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Coldplay tiñe de color Barcelona

La banda liderada por Chris Martin despliega su exitoso repertorio y una gran variedad de efectos pensados para llevar a cabo un espectáculo total.

El líder del grupo británico Coldplay, Chris Martin (d), durante el concierto. EFE

ROSA DÍAZ (EFE)

BARCELONA.- Luces de colores, fuegos artificiales, cañones disparando confeti y pulseras iluminadas en las muñecas de 55.000 personas ya indican que estamos en una gran fiesta, pero si quien la protagoniza es Coldplay la celebración puede alcanzar niveles muy elevados, y eso es lo que ha pasado hoy en Barcelona.

La forma como la banda británica ha iniciado esta noche su concierto en el Estadi Olímpic de Montjuïc, con el enorme escenario iluminado de rojo, los cohetes de colores estallando en el cielo y la banda botando al ritmo de A Head Full of Dreams, ha sido un anuncio claro de la línea festival que iba a presidir todo la velada.


Ha sido como decir "hemos venido a hacerte disfrutar y lo vamos a conseguir", y así ha sido; el público ha bailado, ha saltado y ha coreado a todo pulmón los himnos épicos de Coldplay, en el primero de los dos espectáculos de la formación de Chris Martin en Barcelona, única parada española de su gira mundial.

El concierto ha sido una descarga de energía y buen rollo, con la que el público ha visto recompensada la paciencia que ha tenido que tener para soportar los estrictos controles de seguridad previos, algo que se ha hecho habitual en los acontecimientos multitudinarios desde los atentados de París.

Durante la tarde, miles de personas han hecho cola para coger el autobús que sube a la montaña de Montjuïc, para cruzar la calle repleta de coches y regulada por agentes de la Guardia Urbana, para enseñar el contenido de sus bolsos a los equipos de seguridad, para mostrar su entrada y para recoger las pulseras luminosas que tanto juego han dado durante el concierto.

Estos brazaletes, controlados por software, que se iluminan por indicación de los técnicos del equipo de Coldplay han permitido a los presentes ahorrar batería en el móvil, ya que no han tenido que encender la linterna en los momentos emotivos, y además han dado más variedad de colores a la interacción con el público.

En Yelow el Estadi Olímpic se ha iluminado de verde, no sabemos si por error o para no resultar previsible, y en Birds se ha alternado el lila, el rojo y el azul.

Pero el ritmo de la fiesta no la han marcado las luces de colores, sino las canciones, muchas de su último disco, A Head Full of Dreams, pero también de los anteriores.

El sonido era un tema que preocupaba a más de uno, porque el último concierto de Coldplay en Barcelona, también en el Estadi Olímpic hace siete años, fue un fiasco en ese sentido.

Pero esta vez se han desquitado. Todos los instrumentos han sonado bien, todo ha estado en su sitio y Chris Martin ha estado magnífico.

El carismático 'frontman' ha recorrido la pasarela entre escenarios corriendo y bailando con energía y estilo y ha resultado muy simpático en sus intervenciones, la mayoría en un castellano muy aceptable.

En la segunda canción del concierto, Martin ha cogido una bandera catalana y se la ha colgado de la guitarra y, a lo largo de la noche, la ha recuperado varias veces, bien para ponérsela en el bolsillo trasero del pantalón, bien para colocársela en la cabeza. Un detalle muy bien recibido por el público.

La euforia se ha desatado con canciones como Hymn for the Weekend, en la que las pantallas han dibujado figuras caleidoscópicas propias de un viaje con drogas psicodélicas.

Pero también ha habido momentos de más recogimiento en los dos escenarios pequeños, situados en el medio de la platea y el extremo apuesto al escenario principal, donde Coldplay se ha mostrado como una banda sencilla, formada por cuatro músicos que no necesitan luces de colores para tocar sus melodías de estribillos diáfanos.

Tras dos horas de fiesta, la celebración ha acabado como empezó, con confeti, fuegos artificiales, felicidad, alegría y el estadio entero saltando al ritmo de A Sky Full of Stars.

Y después, cincuenta y cinco mil personas montaña abajo, con las pulseras todavía en sus muñecas y las luces rojas, lilas y amarillas brillando por todo Montjuïc. Memorable.

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