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En la casa de la carne

Visita a las entrañas del estudio de Carlos Díez, una carnicería reconvertida en su cuartel general

ALEX CARRASCO

Su centro neurálgico dista mucho del típico estudio de diseñador de moda. Acicate del buen gusto preconcebido y pregonero de una modernidad rebelde y contestaría, el laboratorio estético donde ultima los detalles de la colección que presentará en la Pasarela Cibeles, conocido como La Casa de la Carne, es un fiel reflejo del estilo que difunde.

“Este es el local en el que durante cuatro meses he estado vendiendo todos los stocks y prendas de desfiles a muy buenos precios, un espacio cedido por la asociación Triball que antiguamente había sido una carnicería”, comenta  Díez, mientras esconde en una cámara frigorífica –antes dedicada a mantener frescas chuletas y solomillos– una de las prendas de su próxima colección para que no la veamos: el secretismo impera.

El jueves, a las 19.30, seis meses de trabajo quedarán condensados en los poco más de veinte minutos que dura un desfile. “Los días previos a Cibeles son muy intensos, es como vivir en un parque de atracciones; un día estás en lo más alto de la montaña rusa y otro, en lo más profundo del pasaje del terror”. La moda es así, bipolar y cambiante, hay mucho en juego y no se pueden dejar detalles al azar, la presión imprime carácter. Aun así, el buen el rollo campa a sus anchas por el estudio de Carlos Díez y, aunque hay gritos, como él confiesa, “si no oigo gritos, no estoy tranquilo. ¡Donde hay gritos, hay alegría!”.

Dicho y hecho, La Casa de la Carne se transforma en un auténtico guirigay y no somos pocos. Junto a Carlos está Juanma, su “mano derecha”. Entre los dos, se ocupan de todo: “Dibujamos, patroneamos, cortamos, cosemos, cantamos y planchamos”.

Aunque durante estos días el dúo se multiplica, llegan amigos de todas partes para echar una mano: “Para mí es muy importante estar rodeado de gente a la que quiero y a la que admiro, y ahí entran en juego Pablo y Álvaro, que se ocupan del diseño gráfico y los estampados; Nancy, que viene un mes antes desde Londres para ayudarnos en todo, y también Lorena, que siempre está para un roto y un descosido”. No son frases hechas, a la hora de disparar la foto, Díez repara en el resto: “Oye, ¿qué pasa, voy a salir solo en la foto?”.

Por mucho humor que se quiera poner en el asador, detrás del aparente glamour de la moda se esconden horas interminables de trabajo. Horas y kilómetros, porque para esta colección han trabajado “entre Valencia, Barcelona, Vitoria, China y Madrid, así que nos repartimos entre todas las ciudades y vamos dándole forma a una idea que hasta el último momento está sufriendo cambios”.

La complejidad industrial y el feroz sistema comercial de la moda convierte cada colección en una auténtica aventura y no son pocos los diseñadores que han comparado el proceso de creación de una colección como un auténtico parto.

“Bueno, a mí personalmente no me duele. Siempre he pensado que el día que sufra por culpa de una colección, me dedicare a otra cosa”. Sólo queda saber algo: ¿qué va a presentar en Cibeles. No suelta prenda. Habrá que ver su desfile, uno de los mejores entrecotes de Cibeles.

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