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El 'crash' inventó el capitalismo estatal

El intervencionismo keynesiano se impuso tras la crisis de 1929

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Usted quizá esté pensando, señor presidente, que mis críticas son más evidentes que mi simpatía. Sin embargo, no es así. Usted sigue siendo, para mí, el gobernante cuya visión y actitud generales sobre las tareas de gobierno son las más comprensivas del mundo. El único que ve la necesidad de un profundo cambio en los métodos y que lo aborda sin intolerancia, tiranía ni destrucción'.

La carta abierta que publicó John Maynard Keynes en The New York Times el último día de 1933, dirigida al presidente Franklin D. Roosevelt, condensa un punto de encuentro entre las recetas políticas y académicas que con mayor éxito abordaron la salida de la peor crisis del sistema capitalista hasta la fecha: el crash de 1929. El intervencionismo económico del Estado que Keynes pedía en su carta el periódico le había pedido una opinión sobre América diez meses después de que Roosevelt hubiera implementado el New Deal además de ayudar a superar la Gran Depresión lo convertiría, tras la publicación de su Teoría general de la ocupación, el dinero y el interés en 1936, en el economista más influyente del siglo.

Keynes a Roosevelt: 'Es libre de emplear para la paz la técnica que hasta ahora sólo ha servido a la guerra'.

Una diagnóstico que habían empezado a formular, curiosamente, tras abandonar la Conferencia de Versalles de 1919 que impuso gigantescas indemnizaciones que tendría que pagar Alemania tras su derrota. Keynes, miembro de la delegación británica, abandonó a mitad la conferencia convencido de que las exigencias de los aliados (Estados Unidos, Francia e Inglaterra) rematarían la ruina que Alemania había puesto en marcha con la guerra.

La década siguiente mostró que la coordinación monetaria internacional no iba a bastar para garantizar la paz y el comercio en un escenario profundamente desequilibrado e inflacionista. Además, el sistema elegido para dicha política, el patrón oro, acabaría causando la crisis que pretendía evitar. El patrón oro, que anclaba la emisión de moneda a las reservas de oro disponibles, provocó una desequilibrada tendencia hacia la acumulación de reservas (Francia y EEUU acumularon el 60%) y la restricción del crédito.

Los primeros síntomas del decaimiento bursátil se produjeron en Europa. La primera gran fuga de capitales de la historia buscó refugio en Nueva York, aunque Wall Street acabaría descalabrándose también a finales de octubre de 1929.

El keynesianismo dominó tras la II Guerra Mundial el pensamiento económico mundial

Durante una depresión, venía a decir Keynes a Roosevelt, la única manera de recuperar la producción de un país es aumentando el poder de compra de los ciudadanos. Y sólo las grandes inversiones en obras públicas, así como el respaldo del crédito para que pudiera fluir con mayor facilidad, permitirían ese fortalecimiento del poder de compra. 'Es por eso por lo que la guerra siempre ha provocado una intensa actividad industrial', resumía. Y remataba: 'Usted, señor presidente, es libre de emplear en interés de la paz la técnica que hasta ahora sólo ha podido servir a los propósitos de la guerra y la destrucción'.

El New Deal, con la regulación de diferentes sectores del mercado norteamericano, como el inmobiliario o el financiero, y un ingente programa de inversiones públicas, iniciaron la recuperación, y Roosevelt renovó su mandato presidencial. Pero tampoco faltó la guerra, la Segunda Guerra Mundial esta vez, y su habitual esfuerzo armamentístico e industrial, tan revitalizadores económicamente hablando. De entre sus ruinas, el keynesianismo consolidó su reinado durante 50 años.

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