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'Los Charlines'

La familia que inventó la 'narcometáfora'

Oscar López-Fonseca

En la lengua castellana, el honor de inventar palabras parece reservado en exclusiva a esos señores tan serios que ocupan los sillones de la Real Academia Española. Bueno, a los académicos y, también, a ese 'fistro de persona' que es Chiquito de la Calzada, el mayor creador de neologismos 'de la pradera'. Al resto de los mortales, en principio, nos queda simplemente el placer de usarlas, salvo raras excepciones. Una de esas excepciones es la que compone una de las históricas familias del crimen organizado en España: Los Charlines, una estirpe de narcocontrabandistas gallegos cuyos integrantes se han convertido en asiduos clientes de las cárceles españolas desde hace décadas sin que decaiga su afición por burlar las leyes.

La policía adjudica a Los Charlines, en concreto, el mérito de que las palabras 'mula' y 'mulero' sirvan para referirse, además de al cuadrúpedo y a las personas que lo manejan, a todo aquel hijo de vecino que se dedica a transportar droga, generalmente dentro de su cuerpo, para burlar los controles fronterizos. Que se sepa, la familia aún no ha pedido los derechos de copyright sobre la narcometáfora, aunque tal vez sea por su falta de costumbre para actuar dentro de la legalidad. Lo cierto es que la familia, con su casi octogenario patriarca, Manuel Charlín Gama, a la cabeza, la crearon casi sin querer después de dedicarse al contrabando en Galicia desde el tardofranquismo.

Se denomina 'mula'al transportista de droga después de que ellos usaran cuadrúpedos

Cuentan las viejas crónicas que Los Charlines comenzaron trayendo cobre, penicilina y todos aquellos productos que en plena dictadura valían su peso en oro a este lado de la raya con Portugal. Luego, con la democracia, se decantaron por el más lucrativo Winston de batea, ese tabaco de contrabando que se vendía en bares y comercios gallegos con la naturalidad que daba el ingente número de cajetillas que cruzaba la frontera. Para ello, el clan utilizaba, entre otros medios, mulas cargadas con los más variados productos. Con los cuadrúpedos, burlaban las líneas dibujadas en los mapas a través de caminos rurales sólo aptos para animales.

En los años ochenta, Manuel Charlín Gama ingresó en prisión acusado de intentar matar a un empresario por un hace tiempo que no me pagas ciertos cartones. Entre las rejas de la prisión Modelo de Barcelona, entró en contacto con miembros de los cárteles colombianos de la droga que, como él, pasaban unas vacaciones a la sombra. A partir de entonces, lo que antes eran rutas de entrada de cajetillas de rubio americano, pasaron a ser autopistas de introducción de cocaína. Las mulas y los muleros ya hacía tiempo que habían dejado paso a las veloces planeadoras y sus temerarios pilotos, pero ambas palabras quedaron ligadas al mundo del narcotráfico.

Ahora, incluso, los dos términos se emplean en el crimen digital. Sirven para denominar a aquellos intermediarios que transfieren por empresas de paquetería el dinero sustraído por internet (a través del phising) a los autores de estos ciberrobos. Es cierto que la RAE aún no recoge en sus diccionarios ni ésta ni la otra acepción de 'mula' y 'mulero', pero todo se andará. Y, si no, que le pregunten a Chiquito de la Calzada, que seguro que le encuentra un hueco en su vocabulario 'duodenal'.

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