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Crónicas desde el infierno contra el absurdo criminal

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Alma Guillermoprieto (México, 1949), una de las grandes del periodismo americano, llegó al oficio por casualidad. Tenía 20 años, vivía en Nueva York y la acababan de rechazar en la escuela de danza con la que soñaba, así que aceptó un puesto en el lugar del mundo que menos le interesaba: la Escuela Nacional de Danza de La Habana. 'Un buen lugar para esconder mi humillación', cuenta ahora en el prólogo de Desde el país de nunca jamás (Debate), que reúne sus mejores crónicas. Allí empezó a escribir resúmenes de prensa para un amigo y a finales de los setenta viajó a Nicaragua para contar la revolución sandinista desde el Washington Post. Muchas cosas han cambiado en Latinoamérica durante los últimos 30 años, salvo una: 'Fidel no deja de hablar', dijo ayer riéndose esta cronista.

Si a finales de los setenta voló a Managua y luego pasó a San Salvador, siguiendo el rastro de lo que ocurría en el patio de atrás de la propaganda de Reagan, ahora regresará a San Salvador: 'Pero igual luego acabo en Managua'. Esta vez escribiendo sobre los migrantes centroamericanos que atraviesan México, 'bajo una violencia extrema', camino de El Dorado. 'Yo quiero ponerles cara', dijo en las oficinas de su editorial en Madrid. Guillermoprieto mantiene una web (https://72migrantes.com) en homenaje a los sin papeles asesinados en agosto en Tamaulipas, México.

El gran cambio de estas tres décadas es que los herederos de aquella violencia trabajan ahora a sueldo del narcotráfico. 'Ahora tenemos a jovencitos de entre 15 y 30 años que no tienen ningún futuro', dice esta reportera de The New Yorker.

El pasado sábado, el presidente mexicano, Felipe Calderón, anunció en la misma Tamaulipas, que enviará más tropas para frenar la guerra entre narcotraficantes en el noroeste del país, porque 'incluso Calderón ya no la llama guerra contra el narcotráfico, sino guerra entre narcos', aclara. ¿Calderón puede ganar esa guerra? 'No, con matices: sí puede reducir la violencia mientras estén las tropas, aunque no ha ocurrido ni en Juárez, ni en Michoacán', dice.

La legalización de las drogas, para la autora de Las guerras de Colombia, 'es una condición imprescindible para que se acabe este absurdo criminal'. Definición de absurdo: 'Lo consumen principalmente los países ricos, los mismos que dicen que ese producto es ilegal'.

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