteriza. Aspecto muy presente en esta segunda entrega y que Webb ha rescatado de los cómics. Después de todo, ese sentido del humor de chascarrillos es lo que siempre caracterizó al Spiderman creado por Stan Lee. Ser Peter Parker no tiene gracia, pero meterse en el traje de Spiderman, es otra cosa.

Aunque, en El Poder de Electro el hilo conductor no es ni la lucha de Spiderman contra el mal, ni el descubrir quiénes eran sus padres en realidad, ni frenarle los pies a Electro. Sí, todo eso está ahí, pero la trama que sirve de nexo de unión de todas las demás es la relación de idas y vueltas de Peter Parker y Gwen Stacy. El personaje de Stacy, al que da vida Emma Stone, es uno de los grandes aciertos de esta nueva franquicia de Marvel. Ella sabe quién se esconde bajo la máscara desde el principio, evitando así situaciones embarazosas y poco creíbles (incluso para una película de superhéroes) como las que acostumbra el género. Un giro que da mucha mayor dignidad al personaje femenino convirtiéndolo en un sidekick del héroe más que en la novia tonta que no es capaz de reconocer a su chico por la voz.

Como viene siendo cada vez más habitual en las películas del género, con un villano por superhéroe y película no basta. Hay que ponérselo difícil al protagonista para crear más drama, más tensión y mucha más acción. En El poder de Electro se prometieron tres y tres hay. El principal es el que da título a la película, Electro (Jamie Foxx), un donnadie que trabaja en Oscorp al que le roban sus proyectos y que un día sufre un accidente laboral que lo convierte en una pila humana gigante de color azul. Su historia, en realidad, no dista mucho de la del Spiderman al que tanto idolatra. Ambos son personas consideradas del montón, en las que nadie se fija y que pasan desapercibidas. Un día sufren un accidente (uno con una araña y el otro con anguilas) y pasan a ser visibles para todo el mundo gracias a su poder. La diferencia entre uno y otro está en el equilibrio mental. Dillon opta por vengarse de todos aquellos que le ningunearon y llamar la atención sembrando el caos, mientras Spiderman opta por el lado más heroico.

Otro de los villanos es Rhino (Paul Giamatti), un ladrón, un delincuente al que un día Spiderman ridiculizó y jura venganza. El otro, es un amigo de la infancia de Peter Parker y heredero de Oscorp, la compañía tras la que parece esconderse todo lo malo que le ocurre a Nueva York. Se trata de Harry Osborn (Dane DeHaan), el hijo del multimillonario otrora amigo de Richard Parker que regresa para despedir a su padre en su último suspiro e iniciar una alocada búsqueda de una cura que le evite acabar como él. El Duende Verde, uno de los villanos por antonomasia en los cómics de Spiderman, acecha bajo esa enfermedad y dará mucho juego. De momento, sólo se le ha presentado al público.

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