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El “amor loco” de Simone de Beauvoir: “Eres mi destino, mi eternidad, mi vida”

Claude Lanzmann, ex amante de la autora de 'El segundo sexo', vende a la Universidad de Yale 112 cartas en las que la pensadora se muestra arrebatada ante su joven amante. "Te adoro con todo mi cuerpo y mi alma", le llega a escribir.

Simone de Beauvoir junto a Lanzmann.

Chéri, mi amor absoluto, mi niño adorado, no hay palabras para describirte mi amor”. Desconocemos qué pensaría la insigne Simone de Beauvoir si supiera que estas arrebatadas líneas —y otras muchas que esperan su turno— se dieran a conocer. 112 misivas de un “amor loco” que no iban destinadas a Sartre, su inseparable escudero filosófico, aquel con el que pergeñó el existencialismo, sino que se las remitía a un joven llamado Claude Lanzmann.

La correspondencia data de 1952 y testimonia el crepitar de un fulgor que De Beauvoir daba ya por perdido. “Tras cumplir 40 años, De Beauvoir pensaba que ya no era deseable, pero [con Lanzmann] vivió una segunda juventud”, explicaba a AFP la escritora y comentarista política Agnès Poirier, autora del libro de próxima publicación Left Bank, Arts, Passion and the Rebirth of Paris 1940-1950.

Ella tenía 44 y él 27. Ella ya había publicado su aclamado El segundo sexo, libro cuyos ecos todavía hoy reverberan. Él, en cambio, era todo augurios. Secretario de Sartre por aquel entonces, terminó por convertirse en uno de los más reputados documentalistas del mundo. Shoah, su extra largometraje sobre el Holocausto —dura unas diez horas— estrenado en 1985 está considerado una de las claves del género.

La mayor parte de las epístolas fueron escritas por la filósofa cuando estaba de bolos con Sartre por Cuba, Rusia, China o Japón. Su existencia se desconocía y han sido vendidas a instancias de Lanzmann por la casa de subastas Christie’s a la biblioteca Beinecke de libros y manuscritos raros de la Universidad de Yale. El monto no ha sido desvelado, pero sí las razones: “El contenido de esas misivas, según esta increíble ley, pertenece al que las escribe pero nunca a los destinatarios, a quienes están dirigidas”, lamentaba el amante nonagenario.

Según esta “escandalosa ley”, el derecho de edición sobre las cartas pasaría a manos de su hija adoptiva, Sylvie Le Bon de Beauvoir, con quien Lanzmann no mantiene una relación —digamos— cordial. “Sylvie Le Bon no desea solamente oponerse a la publicación de mi correspondencia con Simone de Beauvoir. Ella desea, pura y sencillamente, eliminarme de la existencia de Simone de Beauvoir. Es la única manera, piensa ella, de hacerme inofensivo”, declaraba recientemente Lanzmann a Le Monde.

“Tú eres mi primer amor absoluto”

Pero dejando a un lado cuitas internas, lo cierto es que los extractos conocidos desvelan una arista desconocida de la poliédrica De Beauvoir. Cuesta creer, viniendo de una mujer que tildó el matrimonio de institución “obscena” y que siempre trató de preservar su independencia por encima de todo, un ardor como el que sigue: “Pensé que nunca diría las palabras que ahora me resultan naturales: cuando te veo, te adoro. Te adoro con todo mi cuerpo y mi alma. Eres mi destino, mi eternidad, mi vida”.

Tras Lanzmann llegó el novelista Nelson Algren, y cómo no Sartre, que nunca terminó de irse. Pero parece que todo el arrobo se lo reservó al bueno de Lanzmann, una arrebatada adoración que la pensadora definió de forma categórica: “Sí, mi querido niño, tú eres mi primer amor absoluto, ese que solo se conoce una vez, o jamás”.

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