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Calle 13 no deja títere con cabeza

JESÚS MIGUEL MARCOS

Raimundo Amador es negro. Todos creíamos que era gitano, por aquello del acento andaluz, la melena lacia y porque, narices, parece gitano, ¿no? Pero es negro y quien lo dude es porque ayer no estuvo en Rock in Rio, donde abrió la tarde junto a Los Girondinos. El blues, el funky y el reggae que nacía de su guitarra sólo lo puede fabricar un negro. Raimundo, ya no nos engañas. Hizo una versión del Mama said que le habría sacado los colores a Lenny Kravitz, que ahora nos parece chocolate con leche.

El grupo destruyó el mensaje políticamente correcto del evento

Lo de Calle 13 fue gordo. Fue aparecer Residente y venirse abajo todos los mensajes buenistas con los que el Rock in Rio martiriza a sus espectadores hasta conseguir que apadrinen un niño. 'Hoy aquí vamos a hablar de sexo, hoy aquí vamos a hablar de gobiernos y presidentes, que son todos unos hijos de la gran puta, vamos a hablar de las gorditas sexies con minifalda', exclamó Residente, en chichas, presumiendo de tatuajes y tableta, con una pinta de ex presidiario que haría temblar al mismísimo Malamadre.

Calle 13 se pasó por la entrepierna lo políticamente correcto a base de ska desmadrado, cumbia efervescente y reggeaton guarro. Nueve músicos calentorros frotándole el culo al festival, que falta le hace. Como un boxeador enajenado, Residente se iba a la esquina del escenario entre las canciones para recibir instrucciones y limpiarse la sangre después de rajarle la reputación a la gobernadora de Arizona de un navajazo: 'Está loca, está mal'. En ese instante comenzábamos a creernos de verdad el lema del festival: 'Por un mundo mejor'. Cuando pidió a uno de seguridad que le subiera 'una gordita para bailar', los padres que merodeaban cerca del escenario, que también había, comenzaron a ponerse nerviosos. Brutísimo.

Al lado de Calle 13, el concierto de Bon Jovi sonó a uno de Parchís

A su lado, el concierto de Bon Jovi de la noche anterior comenzaba a transformarse en la memoria en uno de Parchís. Su concierto funcionó cuando abrieron el baúl de los ochenta y soltaron una ristra de clásicos incontestables que están por encima del biel y del mal (You give love a bad name, Wanted dead or alive, Runaway y Livin' on a prayer, con la que cerraron). El problema es que los de New Jersey llevan 15 años haciendo la misma canción y, claro, la tocaron una docena de veces en Rock in Rio. Al final, empacharon con una colección de estribillos insustanciales y aburrieron con un repertorio monocorde al que le sobraron 'hits' y le faltó densidad.

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