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"Batman también genera violencia"

Ya ha llegado a los cines la última y esperada entrega del hombre murciélago, ensombrecida por la muerte de Heath Ledger

PABLO G. POLITE

Para quien lo haya olvidado, Christian Bale debutó en el cine a los 13 años haciendo de J.G. Ballard. En efecto, El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987), autobiografía novelada del escritor británico, una película sobre la condición humana en tiempos de guerra –y la pérdida de la inocencia de su protagonista–, lo consagró como uno de los actores infantiles con más talento.

Dos décadas más tarde, se han cumplido todas las expectativas que despertó su irrupción en el cine: es una estrella de Hollywood que se disputan todos los directores mientras el actor, ajeno aparentemente al ruido mediático, observa a distancia el éxito de su ultima entrega: El caballero oscuro, nueva secuela de Batman que dirige Christopher Nolan tras su primer encuentro en Batman Begins hace tres años.

“Para mí fue una suerte conocerlo y entrar a formar parte de su círculo creativo”, apostilla el intérprete, con las ojeras que da el trasiego promocional. “Es la tercera vez que trabajamos juntos y espero hacerlo muchas veces más”.

Bale, que encarna en la película al superhéroe más torturado que pueda recordarse, poco tiene que ver con Bruce Wayne, el dandy multimillonario que se rodea de hermosas mujeres y juega públicamente la baza de la superficialidad como coartada para esconder su identidad secreta. Una mentira, hablando en plata, de la que ya está cansado y se quiere liberar. “Bruce Wayne quiere acabar con Batman porque nunca planeó ser un guardián permanente y porque cuanto más se entrega a su farsa, más sacrifica los aspectos verdaderamente importantes de su vida personal, los que quiere recuperar y preservar”, añade el actor. “Busca ceder el testigo a una persona honesta que luche contra el crimen y la corrupción de Gotham; alguien como el fiscal Harvey Dent. Pero se da cuenta de que no puede dejar de lado el personaje que ha creado y que le abduce por completo”.

Si en Batman Begins la actuación de Bale mostraba a un Batman que retrocedía hasta su infancia para justificar el origen y el porqué de su transformación, “en esta secuela es ya un personaje más formado, mucho más maduro, que está llegando a la fase final de su recorrido como héroe”.

El conflicto psicológico o emocional entre Bruce Wayne y Batman constituye el quid del guión, su verdadero trasfondo. “Me gustan los personajes obsesivos; cuanto menos planos mejor. Supongo que como a cualquier actor”, reconoce el hombre que ha dado vida a los controvertidos personajes protagonistas de El truco final, American Psycho y El maquinista. “No es el tipo de gente que te gustaría tener muy cerca, pero sin duda sí es la gente a la que quieres ver en la gran pantalla. De un modo u otro, siempre protagonizan historias fascinantes que normalmente suelen quedarse grabadas en la retina del espectador”.

El caballero oscuro, sin embargo, no es sólo la historia de un héroe cansado. Tiene bastantes más atractivos que van descubriéndose desde la primera secuencia. El primero, y más espectacular, tal vez sea el enfrentamiento entre Batman y un Joker, anárquico, despiadado y sin escrúpulos, interpretado por un Heath Ledger en estado de gracia, que recuerda muy poco al villano que dio cuerpo y voz Jack Nicholson en la primera entrega de la franquicia: Batman (1989), de Tim Burton. “Joker es el rival ideal para mi personaje. Batman es un hombre como cualquiera buscándose a sí mismo pero también un personaje violento y que genera violencia. Y en ese marco el Joker le anima, más que nadie antes, a acercarse más a su propio lado oscuro y dejar de lado su altruismo”.

Al Batman maduro le sucede algo parecido a lo que le ocurría al hombre araña en Spiderman III (Sam Raimi, 2007): comienza a mostrar su cara más siniestra y retorcida, aunque, matiza Bale, “siempre haya llevado esa dualidad interna a cuestas. Al fin y al cabo, él no se viste de angelito, sino de murciélago: una simbología asociada al inframundo del diablo, de Satán”.

A su alrededor, el superhéroe encuentra el equilibrio –o su tabla de salvación– sólo en las figuras paternales que asumen los personajes interpretados por Morgan Freeman y Michael Caine. “Dos actores extraordinarios que le proporcionan a Batman ese punto de cordura imprescindible para que no caiga en la espiral de sinrazón a la que normalmente conduce el caos”. No hay que olvidar que Batman es el único de los superhéroes sin superpoderes. Es un hombre hecho a sí mismo con un objetivo preciso y claro: vengar la muerte de sus padres y de paso limpiar el mundo de la chusma que lo habita. Empezando por el Joker y acabando por el resentido Dos Caras, otra de las sorpresas de la película de Christopher Nolan.

Resulta inevitable hablar de El caballero oscuro sin mencionar la muerte de Heath Ledger, poseído y salvaje en su memorable papel de Joker; y, según dicen, candidato más que probable a un Oscar póstumo por su interpretación. En la película, él representa el opuesto de Batman, su réplica cruzado el límite. Para la Warner, sin embargo, ha supuesto muchísimo más: hasta la fecha, más de 400 millones de dólares en tres semanas de recaudación sólo en las salas de Estados Unidos.

Un récord de caja que sitúa a El caballero oscuro como la octava película de la historia, según su rendimiento en el mercado doméstico estadounidense. “Prefiero no asociar la tragedia al éxito de la película”, señala Bale. “Su actuación habla por sí misma, es increíble, algo nunca visto hasta ahora; es una celebración de su talento”, subraya. “Si decidimos hacer una tercera película, ¿cómo diablos vamos a tener un villano mejor?”, se pregunta inquieto el actor, dejando de paso abierta la puerta a una posible continuación de la saga, algo que parece inevitable vista la enorme repercusión crítica (y económica, claro) de esta nueva aventura del hombre murciélago.

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