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Coches, tetas y violencia

Russ Meyer reivindicó en los sesenta otro tipo de mujer: la que se imponía a los hombres con la fuerza de su sexualidad

JAVIER SALAS

Señoras y señores, bienvenidos a la violencia. Violencia de palabra y de hecho. La violencia se esconde detrás de diversos disfraces, pero su manto favorito sigue siendo el sexo”.

Una voz en off da paso al universo de Russ Meyer en Faster, Pussycat! Kill! Kill! anunciando con solemnidad lo que le espera al espectador. Los dientes largos.El mismo año (1965) en que debutaba en las tiendas de cómics el Gato Fritz, se estrenaba Faster. Tanto el dibujante Robert Crumb como el cineasta Russ Meyer descubrieron para esa década una estética –de sexo explícito y mujeres rotundas– que cambiaría para siempre el sentido de la palabra underground.

Meyer (1922-2004) escogió el título de esta cinta porque resumía, según sus propias palabras, el sentido de su cine: una película estaba completa si contenía velocidad (faster), sexo (pussycat) y violencia (kill, kill). Tres mujeres cabalgan en sus tres deportivos por un escenario desértico en el que el asfalto y sus salvajes risotadas al volante son los únicos testimonios de la existencia de vida humana en un escenario marciano. El trío más peligroso de la historia del cine golpea sin piedad a los hombres en esta obra cumbre de Meyer, filme favorito de John Waters: ya sabemos la clase de tipo que adora a Russ. Los tarantinianos sobre todo.

El arranque de Faster es un minuto de cine que deja al descubierto las costuras de Quentin y sus secuaces: las violentas bailarinas de un club de striptease se menean, golpeando el espacio con sus ombligos, mientras los borrachos del lugar gritan: “Go, baby, go!”. La clase de chicas que se desayunan hombres poco hechos por las mañanas. Mujeres con un perfil muy definido. En el caso de Russ Meyer, nunca mejor dicho: las mujeres debían tener unos pechos exuberantes más que turgentes. Con él llegó el escándalo y un término para definir las mujeres con delanteras imposibles: vixens, algo más que tetudas.

Donde Crumb creó una mujer de muslos rotundos y pies inabarcables, Meyer exigía unos escotes monumentales y naturales, sin nada de silicona. Tanto es así, que llegó a servirse de mujeres en sus primeros meses de embarazo para que las dimensiones fueran aún más desproporcionadas. El universo que creó es el paraíso de un fetichista y su propia existencia surgió de una fantasía. Su padre, policía, y su madre, enfermera, reflejan a la perfección el origen de los dos pilares de su cine: la violencia y los sueños eróticos más clásicos.

Pero la aparente frivolidad de su discurso no lo es tanto y su obra muestra que es un hijo de su época. La libertad sexual, su bandera, está en cada fotograma de su cine. En 1970, el filósofo del séptimo arte Michelangelo Antonioni rodaba para Zabriskie Point el mítico revolcón en el desierto entre Daria Halprin y Mark Frechette, una escena que se convirtió en la mayor metáfora de los sueños de una época: el amor libre era eso. Ese mismo año, en Cherry, Harry & Raquel!, Meyer ponía sobre la arena a Charles Napier a hacer lo propio, con una importante salvedad: él, además, mostraba el primer desnudo frontal masculino del cine más comercial.

Bastantes años antes de que Michael Cimino se atreviera con las secuelas psicológicas de los que vivieron los horrores de Vietnam en El cazador (1978), Meyer ponía encima de la mesa la violentísima Motorpsycho (1965). Tres moteros arrasan con todo lo que encuentran en su camino, esencialmente bellas mujeres. La moraleja de esta cinta –negativo masculino de FasterSEnD es que toda esa agresividad inusitada y gratuita tiene su origen en la tara mental que arrastra uno de ellos, recién llegado después de haber estado matando charlies.

Cuando sueltan el volante, los personajes de Meyer ocupan sus manos con una pistola y un transistor. Surge sin cesar un rock and roll pegajoso, de guitarras que acompañan con sus golpes a los que los protagonistas se despachan entre sí. Esos acordes guían la acción por las carreteras de la América profunda y terminan de redondear el sueño de libertad de la época: Dennis Hopper (Easy Rider, 1968) también llegó tarde.

Faster, Cherry y Motorpsycho vuelven a estar de actualidad por un doble motivo. Primero, porque están de nuevo disponibles para los amantes de las rarezas (en el pack Russ Meyer: Sexplotation, Manga Films). Y segundo, porque el rey de los homenajes al que aludíamos antes, Tarantino, está detrás de la posibilidad de rodar un remake de Faster, Pussycat! Kill! Kill!. Después de tanto guiño, y del escaso éxito de su Grindhouse, sería una buena oportunidad para reivindicar a uno de sus padres. Y el espectador medio descubriría al hombre que reinventó el cine de acción.

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