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El verdadero Català-Roca

Una gran retrospectiva del fotógrafo y un documental sacan a la luz 30 imágenes inéditas y sus métodos de trabajo

PEIO H. RIAÑO

Al finalizar la Guerra Civil el joven Francesc Català-Roca, de 17 años, trató de retomar su educación superior. Pero le fue imposible. A los excluidos se les examinó para ser readmitidos, con un cuestionario en el que se valoraban los conocimientos y la simpatía hacia el nuevo régimen. Francesc y su hermano fallaron en la última, cuando les pidieron nombrar los ministerios que formaban el Gobierno. 'Aunque contestaron con buena intención, no lograron satisfacer a las autoridades: dieron los nombres de varios ministerios del extinto Gobierno republicano', recuerda Martí, uno de los hijos del que cambió el sentido de la fotografía documental en este país, en los años cincuenta.

Francesc Català-Roca (1922-1998) es uno de tantos misterios de la naturaleza autodidacta, que aprendió todo lo que debía saber para cultivar una vasta sabiduría sin especialización. La bien surtida biblioteca paterna hizo su trabajo y convirtió a Català-Roca en un escritor con cámara. Decía que una buena foto era aquella que refleja una historia bien contada: 'Estoy más cerca de la literatura que de las artes plásticas', cuenta Martí Català Pedersen. 'Una vez pregunté a mamá qué encontraba de positivo en papá, y me contestó que, a pesar de sus grandes defectos, Francesc era divertido e irónico, modestamente sabio y no tan gris como la inmensa mayoría de sus coetáneos'.

'Català-Roca podía ser un Josep Pla de la fotografía', cuenta Muñoz Molina 

'En las fotos de Català-Roca siempre hay un interés humano implícita o explícitamente narrativo, que me recuerda a la novela realista de los años que fueron centrales en su carrera', explica el escritor Antonio Muñoz Molina, quien ya ha escrito sobre el fotógrafo catalán en alguna ocasión. 'Català-Roca es tan realista, y tan sofisticado, como Ignacio Aldecoa, por ejemplo, o como Josep Pla, a quien retrató con una sorna que es puramente Pla: observación atenta y desalentada de las cosas y de la gente, y una ironía cordial. Català-Roca podía ser un Pla de la fotografía', asegura el autor de La noche de los tiempos (Seix Barral).

El próximo jueves se inaugura la mayor retrospectiva dedicada a la figura del fotógrafo después de la catalogación de su archivo de 200.000 negativos. Con 150 imágenes, de las cuales 30 son inéditas, la exposición, coproducida por la fundación Pedro Barrié de la Maza y La Fábrica, arrancará su andadura en Vigo y visitará Madrid y Barcelona a lo largo del próximo año. Juntos también producen el libro Català-Roca. Obras maestras y un documental, que investiga el procedimiento de trabajo del fotógrafo.


y el libro muestran sus tomas originales e inéditas  

Chema Conesa es el comisario de la muestra y destaca que lo que se ha enseñado de él es tan bueno como lo que no se ha visto. Al acudir a los archivos, depositados desde 2008 en el Colegio de Arquitectos de Catalunya (COAC) -que los conservan, cuidan y gestionan, y comparten derechos que generan con los herederos-, ha encontrado al verdadero Català-Roca. 'Durante el tiempo que pasamos investigando el archivo, descubrimos a un Català-Roca que no se conocía. Él encuadraba en vertical y horizontal las fotos que hacía en medio formato [cuadrado]', cuenta Conesa, que se sorprendió al encontrar las tomas originales que Català editaba con gusto 'exquisito'.

Eliminaba lo superfluo, se quedaba con un pequeño motivo que potenciaba la instantánea. En ese sentido, sólo sus hijos conocían hasta el momento cómo eran las verdaderas instantáneas que realizó Francesc. El resto sólo hemos conocido los encuadres a partir de los originales que él hizo. Por ejemplo, el mítico policía montado de la Gran Vía de Barcelona es sólo una porción de la verdadera toma. En la toma original, vertical y no cuadrada, aparece el caballo entero, hay un hombre anuncio, mucha gente por la calle... Ruido que elimina con otro encuadre.

Durante los años cincuenta y sesenta recorrió la Península con su moto Vespa, primero, y con un SEAT 600, después, cumpliendo con los encargos de las guías sobre ciudades para la editorial Destino, los reportajes para Revista y el trabajo para la promoción exterior de España por petición de la Dirección General de Turismo.

'Nunca se han visto las fotos originales, porque cortó todas respondiendo a las peticiones que le hacían las publicaciones. Aplicó a rajatabla el menos es más y fue eliminando elementos que distraían sus fotografías, con un acierto infalible', confirma Conesa. Sabíamos que con Català-Roca arrancó el ADN de la fotografía de reportaje en España, y ahora nos enteramos de que también fue el primer gran editor del país.


a Henri Cartier-Bresson'

En el sótano de Travessera de Dalt, en Barcelona, se encuentra todavía el estudio del fotoperiodista. Un enorme armario con decenas de cajones de madera custodiaban el fruto del trabajo de toda su vida, sus negativos. Estaban envueltos en fundas de papel transparente, dobladas y cortadas como en tiras de acordeón. Los negativos están cortados uno a uno, separados y seleccionados. El negativo que no gustaba, a la basura. No almacenaba paja.

El fotógrafo Ramón Masats (Caldes de Montbuí, 1931) reconoce que Català-Roca fue el precursor del reportaje que empezaría a hacer su generación, la de Miserachs, Maspons, Paco Gómez, Cualladó, Colom, Siquier, etc. 'Él dio el paso definitivo para que nosotros hiciéramos lo que hicimos, aunque al final nos alejáramos de él. No tengo más que admiración', cuenta Masats.

la anécdota y Catalá fue más atrevido', dice Koetzle 

La triple corona -exposición, libro y documental- es una llamada de atención sobre la figura de Català-Roca, alabado aquí y completamente desconocido en el extranjero. En el libro, el artículo del escritor, crítico y comisario de fotografía alemán, Hans-Michael Koetzle, denuncia el auténtico abandono que se mantiene sobre 'uno de los mayores representantes de la estética del blanco y negro' en la historia de la fotografía occidental. Explica cómo, a pesar de haberse publicado desde principios de los años ochenta numerosos diccionarios internacionales de fotógrafos, en inglés, alemán y francés, en ninguno se mencionaba al gran Català-Roca. 'Parece ser que desde el punto de vista de la Europa democrática no resultaba oportuno hablar de una vanguardia artística en España', explica Koetzle.

El alemán no duda al colocar entre los grandes fotógrafos europeos al catalàn: 'Si buscamos algún paralelismo en la escena europea, podríamos encontrarlo en el francés Robert Doisneau (1912-1994), quien más o menos por la misma época recorría su ciudad de origen, París, equipado con una cámara de formato medio en busca de instantes humanos en los teatros de la calle. Así como Doisneau busca la anécdota y prima una cara que tenga algo que contar frente a la forma y lo narrativo frente a lo estético, las escenas de Català-Roca están construidas con decisión, muestran un enfoque sorprendente, una mirada atrevida y una gran osadía a la hora de utilizar los recursos a su alcance'. Chema Conesa, en la línea de la glorificación, también se atreve a soltar un 'Català-Roca se adelantó a Henri Cartier-Bresson'.

Jaume Orpinell, responsable del archivo fotográfico del fotógrafo en el COAC, destaca que Català-Roca logró trascender un momento histórico a partir de los detalles más cotidianos de la calle. Él fue el primero en bajar, el primero en romper con las visiones pictorialistas de Ortiz-Echagüe. El narrador de historias con fotos todavía tiene cuentas pendientes con el color. Porque en los años setenta trató de adaptar sus ojos en blanco y negro a la nueva sensibilidad como pudo. De hecho, hay pendiente la publicación de un libro sobre el viaje a Nueva York que hizo. 'El libro está terminado a un 65%', asegura Martí. Su padre dejó dicho que hasta 2020 ese libro no se entendería porque debía publicarse sin una sola palabra. Habrá que esperar a verlo.

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