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El cine, la materia y los animales

La sección oficial del festival de Gijón recupera un cine vinculado con el entorno

Gonzalo de Pedro

Quizás haya que instaurar un premio a la mejor actuación animal. Las dos películas presentadas ayer en la sección oficial del Festival de Gijón, Tulpan, del kazajo Sergei Dvortsevoy y Wendy & Lucy, de la norteamericana Kelly Reichardt, trabajan de manera muy especial la relación del cine con la naturaleza, los animales y el paisaje. Y cada una de manera completamente diferente, y quizás hasta opuesta.

En Tulpan, la primera película de ficción del documentalista Dvortsevoy, rodada durante cuatro años en la estepa kazaja con actores no profesionales, el viento, el paisaje desértico, las nubes y los animales que rodean a la familia protagonista abandonan el papel de adornos y fondos de pantalla y pasan a compartir el primer plano de la película. La cámara de Dvortsevoy, acostumbrada a esperar y empaparse de lo cotidiano, consigue romper la barrera entre el cine y la vida, y recoge la conexión íntima entre los protagonistas, la naturaleza que les rodea y el cine que les observa.

Y si en Tulpan los animales actúan e importan tanto como los personajes, en Wendy & Lucy es justamente la ausencia del animal (el perro desaparecido de la protagonista) la que vertebra la película. La desaparición de 'Lucy' detona el vagabundeo de Wendy en busca de su compañera de viaje, y funciona como metáfora de un cuerpo y una vida desvinculada de todo, de una existencia incapaz de recomponer sus lazos con el mundo. Ambas películas, y también El brau blau, de Daniel Villamediana, presentada en la sección Llendes, reactivan una línea de trabajo que el cine contemporáneo había descuidado: su vínculo con la materia, su asentamiento en el mundo que le acoge.

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