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Fira Tàrrega, teatro y soberanía en la calle

FLOR RAGUCCI

Por primera vez en 34 años Fira Tàrrega inaugura con una producción propia. Y, por primera vez en su tan larga trayectoria como festival de teatro de calle ─ya instaurado referente en la escena nacional y europea─ su arranque coincide con la Diada más reivindicativa de la historia. Casualidad o no, La ira dels peixos es el montaje que de la mano del director chileno, Ignacio Achurra, ha abierto el festival de la ciudad leridana con un canto a la soberanía de los pueblos. Después de formar parte de los actos de la fiesta nacional catalana en el parque barcelonés de la Ciudadela, la obra coproducida por Fira Tàrrega dio el pistoletazo de salida a cuatro días de teatro, danza, circo y música non stop en la calle.

La ira dels peixos impactó con su combinación de música en directo, bailarines de primer nivel y una escenografía cuidada, impronta de la escuela catalana Fura dels baus o Comediants. La compañía chilena fue la encargada de llevar a escena los sentimientos que desde la V multitudinaria llegaron en tren, autobús o simplemente pegados en las camisetas rojas y amarillas que buena parte del público todavía traía consigo el viernes a la noche. Una reflexión sobre cómo los estados totalitarios extienden su dominio territorial y amenazan la pervivencia de las culturas minoritarias desembarcó en Tárrega, ciudad que, en consonancia, exhibe en el balcón de ayuntamiento un reloj que cuenta los días, las horas, los minutos y los segundos que faltan para la consulta del 9 de noviembre por la independencia de Catalunya.

'Nuestra misión es poner al alcance de los espectadores un catálogo de experiencias únicas'

Pero más allá de la política y la historia, el arte por el arte, el puro amor al arte. Y esta es la esencia de Fira Tàrrega. Una ciudad entera volcada al teatro, abierta de par en par a cientos de miles de personas que pasean día y noche en busca de creaciones que deleiten sus sentidos. 'Nuestra misión es poner al alcance de los espectadores un catálogo de experiencias únicas', afirma Jordi Duran i Roldós, director artístico del festival. Más de ochenta espectáculos distribuidos en veintisiete espacios de carácter diverso ─desde una plaza hasta una granja o una fábrica abandonada─ sorprenden con propuestas que abarcan las más dispares tendencias y disciplinas. Es decir, en Tàrrega, para todos los gustos.

Entre los espectáculos gratuitos, bandas de música itinerantes, títeres, break dance o danza contemporánea dentro de una bola de plástico gigante pueden sorprender en cualquier esquina. Sidral Brass Band, por ejemplo, es una orquesta de trece músicos venidos directamente de los viñedos del Penedés que embriagaron con sus clásicos del pop combinados con el vértigo de los ritmos balcánicos. Todo un cóctel explosivo que al sol de las doce del mediodía hizo bailar a cientos de personas.

Para calmar el pulso, el programa oficial también ofrece propuestas en teatros convencionales, donde el público puede tranquilamente ocupar una butaca y esperar que, al abrirse el telón, los artistas lo conmuevan. Pero, como en cualquier caso no deja de tratarse de un festival de teatro de calle, aún los espacios más tradicionales deparan sorpresas. La intérprete francesa Claire Ducreux ha sido una buena muestra de que en los escenarios de Urgell la cuarta pared no existe. Con su obra de danza y teatro visual, Refugiée poétique, la magistral bailarina transformada en un entrañable vagabundo busca- y consigue- compartir con el público emociones auténticas, trazando el camino más corto entre el alma y el gesto.


Otra de las joyas de la 34º edición del festival ha sido Constructivo, un montaje de la Fundación Collado-Van Hoestenberghe i Piero Steiner, compañía que, pese a lo difícil que resulta pronunciar su nombre, tiene su base en Pontós, un pequeño pueblo del Alt Empordà. Dos 'paletas', uno español y otro italiano, han tenido que emigrar a Ginebra para buscarse la vida. Durante sus años en la construcción estos dos albañiles ilustrados comenzaron a hacer conferencias teatralizadas en las que exponían sus sentimientos y reflexiones filosóficas a amigos y compañeros de trabajo. El conjunto de performances resultantes es lo que este fin de semana ha podido verse entre los escombros de una antigua fábrica de harina abandonada, en las afueras de la ciudad. Guiado por los dos magníficos actores, el público ha sorteado el polvo y los ladrillos para entrar en el mundo lúcido y sensible de estos dos emigrantes del sur de Europa. 'Tenemos un plan- confiesan de pronto los protagonistas- los edificios que no cobijan ¡abajo! Los aeropuertos, el Vaticano ¿cobijan? ¡Pues, abajo!'. Por supuesto, la gente aplaudió la propuesta.

Fira Tàrrega ha coproducido este año once espectáculos

Fira Tàrrega ha coproducido este año once espectáculos, entre los cuales figura uno que a nadie ha dejado indiferente. La compañía de origen sueco afirma que 'no cree en el ser humano, sino en la bestia que habita y controla nuestro interior' y por eso se lanza a la aventura de interactuar con público y animales en total libertad. El ruedo de una hípica se ha transformado en escenario de un montaje delirante que fascina tanto por sus peripecias acrobáticas como por la potencia de sus imágenes. Un hombre leyéndole a un caballo, dos mujeres desnudas- pero con delantal de cocina- preparando un guiso de barbies o un pianista dando concierto encima de un toro mecánico pueden dar idea de ese mundo surrealista al que los suecos llevaron en autobús a un cupo reducido de espectadores.

Cada noche, como colofón de las largas jornadas de arte, arte ─cervecita, bocadillo, churros con chocolate─ y más arte, un concierto de más de dos horas de una de las bandas que mejor representa el alma de la rumba catalana, la Troba kung-fú. Su cantante ─ex líder de Dusminguet─ Joan Garriga movilizó en el multitudinario auditorio nuevamente la sensibilidad de un pueblo que, vaya donde vaya, lleva consigo durante estos días el fervor por su cultura.

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