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Chavarrías planta su semilla del mal en Berlín

El director catalán presentó ayer 'Dictado', un cuento infantil terrorífico y la única película española que compite en el certamen. Está protagonizada por Juan Diego Botto y Bárbara Len

ÁLEX VICENTE

No deja de ser curioso que, tras haber permanecido en un flanco marginal durante décadas, el cine de género se haya acabado convirtiendo en una de las especialidades de los directores españoles. El cine español no sólo ha creado una división para el suspense y el terror, sino que incluso ha abierto sucursal en Holly-wood, que no deja de reclutar a jóvenes directores españoles para dirigir enormes producciones de género. Cuentan que el director Guillem Morales pretendía rodar Los ojos de Julia en inglés, pero que le incitaron a mantener el castellano para no alterar los ingredientes de una receta que, visto lo visto, funciona.

La última prueba de la visibilidad adquirida por este fenómeno ha sido escoger una película como Dictado en la competición de la Berlinale, en la que el cine español suele abundar poco. Y el de género, todavía menos. 'Por eso mismo, considero que ya es un honor figurar en la sección oficial, precisamente por lo difícil que es llegar hasta aquí con una película como esta. La sensación que tenemos es que ya nos han dado un premio', explicaba el director Antonio Chavarrías a Público.

Chavarrías: 'El director no es dios ni un santo, sino un asalariado'

El cineasta, que se hizo con un Oso de Oro como productor de La teta asustada, reconoció ayer que no ha venido a competir. 'La competición la entiendo en el deporte, pero no en el cine. Cada película tiene discursos distintos y juega, por tanto, en una liga diferente', aseguraba Chavarrías.

Dictado es un cuento infantil terrorífico, protagonizado por una inquietante niña que, al perder a su padre, es acogida por uno de los amigos de infancia de este, junto al que vivió una traumática experiencia infantil. La llegada de la niña amenazará la relación idílica del protagonista con su pareja, una maestra de Primaria que acaba de perder a un bebé. Mientras tanto, las dudas sobre la auténtica identidad de la pequeña torturan sin cesar a su padre adoptivo. ¿Se trata de quien parece ser o es un fantasma del pasado que ha regresado para mortificarle?

Una historia sencilla y no particularmente original, en la que reverberan los ecos de La semilla del diablo de Polanski y que parece profundamente anclada en la tradición del género. 'Todo el cine que he digerido debe de estar presente. No me planteé esta película como un filme de género, aunque me encuentro a gusto con esa apelación y nunca la he considerado un insulto. Sin embargo, el punto de partida nunca fue seguir una fórmula o generar sustos', relativizaba ayer en Berlín el director catalán, que terminó de rodar hace más de un año y después inició un largo periodo de montaje de casi un año.

La cinta es irregular e imperfecta, pero contiene elementos de interés La película resulta irregular e imperfecta, pero contiene elementos de interés. Por ejemplo, el registro naturalista que ha adoptado el cineasta, en oposición frontal con los imperativos del género. 'Nunca forcé nada para potenciar al género, ni en la iluminación, ni en la dirección artística, ni en la interpretación. La inquietud tenía que ir siempre por dentro', dijo ayer el director.

Chavarrías camina entre dos aguas y hay que reconocer que no sale siempre victorioso. Las excelentes interpretaciones de Juan Diego Botto y Bárbara Lennie, en los papeles de los acongojados padres de sustitución, refuerzan un registro prácticamente costumbrista. 'Nuestro trabajo consiste en generar la mayor verdad posible, por estrambótica que parezca la situación', sostuvo ayer Botto. 'La historia íntima tenía que dialogar con el genero', le secundó Lennie.

En el otro lado del espectro, el uso de la música (y de sus innecesarios subrayados) restituyen a la cinta una pátina de convencionalismo que acaba resultando bastante perjudicial. 'Sin la música no resultaba suficientemente amenazante. Hubiera sido una película demasiado contenida y centroeuropea', argumentó Chavarrías. Cualidades posiblemente incompatibles con la marca de fábrica de la factoría Filmax, que ha respaldado la cinta. El director terminó descartando la opción de desnudar el terror de artificios, que hubiera dirigido a la película en una dirección mucho más interesante, aunque también más alejada del gusto del gran público. 'Imaginaba una película de emociones y no quería quedarme en la frialdad', explicó ayer.

Chavarrías ha sido hasta ahora una especie de no alineado en el cine español, responsable de títulos como Susanna o Volverás, donde ya flirteaba con el género sin renunciar a la realidad social. Se trata de un cineasta artesano que suele prescindir de piruetas y triples mortales para concentrarse en una narración sólida. 'Mi trabajo se centra siempre en el personaje y el actor. No quiero entorpecer su trabajo, porque ellos cuentan más que yo. Tú ayudas, aunque en realidad son ellos los que actúan de narradores', afirmó ayer, con una desarmante falta de ego. ¿No habíamos quedado en que el director era dios? 'No lo es. Vamos, ni siquiera es un santo. Es un asalariado como cualquiera', respondió. 'Lo paradójico es que la sencillez es enormemente compleja de realizar', le auxiliaba Juan Diego Botto un rato más tarde.

'No confrontarse al pasado siempre tiene consecuencias', dice Juan Diego Botto  Puede que la simplicidad de la historia contada favoreciera ayer las múltiples interpretaciones que se escucharon en la Berlinale. 'No era mi intención hacer metáforas', dijo el director durante la rueda de prensa. Pero nadie le hizo excesivo caso. Además de suponer una reflexión más o menos explícita sobre el peso de los traumas infantiles en la vida adulta, hubo quien detectó en ella una metáfora de las relaciones sentimentales que se van a pique (con la niña protagonista encarnando a los celos enfermizos que carcomen a la pareja), una parábola del hombre que no desea tener descendencia o incluso una alegoría sobre la historia reciente de España. 'No confrontarse al pasado siempre tiene consecuencias', convino Botto, tal vez en respuesta a la actualidad política. El director se negó a validar esa pista y prefirió hablar de genealogía del mal. 'Todos llevamos dentro una semilla que, si se desarrolla, puede conducir a la violencia. El mal puede crecer en cualquier lugar', concluyó el director.

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