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Ciencia a 4.000 metros bajo el mar

El entorno del navío amenaza su supervivencia

MARTA DELAMO

El amasijo de hierros y madera que reposa en el fondo del Atlántico no sólo ha servido para inspirar una superproducción yanki y ser objeto de deseo para los cazatesoros de la compañía RMS Titanic, ya que entre los restos de la embarcación también hay un sitio para la ciencia. El objetivo de la expedición que parte hoy hacia el navío es crear una imagen tridimensional de este para preservar su memoria. No obstante, esta empresa requiere de un equipo de oceanógrafos, arqueólogos y biólogos, que tratarán al mítico barco como si fuera un tubo de ensayo.

Desde que el Titanic viera la luz del sol por última vez, hace casi 100 años, sus restos han sufrido un proceso de degradación constante. La tumba submarina de la embarcación soporta una presión más de 400 veces superior a la atmosférica y la temperatura ambiental ronda los 0 ºC.

Estas condiciones no sólo matan al barco lentamente, también dificultan la exploración científica. Los artefactos deben estar adaptados para este entorno 'y es necesario mantenerlos secos cada vez que se usan', como explica a Público el responsable científico de la expedición, el director de Proyectos Especiales del Instituto Oceanográfico de Woods Hole (WHOI, del inglés), David Gallo. El equipo tratará de determinar 'a qué velocidad se está deteriorando para crear un plan que mejore la protección del barco', asegura Gallo.

El agua y los microorganismos que habitan en ella también contribuyen a la lenta muerte del Titanic. 'Sabemos que estas bacterias se están comiendo el casco del barco', afirma Gallo. Por ello, la microfauna que actualmente tripula la embarcación también será analizada por los científicos del WHOI, que tomarán muestras para averiguar cuáles son las especies más críticas para la superviviencia de los restos del navío.

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