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Godzilla renueva la amenaza nuclear

BEGOÑA PIÑA

Una de las entregas más recientes del popular manga Oishinbo presenta a su protagonista, el periodista Shiro Yamaoka, sangrando por la nariz después de visitar la planta nuclear de Fukushima. La reacción de las autoridades de la zona ha sido furibunda. Han acusado a los creadores de la famosa y veterana publicación de dañar gravemente la imagen de la región. La polémica no tendría mayor alcance si no fuera porque el guionista Tetsu Kariya ha asegurado que él solo cuenta en el cómic lo que ha visto con sus propios ojos en sus viajes para recopilar información en la zona. Además, hace solo unos días el Instituto de Radiactividad Medioambiental de Fukushima ha hecho público un estudio donde asegura que los niveles de radiación son más elevados de lo que se pensaba. Es la amenaza nuclear. Una maldición que reaparece en Japón justo cuando vuelve a salir de las profundidades del mar el más conocido símbolo cinematográfico del apocalipsis nuclear, el colosal Godzilla.

En el sesenta aniversario del estreno de la película de Ishirô Honda, Hollywood rescata de las profundidades marinas al ‘rey de los monstruos'. Vuelve Godzilla y lo hace otra vez en forma de advertencia. 'Si seguimos con pruebas nucleares, es posible que otro Godzilla pueda aparecer en alguna parte en el mundo, otra vez', decía el doctor Yamane (el actor Takashi himura) en la película de 1954. Hoy, en el remake dirigido por el británico Gareth Edwards, aquel ultimátum se cumple y regresa el monstruo. Pero rizando el rizo, la nueva visión del famosísimo kaiju le presenta como un fantástico héroe que viene a restablecer una especie de orden ecológico.

'En la película, Godzilla representa una fuerza de la naturaleza, y aquello con lo que tiene que lidiar representa el maltrato que sufre la naturaleza por parte del ser humano, así que Godzilla tiene la misión de poner las cosas en su sitio', explica el director, que ha contado para esta nueva película con un grupo de actores encabezados por Aaron Taylor-Johnson, a quien acompañan Bryan Cranston, Ken Watanabe, Elizabeth Olsen, Juliette Binoche, Sally Hawkins y David Strathairn, entre otros.

Con guion de Max Borenstein, a partir de la historia de David Callaham, esta nueva entrega de Godzilla recupera la idea de una criatura evocadora del terror de la era atómica, aunque si el monstruo original nació del pánico posterior a la II Guerra Mundial, en éste hay connotaciones añadidas. 'La película original pone sobre la mesa la incómoda pregunta que la sociedad japonesa se planteaba en aquella época (nueve años después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki), un momento en el que las cicatrices tanto físicas como emocionales estaban aún muy presentes', asegura Ken Watanabe, el único actor japonés entre los protagonistas, en unas entrevistas realizadas con motivo del rodaje de la película.'Creo que tanto Japón como el resto del mundo afrontan hoy día retos similares a los que tenían lugar cuando se rodó la primera película -continúa el intérprete nipón-. Godzilla es inseparable de la cuestión nuclear y sirve como estupendo recordatorio de que debemos mirar al futuro y reflexionar acerca de cuál es el mundo que queremos tener. Por eso, cuando leí el uion me impresionó que la película de Gareth Edwards conservase la relación entre Godzilla y las consecuencias de utilizar fuerzas cuyas consecuencias apenas llegamos a comprender'.

Y si bien Godzilla (2014) mantiene cierta lealtad respecto de la producción de Toho Company, no queda en ésta ni un resquicio del modo artesanal con que se construyó aquel primer dinosaurio mutado, producto de unas pruebas nucleares llevadas a cabo en el Pacífico. Un hombre dentro de un disfraz de látex pisoteaba enloquecido unas maquetas en miniatura de las ciudades. Aquella criatura tenía un peculiarísimo rugido, que el equipo de la película había conseguido con el chirrido que hacía la puerta de entrada a los estudios. Ahora, Godzilla es un monstruo impresionante, creado por ordenador, que pelea con otras criaturas, una especie de insectos gigantes, simulando las luchas reales de los dragones de komoro y de los osos, y con un rugido tan formidable que sobrecoge. Movimientos sísmicos, tsunamis, barcos volando por el aire, explosiones de todo tipo... se suceden en esta nueva entrega del monstruo japonés, poniendo con ello muchísima distancia respecto del original.

El Godzilla que creó Tomoyuki Tanaka -un ser de 180 metros y 3.000 toneladas de peso- ha crecido en esta nueva producción cinematográfica. Y se ha expandido a lo alto y a lo ancho, tanto que los fans incondicionales del kaiju primigenio le han puesto el apodo de ‘Fatzilla' y han acusado a Gareth Edwards de engordarle más de la cuenta. Pasado o no de peso, lo que persigue este monstruo en su reaparición en el cine es dejar al aire la absoluta incompetencia del ejército americano, empeñado en lucirse en operaciones ridículas y preparar numeritos imposibles que nada pueden contra él. Por supuesto, en la película hay una intención más elevada. La amenaza nuclear del primer Godzilla se complementa aquí con la advertencia ecológica. Como el propio director de la película explica: 'Los monstruos siempre han sido grandes metáforas de algo más. Son representaciones de los aspectos más oscuros de nuestra naturaleza y nuestros miedos ante aquello que no podemos controlar. En cierta forma, Godzilla es una especie de personificación de la ira de los dioses, no en el sentido religioso sino en el de la naturaleza que nos castiga por todo el daño que le hemos hecho'.

Un daño que se explica con más detalle en Godzilla: Despertar, la novela gráfica basada en la película y que transcurre unos decenios antes de los acontecimientos de esta. Max Borenstein es también el guionista del cómic, mientras que los dibujos son de Eric Battle, Yvel Guichet, Alan Quah y Lee Loughridge.

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