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Carlos Castilla del Pino aflora en sus ideas póstumas

Tusquets publica 'Aflorismos', más de 800 píldoras de pensamiento concentrado del psiquiatra

PEIO H. RIAÑO

Carlos Castilla del Pino (1922-2009) estaba preparado para el pensamiento fortuito. Atento a las ideas volanderas, a las conversaciones, a las ocurrencias, anotaba en sus pequeños cuadernos citas y comentarios que pedían tiempo de germinar. Uno de los ensayistas más leídos durante la Transición, que nunca renunció a su consulta psiquiátrica, trabajaba en los últimos años de su vida, de 2003 a 2009, con esas píldoras parecidas a los aforismos, que él prefirió llamar 'aflorismos', y que ahora publica Tusquets bajo el mismo nombre.

En este nuevo género breve acuñado por el autor de Psicoanálisis y marxismo (1972), las declaraciones son menos contundentes, hay menos dogmatismo porque son el eco de sus pensamientos sin desarrollar. Como aparece en la nota preliminar, firmada por él mismo meses antes de su muerte, 'el aflorismo comienza; no acaba donde concluye'.

Corre la escritura libre entre paradojas y preguntas retóricas, definiciones y advertencias, y entre ellas se pasean la felicidad entendida como 'desconocimiento del mal', la novela como 'sustituta de otras vidas que hubiéramos deseado vivir', el rechazo a toda forma de dictadura (política, religiosa y moral), la tolerancia con el error, la memoria y la muerte, la amistad y el amor...

Estas pequeñas piezas cargadas de sentido común son el testamento más privado del experto en las patologías de una sociedad expuesta a la infelicidad y la frustración, desde una percepción agnóstica. Grave: 'El verdadero magisterio de la vida es la novela. ¿Quién podría vivir todo lo que le es posible vivir, identificándose, en las muchas novelas que puede llegar a leer?'. Afilado: 'Dios es (sólo) una palabra'. Agitador: 'La historia no la hacemos: nos la hacen'. Sarcástico: 'Precaución: la estupidez no es inofensiva; a veces, hasta contagia'. Cínico: 'La felicidad, como la alegría, es improductiva. Es como actuar bajo los efectos del alcohol o la coca'. Apocalíptico: '¿Sabremos morir? ¿Sabremos morir perfectamente? Deberíamos saber morir'. Humilde: 'Uno sobrevive sólo en el recuerdo de los demás. Cuando estos desaparecen, uno ha desaparecido también. No hay inmortalidad: hay memoria'. Discreto: 'No te exhibas. Que los demás te descubran'.

La serenidad con la que Carlos Castilla del Pino fue apuntando estos 844 disparos evita las bajas mortales. No hay nada más asfixiante que el imperio de los aforismos, y, sin embargo, estas piezas no aprietan porque son tentativas de una vida, el cabotaje de la vida a la deriva.

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