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"En el cine español se nota un pulso emocionante de supervivencia"

El director y guionista Juan Cavestany presenta su última película, 'Gente en sitios', que la crítica ya ha aclamado como la mejor cinta española del año

HÉCTOR JUANATEY

'La película más relevante y extraordinaria del año'. 'Una delicia'. 'La pequeña gran joya del cine español'. 'Alucinante'. 'Sorprendente'. 'Lúcida e hipnótica'. 'Esperanzadora y fascinante'. 'Salvaje y explosiva... Un completo shock'. Son solo algunas de las críticas que ha recibido en los últimos meses la última película del director y guionista Juan Cavestany, Gente en sitios.

Gente en sitios es justamente eso: gente en sitios haciendo cosas. La gente, un inmenso elenco de actores con nombres muy conocidos (Maribel Verdú, Santiago Segura, Alberto San Juan, Antonio de la Torre, Coque Malla, Ernesto Alterio, Eduard Fernández, Tristán Ulloa, etcétera), otros menos conocidos y algunos completamente desconocidos. Es, según la propia definición de Cavestany, 'un relato caleidoscópico que recorre la comedia, el drama, el relato social, el terror y el surrealismo con el denominador común de la irreductible poesía de la condición humana frente a las embestidas de lo extraño y lo caótico'.

Hablamos con Cavestany acerca de este conjunto de relatos breves que hará llegar al cine (se estrena en salas en Madrid y Barcelona el 20 de diciembre; el 15 de enero de 2014 se lanzará en DVD y plataformas digitales como Filmin, YOMVI y Canal +).

Quiere que esta película sea una reivindicación del cine de las ideas. ¿En qué consiste ese tipo de cine?

Me refiero a un cine intelectual pero no intelectualoide. ¿Cómo definir eso? Un cine basado en la escritura, que son ideas, imágenes, tramas y palabras imaginadas en la cabeza. Estas ideas son, en la película, tramas pequeñas, épicas, moralejas, fábulas. Cuando hablo de cine de las ideas me refiero al formato cinematográfico en el que la idea es un pequeño relato: un padre que recoge a un niño, un amigo que huele el zapato de un anfitrión, hombres que comparten coche a través de internet... Todas ellas son ideas que espero no caigan en la ocurrencia barata, que puede que alguna lo sea, ni en la cosa intelectual de tratado de filosofía. Tuve la idea de hacer una película así leyendo a Kafka. Me pregunté por qué en la literatura el formato corto está muy asumido pero en el cine no. Por qué es tan problemático. Las películas de sketches no funcionan bien, siempre se buscan tramas centrales, hilos conductores. Yo, desde la experimentación, nunca desde el alegato, quise probar y hacer una película fragmentada, sin hilo conductor, solo para ver qué pasaba.

Aun fragmentada y sin hilo conductor, todas las historias tienen un nexo.

No quería tener un hilo conductor y era consciente de que buscaba ser una película fragmentada, pero tampoco quería una playlist de sketches aleatorios. El abanico que me planteaba era muy amplio, podría hablar de todo y habría sido el caos absoluto. Aunque abrazaba la fragmentación, quería que tuviera una unidad, un tono, pero tampoco me lo puse como condición a priori. Empecé a montar y luego rodaba pensando en escenas que podrían completar la película. Por ejemplo, la película empieza con un tipo escribiendo en un blog. Cuando rodé esa escena, aunque no fue la primera, sabía que abriría la cinta, por eso de hacer una película sobre la escritura. La idea era crear un viaje indeterminado.

Estuvo en el Festival de Toronto y allí interpretaron la cinta como un relato de la crisis en España.

Lo que pasó es que Toronto seleccionó la película muy pronto, cuando yo apenas tenía título escogido. Entonces yo les envié como descripción eso del 'relato caleidoscópico', pero ellos debieron pensar que no, que a la basura, harían un relato mejor. Y definieron la película como una mezcla entre la crisis española y Luis Buñuel. Juntaron esos dos tópicos, y me parece una visión que está bien. Dicen que uno necesita una mirada de fuera para entender todo en su conjunto. Y lo que se sabe ahora mismo de España fuera es que aquí la gente se mete en los cubos de basura para comer cosas. Vieron la película y les recordó eso. Aquí en España, más que de la crisis, dijeron que era un reflejo del estado emocional de la sociedad, que al final es un poco lo mismo pero desde un punto de vista más amplio.

Sí dijo que buscaba una película que plantease un mundo en el que se pudiera estar.

Yo siempre he tenido un dilema en todo lo que he escrito. Miro alrededor y veo un deterioro político, ético... Tremendo. Veo precariedad, miedo. Y también noto yo mismo una sensación de miedo. Veo casi todo filtrado por el pánico. Entonces pienso: ¿qué hago, devuelvo ese pánico? ¿Lo cojo, lo proceso y se lo devuelvo a la cara a la gente? ¿O trato de aportarle algo más? Es un dilema eterno de la escritura: ¿qué aporto yo? Uno tampoco se siente cualificado para dar soluciones, porque sería como sentirse un mesías. Así, como no sé qué hacer, pues termino grabando una película con una especie de ánimo de 'por favor, encontremos una salida a esto'. Hay un intento de alumbrar algo, pero no de una forma clara ni prepotente, sino relativa, pequeña, extraña. Yo he hecho otras dos películas con un estilo similar: Dispongo de barcos y El señor. La primera era oscuridad absoluta y paranoia, no había salida de ahí. En esta, hecha con parámetros parecidos, se cuela una posibilidad de entendernos, de querer entendernos. La gente lo intenta. Y ya solo un intento es una cosa que hay que aplaudir. La esperanza vendrá del mero intento. La película no da más recetas, pero intenta cosas todo el rato. El intento, al final, es el motor que hace que sigamos vivos.

Gente en sitios convierte lo ordinario en extraordinario. Cualquiera podría verse reflejado en algunos de los relatos breves de la película.

La cosa que me alegra de la película es que lo extraño y lo surrealista está en el mismo plano con lo cotidiano. Está todo en el mismo nivel, es igual de creíble. A todos nos pasa eso de: si pongo esto en una película, nadie se lo cree. Pero aquí todo se ve como algo que podría pasar. A mí me parece que ha quedado bien, al menos es lo que me apetecía hacer.

Es una película con un presupuesto bajísimo.

Esto de preocuparse por lo que costaba una película es una obsesión que viene de Hollywood. Es mentira todo, todo es cuestión de ventas. Todas las cifras que se dicen por ahí sobre la película son mentiras. Yo la película la hice sin nada de dinero. Tengo una cámara, dos tarjetas, el Final Cut y lo que hice fue quedar con los actores, que no cobraron nada. A alguno pagué algún café. También hice uso del teléfono. ¿Cómo se mide todo esto en gastos? Así estaría seis meses. ¿Cuánto cuesta esto? No sé. Incluso podríamos decir 600.000 euros, porque no solo es mi tiempo, también es el de Maribel Verdú, el de Santiago Segura. Ahora, una vez hecha la película, hay que hacer copias digitales, enviarla a festivales, trámites diversos... Todo esto implica gastos administrativos que empiezan a llevarnos a los números negativos. Pero es una cifra muy pequeña.

¿Cómo se compagina tal elenco con ese presupuesto?

La película fue rodada a lo largo de seis meses y los actores hacían esto cuando podían. Yo era el que me adaptaba a ellos. Era gente con la que había trabajado antes, se lo comenté, les dije que era un experimento y quisieron participar. Pero lo que me gusta del elenco es la mezcla de gente conocida, otra que no tanto, y otros completamente desconocidos. Hay una democracia extraña al ver a Verdú con un portero extraño y desconocido.

Era un experimento pero llegaron unas críticas increíbles.

La crítica ha sido muy generosa. Se ha valorado la falta de pretenciosidad, la humildad de la película. Está escrita con una letra muy limpia. Es humilde y a la vez tiene una ambición muy legítima de tocar temas grandes desde una cosa muy pequeña. Habla a la gente de una forma muy directa, muy clara. La gente que la ha visto en los pases salía conmovida, divertida, participando de algo peculiar. En el fondo, lo que dice la película es que con muy poco se pueden hacer cosas grandes.

Una de las imágenes de la película 'Gente en sitios', de Juan Cavestany. 

Lo de hacerlo casi todo por su cuenta es cosa suya o tiene que ver la situación a la que han abocado al cine español.

Es una mezcla. Yo no me puedo permitir pagar a nadie pero también está el que me guste hacer algo así. Está escrita, montada y rodada en casi un movimiento: yo llevo la cámara, grabo, doy indicaciones... Es un trabajo muy gozoso de hacer. No tengo que contarle a nadie cómo hacer las cosas y así también asumo yo todas las carencias. Sí es verdad que hay varias escenas en las que me han ayudado operadores de cámara y están mejor grabadas.

¿Pero cómo ve el cine español? ¿Podrá recuperarse?

Creo que se tiene que recuperar y se va a hacer. Hay mucha energía. Hay buenos cineastas, actores, técnicos, directores... Y hay público al que le interesa mucho el cine español, mucho público. Pero nos lo venden de la manera contraria. Se oye mucho el 'me cago en los titiriteros', 'subvencionados'... Pero luego hay gente que va al cine, que va a ver Todas las mujeres, de Mariano Barroso, que no solo está asalvajada por las redes sociales. Javier Ruiz Caldera hace una comedia y esta engancha con el público, que se parte con ella. Ha habido varias películas que han funcionado. Se han hecho muchas y sin dinero. Es supervivencia. Se nota un pulso acojonante y emocionante de supervivencia. Lo que queda por hacer es seguir exigiéndonos un alto nivel de compromiso y hay que exigir no desde la queja, sino desde la absoluta gravedad de la cuestión, decencia e integridad a la gente que está haciendo todo esto. Lo que se está diciendo es atroz.

La promoción también es distinta. ¿Fue idea suya?

No. En un momento dado, cuando la película va a festivales, yo me asocio con Apaches, de Enrique López Lavigne. Somos coproductores. Él ha puesto en marcha una oficina de prensa y ha conseguido la distribución, a través de Cameo y Filmin. Ellos son los que realmente están con la promoción. Yo es una cosa que ya no abarco. Es una promoción en la que no hay dinero porque detrás no existe financiación ni partida prevista para eso. El valor que tenemos está en las buenas críticas y en la buena onda que hay de la película en los festivales. Y todo eso lo tienes que compartir en las redes sociales, imagino. Hay que compartirlo a tope. Existe el riesgo de ser muy pesado, pero es que no tienes otra cosa. La película se estrenará en una sala en Madrid y en otra en Barcelona. Esas salas serán el sitio en el que ver la película en cine. Más que plantear el asunto como un echar la red, lo concentramos. También he hecho muchos bolos y muchos pases por distintas ciudades, y toca seguir con eso. En enero, por ejemplo, iré a A Coruña, Castellón, etcétera.

En Toronto declaró que querría trabajar con gente en sitios de verdad, sin actores.

Allí me preguntaron si habría una segunda parte, porque en realidad de esto podría hacerse una versión cada año. Pero ahora mismo no tengo nada en mente. Estoy con otros proyectos de teatro, tengo encargos de guión... Haré algo, pero no ahora. Sí me gustaría sofisticar este modelo, poder pagar a la gente. No se puede hacer siempre una película con favores. Ese es mi reto ahora mismo.

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