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Boris Mikhailov: el cuerpo como arma de protesta

La galería Casado Santapau presenta 'Yesterday's Sandwich', la exposición del fotógrafo ucraniano que ganó el Premio Off Saab de PhotoEspaña

GUILLAUME FOURMONT

Retocar fotografías era un gran arte en la Unión Soviética de Lenin y de Stalin. Los 'enemigos del pueblo' debían desaparecer de la historia oficial del comunismo. Jugar, precisamente, con el poder de las imágenes le costó a Boris Mikhailov, nacido en la Ucrania socialista de los años treinta, su libertad artística, aunque no le impidió convertirse en uno de los más importantes fotógrafos del siglo XX.

Mikhailov no borraba, añadía. Los cuerpos, en vez de desaparecer, invaden desnudos las imágenes. En la serie Yesterday's Sandwich, que se expone en la galería Casado Santapau de Madrid, el artista se dedica a un juego de superposiciones, como si las imágenes fueran palabras de poemas de escritores surrealistas, para denunciar las prohibiciones de su época. 'Se puede usar el cuerpo para protestar', explica Mikhailov.

Sus imágenes son más que trabajos artísticos. Son testimonios de la realidad social y política de la Unión Soviética, aunque no muestren directamente la vida cotidiana. Porque los protagonistas, en su mayoría mujeres, siempre posaron para la cámara de Mikhailov. El espectador entiende el discurso del artista a través de su imaginación: 'En un bocadillo, siempre hay pan y algo más. En mis imágenes, hay gente y oídos, que estaban por todas partes'.

A la censura de las autoridades de Moscú no le gustaron las mujeres desnudas: Mikhailov era ingeniero cuando el KGB entró en su casa para registrar todas sus pertenencias y llevarse todas las 'ofensivas imágenes'. El artista pasó por la cárcel y las autoridades le prohibieron seguir con su trabajo. Casi mejor, porque Mikhailov pudo de esa manera dedicarse exclusivamente a su arte.

'La Unión Soviética representa una gran parte de mi vida. Había cosas buenas, como la educación y la sanidad, aunque también había muchos peros que eran, no sólo para mí, muy importantes', apunta. La realidad que transmiten las imágenes de Mikhailov es la de la pobreza, de la muerte, que se escondía detrás del discurso oficial de las autoridades: 'El KGB obligó a la gente a vivir en el miedo; la ideología estaba en cada cosa, cada momento de tu vida. Había tantas prohibiciones...'.

El fotógrafo, sin embargo, aguantó y seguía produciendo, hasta que eligió vivir en Alemania con su esposa, Vita. Los interdictos y la censura actuaban como una fuente de inspiración para él: 'La crítica directa era imposible y todo tipo de imágenes negativas del régimen, incluso la desnudez, estaban prohibidas. Quería mostrar todo esto en mi trabajo'.

Más de 20 años tras la caída del Muro, Boris Mikhailov considera su trabajo como 'un recuerdo a la conciencia colectiva', porque en la actualidad 'no ha desaparecido la cultura del miedo, lo cual impide a los fotógrafos trabajar con total libertad'.

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