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El último aliento de la barbarie nazi

El 10 de  junio de 1944, una división de las SS arrasó el pueblo griego de Distomo

JESÚS CENTENO

A las 8.15 horas del 10 de junio de 1944, cinco camiones se dirigieron a Distomo, una humilde población agrícola situada 180 kilómetros al sur de Atenas. En el convoy, 76 hombres de la Cuarta División Acorazada de las SS. Algunos minutos antes, otros dos vehículos habían partido en busca de partisanos, los resistentes griegos que luchaban por expulsar a los nazis de Grecia.

A las 8.50 horas, las carreteras fueron tomadas por otras dos compañías. Cuando entraron en Distomo, a las 10 de la mañana, arrestaron a doce granjeros que trabajaban en sus tierras. De ellos poco más se supo, salvo que fueron atados, ejecutados y enterrados frente a la escuela del pueblo.

El comandante de las SS Fritz Lautenbanch interrogó al sacerdote: '¿Dónde están esos partisanos?'. Según anunció el alcalde, habían desaparecido rumbo a Desfina. Los alemanes esperaron. Quisieron comer, pero hacía ya tiempo que los alimentos escaseaban.

Un país aún en guerra

Los efectos de la guerra fueron catastróficos para los griegos. La invasión del país había comenzado como un delirio de grandeza de Mussolini, que quiso demostrarle al mundo la capacidad de su ejército. Bajo el signo de la improvisación, diseñó un paseo militar que acabó con la conquista griega de los territorios italianos en Albania. Hitler, que ya tenía su mirada puesta en la URSS, no abandonó a su aliado e intervino en el conflicto. 

Tras el suicidio en abril del 41 de Alexandros Koryzis, primer ministro griego, las tropas helenas capitularon y el país fue dividido entre alemanes, italianos y búlgaros. Los combates dejaron unas 70.000 ejecuciones y unos 45.000 judíos fueron trasladados a campos de concentración. Además, la temible inanición: sólo en Atenas 300.000 personas murieron a causa del hambre. Muchos griegos huyeron a Creta y Egipto. Mientras tanto, se fraguó un ejército de resistencia.

La ciudad, atemorizada

Lautenbach mandó un convoy para reconocer el terreno, pero los partisanos les esperaban en las montañas. Una emboscada acabó con la vida de diez oficiales. Tras horas de refriega, los resistentes se rindieron. Sin embargo, los nazis acababan de empezar. Si por cada soldado alemán 90 griegos eran ejecutados, por diez alemanes exterminaron un pueblo entero.

A las 17.30 horas comenzó el asalto. Soldados obsesionados, heridos en su orgullo y bastante despiadados destrozaron cada aliento de vida. Alemania ya había perdido la guerra, pero aún tuvo tiempo para asesinar a 218 civiles inocentes. Entre ellos, mujeres, ancianos y niños. El sacerdote fue decapitado, las mujeres violadas, las embarazadas apuñaladas con bayonetas y muchos niños torturados. Las casas, saqueadas e incendiadas. Y los animales degollados. Distomo se quedó sin aliento. Aquel día, la muerte arrancó toda sonrisa a los habitantes de este pueblo en uno de los peores capítulos de la depravación humana.

En Grecia, las tropas alemanas perpetraron más de 60 grandes masacres, en su mayoría poco conocidas. Además de Distomo, son ejemplares por su brutalidad las de Komeno, Kalavryta y Vianos. El horror acabó en otoño, pocos meses después, cuando el ejército alemán se retiró de Grecia al tiempo que los británicos desembarcaban en Pireo. Tiempos de esperanza que se truncarían de nuevo durante la cruenta Guerra Civil Griega (1946-49).

En los 60, el Gobierno de Alemania Federal pagó a Grecia 115 millones de marcos como indemnización por la masacre. Sin embargo, ninguno de los verdugos ha recibido condenas por parte de los tribunales alemanes. Otros procesos han sobreseídos. El último, en junio de 2003, cuando el Tribunal Supremo de Alemania denegó el pago de una compensación a cuatro griegos cuyos familiares habían fallecido durante el genocidio.

Stefan Haupt (Zurich, 1961) recuerda en el documental A song for Argyris la masacre de Distomo a través de la vida de un niño griego que perdió a sus padres y a 30 familiares. El cineasta (Elisabeth Kübler-Ross: Facing Death) presenta el filme esta noche en la Filmoteca de Barcelona, una iniciativa del proyecto El Documental del Mes (Parallel 40). También hoy se estrena en pase único  en Madrid (Cines Verdi), León, Sevilla, Girona y Lleida, entre otras ciudades. En la cinta, Haupt explica cómo sobrevivió Argyris Sfountouris a la masacre y cómo tuvo que superar la pérdida de la integridad y la inocencia.

El joven fue seleccionado por la Cruz Roja entre miles de huérfanos y pudo trasladarse a Suiza. Allí obtuvo un postgrado en matemáticas y ejerció de profesor y de traductor del griego al alemán. Hoy, con 66 años, continúa luchando frente al horror al que fue sometido de pequeño. Una muestra de cómo puede influir un desastre de esta magnitud en la vida cotidiana y de la reacción ante una denuncia que va pasando desde un pueblo diminuto a toda Europa.

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