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El cuento se distingue

Natalia Carrero y Andrés Neuman son dos autores en apariencia sin puntos de conexión, pero han firmado los dos libros de relatos en castellano más notables de este otoño

PEIO H. RIAÑO

Vehemencia contra contención, variedad frente a unidad, tragicomedia contra drama. Vaya por delante, esta página no es un ring. Aquí no hay pelea. Si acaso todo lo contrario: una celebración de la buena salud de la diversidad de un género que insiste en ampliar lectores en este país. Una habitación impropia (Caballo de Troya), de Natalia Carrero (Barcelona, 1970), y Hacerse el muerto (Páginas de Espuma), de Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), son dos títulos tan distintos como notables, que coinciden en la calle y señalan dos caminos paralelos que se relacionan, en ambos casos, con un lector en conflicto.

Ninguno de los dos quiere pasar por optimista, pero tampoco reclaman el pesimismo como vademécum. Los dos reconocen que no pasamos por el mejor momento. Neuman recoge 30 piezas en una impactante serie sobre la pérdida, Carrero dibuja en cinco cuentos la voz de los débiles, de la resignación a un sistema liberal agresivo y represor. El primero escapa a los registros predecibles y altera el tono y la voz de sus narradores, demostrando que del humor al dolor hay medio paso.

Carrero: 'Un libro ayuda a ponerte más piel y más capas'

Hacerse el muerto parte de la experiencia de la muerte de la madre del autor hace cuatro años, para conducir a sus personajes y lectores a otros estados. 'El humor es un acto de defensa propia. No hay escudos protectores, hay maneras de cicatrizar. Y el humor es un cicatrizante, que no una amnesia', explica a este periódico.

Experimental y sobrio, Neuman reconoce que el dolor no se quita y que la escritura tampoco sirve para deshacerse de él. 'El dolor se trabaja, se piensa y, en el mejor de los casos, se digiere. Pero no tengo la visión quirúrgica del dolor. Tiene que haber una diferencia entre hacer terapia de grupo y escribir un libro. Si acaso, se puede buscar un lenguaje para ese dolor, aunque conviene evitar el sensacionalismo que convierte el dolor en un mérito', añade. Con este libro publica su cuarto título de cuentos (además de los diez de poesía, las cuatro novelas y un ensayo, entre otras cosas).

'Un libro aporta esfuerzo más que dolor. Creo que prepara al lector para la vida diaria. No se puede salir de casa sin saber que la vida es dura y requiere esfuerzo: naces blando como un bebé y mueres duro como una piedra. El libro, este o el que sea, ayuda a ponerte más piel y más capas', cuenta Natalia Carrero, mucho menos grave que la voz que conduce la vida de sus cinco protagonistas en Una habitación impropia, su segundo libro después de la novela Soy una caja. La crudeza de las grietas que la autora abre en cada relato no se cierran en ningún caso.

Neuman: 'Vivimos en una sociedad que sobrevalora el caso real'

Observa que su esfuerzo como escritora debe ser a favor de la imaginación: 'El testimonio está en función de la imaginación, que rellena los huecos a los que el documentalista no puede llegar'. Carrero aclara inmediatamente que le gustaría incluirse en una tradición literaria social y política, 'aunque este libro no lo parezca'. Neuman asegura, en ese mismo sentido, que 'vivimos en una sociedad que sobrevalora el caso real'. A pesar de ello, el autor de la novela Una vez Argentina (Anagrama) no está en contra de la autoficción. 'La literatura puede crear un caso donde no lo había. La credibilidad literaria también debe ser capaz de crear la sensación de que el sentimiento es real', cuenta.

No sólo comparten el atractivo por el poder de la ficción: ambos libros descansan sobre la sugestión de la voz. 'He de reconocer que la voz ha podido con el autor en este libro', explica sonriente Carrero, que ha construido una primera persona digresiva y obsesiva. 'Era tan potente que o la aceptaba o no conseguía nada. He destilado mal la ira: soy mucho más salvaje que perfeccionista'.

'La voz es al menos la mitad del argumento', reconoce el autor

Por su lado, Neuman, en el intento de demostrar que 'la vida tiene ese don impertinente' de generar comicidad en el momento más inesperado o hundirte en la depresión en el más feliz, afirma que la voz 'explica todo eso a lo que no llega el argumento. 'La voz es al menos la mitad del argumento. Si no escucho con claridad la voz del que lo narra, no puedo seguir escribiendo aunque tenga el argumento. Lo que obliga al lector a seguir escuchando es esa voz', advierte.

La voz en Hacerse el muerto es el vehículo de cada cuento, ciclotímica por cierto, que pasa por mil y un estados de ánimo y se muestra enérgica con lo cotidiano. Una voz propensa al altibajo emocional, propia de estos días, como el desgarro que cruza Una habitación impropia. Ninguno de los dos autores juega a noquear a su lector con artificios, al lector sino a alertarle, a despertarle y colocarle en combate contra sus euforias y depresiones, aunque Carrero sea más cortante y cruda, y Neuman más inspirado y luminoso.

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