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Celebración de la vida

PABLO G. POLITE

Soul Kitchen

Director: Fatih Akin

Intérpretes: Adam Bousdoukos (Zinos), Moritz Bleibtreu (Illias), Birol Ünel (Shayn Weiss), Anna Bederke (Lucia Faust), Lukas Gregorowicz (Lutz), Monica Bleibtreu (Nadines Großmutter), Dorka Gryllus (Anna Mondstein)

Clasificación: Pendiente por calificar

Género: Comedia

Comentario:

Dice Karlos Arguiñano que el secreto de la buena mesa está en saber mezclar los ingredientes, en cocinar con mimo y atención materiales de distinto gramaje.

Y algo así es lo que ha pretendido Fatih Akin en su última película, una comedia culinaria que cambia radicalmente el registro épico de la filmografía del director alemán de origen turco, y que tiene como epicentro y principal marco de fondo un divertido local llamado Soul Kitchen (inspirado en el restaurante que dirigió en su día el protagonista y coguionista del filme Adam Bousdoukos).

Akin sustituye el infierno de la inmigración que denunciaba en Contra la pared y Al otro lado por este vodevil coral y consigue hacerse un hueco entre aquellos títulos que, jugando la carta de la moderación y la discreción, acaban ganándose al espectador sin caer en el exceso y la trampa del sentimentalismo. Sólo desde la celebración de la vida, desde su más condescendiente y cómico entendimiento, puede concebirse una película así.

La historia gira en torno a las malas decisiones de Zinos, un joven de ascendencia griega, dueño de un restaurante en un barrio periférico de Hamburgo, al que se le amontonan los problemas: desde el posible cierre del local por no cumplir las normas de Sanidad, hasta el traslado de su novia al extranjero por motivos laborales, pasando por la incorporación de un nuevo cocinero, la aparición repentina de su hermano ex convicto y un fuerte dolor de espalda que amenaza con dejarlo paralítico.

Irremediablemente simpática, la película discurre con la misma naturalidad con la que viven sus protagonistas, gente normal que hace cosas normales y que demuestra con sus revoloteos y sus idas y venidas que la vida, en efecto, es una comedia más allá de nuestras miserias y de un entorno adverso que aquí se presenta con el telón de fondo de la especulación inmobiliaria.

Humor, ternura y (falso) dramatismo, justamente medidos en proporciones pero presentados de forma natural, son los ingredientes con los juega Akin para tirar adelante esta historia de emociones dentro de un microcosmos familiar disfuncional, poblado básicamente por perdedores. El autor de Cruzando el puente: Los sonidos de Estambul recurre al optimismo y eleva a entretenida ficción las vidas de estos seres anónimos sin posibilidad de sobresalir, en un benigno estado de complicidad con su reparto.

Como sólo pretende que pasemos hora y media de entretenimiento en la sala de un cine, el director apuesta con acierto por una película pequeña y discreta en sus intenciones: una comedia para reírse un rato y oxigenarse, que mira con cariño a sus protagonistas, al tiempo que los ridiculiza, aprovechándose del ingenuo encanto arquetípico de sus desventuras.

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