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El asesinato de la virgen roja

La madre de Hildegart, una joven prodigio en la II República, la concibió para salvar al mundo y la mató cuando pidió autonomía

MAGDA BANDERA

En cuanto supo que estaba embarazada, Aurora Rodríguez Carballeira se negó a leer la prensa. Esta gallega de Ferrol soltera, culta y adinerada, temía que las malas noticias que corrían en 1914 la alterasen demasiado. Estaba obsesionada con tener una hija perfecta, una 'muñeca de carne' que salvara a la humanidad. Para ello necesitaba que fuese un 'jardín de sabiduría' y eso es exactamente lo que significa su nombre, Hildegart.


Aurora logró parte de su objetivo. Su hija fue una joven prodigio y un referente para las izquierdas de la Segunda República. Hasta que reclamó más autonomía y la mató de cuatro tiros el 9 de junio de 1933. Tenía 18 años. Al día siguiente, fue Aurora quien protagonizó los peores titulares.
El suceso produjo una conmoción social incluso mayor que la admiración que durante años despertaron madre e hija entre los intelectuales de la época. La tenaz Aurora había abonado su 'jardín' siguiendo las indicaciones de los mejores pedagogos. Tan eficaz fue su método que la niña aprendió a leer con 22 meses y a los cuatro años ya era mecanógrafa. 'Antes de cumplir los diez años leía y escribía en cuatro idiomas, estudió diversos temas filosóficos y su madre la instruía en todas las materias relacionadas con la sexualidad y la eugenesia', explica Carmen Domingo en Mi querida hija Hildegart (Destino).


Eugenesia y socialismo
Domingo reproduce algunos de los mejores textos de la joven activista, que a los 11 años ya impartía conferencias sobre sexualidad y feminismo. Entre sus obras, destaca La rebeldía sexual de la juventud, donde arengaba a sus coetáneos a disfrutar de la sexualidad con responsabilidad e higiene.


Hildegart se declaraba defensora del aborto y la educación libre e independiente. '¿Vivimos en una república laica o en una república cavernícola?', escribía en 1933 en la revista Tierra, en el artículo Los trucos del socialismo. Sus críticas al partido socialista, en el que ingresó a los 14 años pese a las reticencias de su madre, le valieron más de una enemistad. Finalmente, lo abandonó y se declaró 'marxista sin partido' y contraria al 'socialenchufismo'.


Su coherencia le hizo gozar del reconocimiento de figuras del momento, como Havelock Ellis, H.G. Wells y Gregorio Marañón, con quien colaboró en la fundación de la Liga Española por la Reforma Sexual y con quien compartía la fascinación por la eugenesia.


También Aurora era una fanática de la eugenesia. La ciencia del buen nacer -que propugnaba la mejora del ser humano a través de la selección de los nacimientos- tuvo muchos seguidores durante los años 20 y la II República. Era muy atractiva para los libertarios que deseaban que hombre y sociedad progresaran en paralelo hacia la perfección. En el extranjero, atrajo a Winston Churchill, Bernard Shaw y Henry Ford. Y a los nazis, que la pusieron en práctica.


Colaborador fisiológico
Aurora también quiso hacerlo a su modo. Para concebir a su muñeca de carne, buscó al mejor 'colaborador fisiológico en la gestación'. Con él mantendría relaciones sólo hasta quedar embarazada. Tenía 34 años y ninguna experiencia sexual. Durante el juicio por asesinato, se negó a revelar la identidad del padre. La prensa del momento fantaseó con la idea de que fuese un capellán castrense o un prusiano en el exilio de excelente constitución física.

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