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Armas contra el ladrillo

La arquitectura de bajo coste imagina espacios que refutan la solución tradicional del apartamento

ISABEL REPISO

El Premio Nacional de Arquitectura 2008 a Lacaton y Vassal, por parte del Ministerio francés de Cultura, y la presencia de 2012 Architecten, Millegomme y Raumlabor en la Bienal de Venecia demuestran un creciente interés institucional por la construcción a bajo coste o a partir de materiales usados.


Las propuestas de los estudios sensibles a problemáticas como el difícil acceso a la vivienda y a la sobreexplotación del medio ambiente están introduciendo cambios en el esquema productivo industrial. El arquitecto William McDonough y el químico Michael Braungart indican la senda del futuro en Cradle to cradle. Remaking the way we make things, un libro en el que sugieren que la producción del mañana consistirá en concebir cualquier producto como multivital, fiable para ser usado con
varias utilidades.


La práctica de reutilizar objetos que comercialmente son desechos se ha ido extendiendo hasta configurar una red internacional que se alimenta a sí misma. Con esa idea, el colectivo holandés 2012 Architecten creó www.superuse.org, en la que cualquiera puede publicar sus trabajos con materiales reutilizados. El archivo resultante –que crece cada día– documenta la segunda vida de tetrabricks y de estructuras de avionetas, entre otros. “La industria del reciclaje implica una inversión en energía y una pérdida de calidad”, critica Marco Zaccara, del estudio holandés.

El poder invisible
Pero la cuestión productiva no es la única virtud de esta arquitectura. Un paso más allá, se encuentran las reflexiones del antropólogo Franco La Cecla (Palermo, 1950), que critica que lo único susceptible de ser personalizado sean los muebles domésticos. El pensador siciliano denuncia así el control y la división del espacio ciudadano, en manos del aparato legislativo. Una situación que se traduce en la imposibilidad de interacción con el ambiente vital; aunque el principio del que parte La Cecla es considerado por algunos como una verdad a medias. “El problema es económico. Si no tienes dinero, estás sometido al sistema; si lo tienes, puedes construir lo que quieras”, opina Jan de Gier, artista de Husly, junto a Vigdis Haugtrø.

Estos noruegos son pioneros en el uso de palés como material de construcción y creadores de la primera casa gratuita en la que los inquilinos no tienen que pagar renta alguna, en la localidad de Trondheim. La perversión del sistema radica en que su construcción sólo ha sido posible porque Husly la ha enmascarado como “un proyecto artístico”.  No en vano, dará cobijo –por un plazo máximo de una semana– a diversos artistas locales.

Otros proyectos que rebaten la solución habitacional del piso echan mano de materiales como los neumáticos y los andamios. Es el caso de Millegomme, autores de una casa/oficina situada en el jardín de un cliente privado, en La Haya. La recogida de materiales (madera, ruedas de automóbiles, bandejas de acero inoxidable) se realizó en los alrededores.


Interés recíproco
Jan Körbes, de Millegomme, señala que las compañías a las que acuden para reunir materiales “están muy interesadas en trabajar con nosotros por la imagen social y medioambiental que proyectan”. Algo en lo que también ha reparado el mercado español, con la empresa de encofrados Peri a la cabeza. Sus andamios han servido para dar soporte a diversas exposiciones en Barcelona pero, a diferencia de otros colaboradores, su aportación no es desinteresada. “Los alquilamos temporalmente”, aclara Luis Díez, director de marketing.

Pero los tentáculos de la autoconstrucción no terminan en Europa del norte. En España, el abanderado de esta fórmula es el responsable de Recetas Urbanas, Santiago Cirugeda, precisamente uno de los invitados a XI edición de la Bienal de Venecia de Arquitectura que arranca el próximo fin de semana. El proyecto que presentará –un aula autogestionada por estudiantes para la universidad de Nápoles– tiene la particularidad de incorporar un esqueleto estructural a base de andamios. Por el momento, es el último coletazo de una arquitectura a la que también contribuye el estudio madrileño Basurama. Para inquilinos incómodos. Y contestatarios.

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