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"Alto, me caso en Soria, la bolsa o la vida"

BEGOÑA PINA

'Ya me he pensado el nombre de guerra, Fendetestas. El bandido Fendetestas, ¿a qué suena bien?' Sonaba maravillosa, prodigiosamente, como casi todo lo que Alfredo Landa dijo en el cine. Cine que en España le debe momentos gloriosos a este grandísimo actor , un gigante de una generación que rebosaba talento y en la que todos se crecían cuando jugaban con otros de su misma liga. Aquella película de José Luis Cuerda, El bosque animado, atesora algunas de esas secuencias inmortales, como la que Landa protagonizaba en el camino de tierra con Manuel Alexandre. 'Alto, me caso en Soria, la bolsa o la vida'. Roque Freire y Fendetestas, cara a cara, regateando el botín que el segundo iba a robar al primero. '¿Qué bandido sería si empiezo a hacer rebajas? (...) Si no tuviera uno corazón'.

Fendetestas, Paco ‘el Bajo' de Los santos inocentes, Germán Areta (El crack) o el Pepe de Vente a Alemania, Pepe, los personajes que han crecido con Alfredo Landa son algunos de los más grandes del cine español. Y da lo mismo si la película era un cúmulo de elementos de calidad y prestigio -tanto como para que ganara en Cannes el premio al Mejor Actor-, como si era una ‘españolada' en toda regla. Landa, dentro de la piel de Fendetestas regateaba lo que hiciera falta, pero jamás chalaneó con sus papeles. Y algunos de ellos dieron mucho dinero al cine español. Hasta que Santiago Segura se inventó Torrente y estrenó la segunda entrega de la saga, la película más taquillera de nuestra cinematografía fue una que llevaba bien grande el nombre de Landa en los carteles, No desearás al vecino del quinto (Ramón Fernández, 1970).

Y si trabajando, Landa era rotundo, también lo era en carácter y genio. Daba lo mismo para bien que para mal, cuando el navarro abría la boca, alguien temblaba en algún rincón del cine. No hace mucho dijo que abandonaba su profesión y que se iba 'feliz' y 'sin resentimientos'. Seguro que así lo sentía él, aunque el resto de sus compañeros estuviera todavía atónito ante la bronca que Landa había protagonizado con el que había sido su gran cómplice en el cine, José Luis Garci.

Y por si todo lo que había dicho a lo largo de 45 años de carrera no había quedado claro, el actor se marcó una autobiografía, Alfredo el Grande. Vida de un cómico, donde daba algunos puñetazos directos, eso sí, siempre con la ‘derecha', a distintos personajes de su profesión. En esas páginas algunos compañeros eran 'intratables', ciertos productores eran 'timadores'...

Tenía para todos. También para los periodistas. Nos riñó, nos abochornó en varias, muchas, ocasiones. Y digo nos, porque pocos se salvaron. Alfredo Landa, uno de los personajes de nuestro cine que mejores titulares dio siempre a la prensa, era generoso en sus entrevistas, pero era inflexible en una cosa: si alguien osaba preguntarle por ‘su' personaje, el lío estaba asegurado. Y es que él era de una estirpe de actores trabajadores, muy profesionales, que no intelectualizaba demasiado los personajes, aunque se dejara la piel en ellos.

Landa será siempre Fendetestas, pero también el joven empleado de banca de Atraco a las tres y será Sancho Panza (El Quijote para televisión que hizo Manuel Gutiérrez Aragón) y el brigada Castro (La vaquilla, de Berlanga). Un todoterreno, un actor infatigable que llegó a Madrid desde San Sebastián con Elías Querejeta y Carmen Marín ‘Maikila' para hacer mucho más grande el cine.

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